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«Juicio y sentimiento», de Jane Austen

¿Qué nos dice hoy Jane Austen? Más que enviarnos un mensaje ‒como esos escritores que aspiran a ser citados en libros de aforismos‒, lo que Austen nos plantea, sin mayores aspavientos, son vislumbres de su realidad. Una realidad marcada por los convencionalismos de su tiempo, pero observada por ella con inteligencia, frescura y generosidad.

De toda la biblioteca austeniana, creo que el título predilecto de la mayoría de sus seguidores es, tras Orgullo y prejuicio, este Juicio y sentimiento (Sense and Sensibility, traducido otras veces como Sentido y sensibilidad). Publicada originalmente en 1811 por Thomas Egerton (Whitehall, Londres), a expensas de la propia autora, esta novela resume el genio de Austen, y aunque sé que al decir esto caigo en el tópico, lo cierto es que se conserva como un libro destinado a no envejecer.

La historia de las hermanas Dashwood, Elinor y Marianne, explora el romanticismo desde ángulos novedosos en su época, y no hay duda de que el esquema propuesto por Austen ha servido de plantilla en innumerables ocasiones. Prueben a leer, o a releer, Juicio y sentimiento, y reconocerán en sus vaivenes sentimentales muchos giros de guión que Hollywood nos ha propuesto infinidad de veces. Eso por no hablar de la literatura, del cómic o de la televisión, pues en todos esos medios cabe rastrear la honda huella de Austen.

La excelente traducción de Luis Magrinyà nos permite apreciar la sutileza narrativa de esta obra, que desde su primera tirada ‒750 copias que, como dije, costeó la propia escritora‒ ha ido acumulando versiones y ediciones a lo largo y ancho del globo.

Un ejercicio interesante para el lector que se acerque por vez primera a este libro consiste en pensar en ese dilema que plantea el título (la prudencia o el buen juicio frente al sentimiento y las pasiones) recordando cómo lo planteó Austen: desde el anonimato. De hecho, cuando sale de imprenta por vez primera, la obra sólo indica una pista sobre su autoría: “By a lady”.

Quizá estos detalles no añadan valor a su literatura, pero sí que suponen un rasgo interesante. Jane Austen trabajó desde el secreto y pagó sus primeras ediciones. No buscó la fama, sino la intimidad y la discreción de alguien que escribe por el gusto de hacerlo, legando a la posteridad esa inteligencia y esa visión anticonvencional del mundo que le tocó en suerte. No sé a ustedes, pero a mí esto me parece la definición perfecta de lo que es un escritor en estado puro.

Sinopsis

«Ninguna de las dos tiene nada que decir; tú, porque no te comunicas, y yo, porque no escondo nada», le dice Marianne Dashwood a su hermana mayor Elinor en uno de los pasajes más célebres de Juicio y sentimiento (1811), la primera novela que consiguió publicar Jane Austen.

Lo no dicho, el secreto deliberado o impuesto, la verdad oculta y la mentira, el pacto de silencio dictado por la lealtad o la piedad, son en efecto los temas principales de esta novela que traza un cuadro tan hilarante como patético de las desventuras de dos hermanas casaderas, hijas de la gentry pero apartadas –en su condición de mujeres- de la fortuna familiar. Sus tropiezos en el camino del matrimonio, a veces empujadas por la mezquindad de sus propios parientes, las alegres presiones de sus vecinos o los mismos «principios» de su carácter y moral, las llevan a conocer todos los extremos que el «terror a la pobreza» o los estragos de una vida inútil pueden ocasionar en el destino de los hombres. Marianne, locuaz y ultrarromántica, y Elinor, prudente y reservada, componen una descompensada balanza de caracteres que finalmente se habrá de equilibrar.

Ingeniosísima en su trama, cáustica en su pintura de ambientes y personajes, grave en su espíritu moral, ésta es la primera de las obras maestras de Jane Austen.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.