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Los cuadernos de aventuras de Ediciones Toray y la Editorial Valenciana

La más sólida competidora de Bruguera es Ediciones Toray, responsable de colecciones de tebeos y novela popular, que cuenta con el título Hazañas Bélicas (1950) para sostener su línea de cuadernos de aventuras.

Obra de Guillermo Sánchez Boix «Boixcar», estos cuadernos autoconclusivos, sin protagonista fijo, cautivan por sus brillantes portadas, sus argumentos de una gravedad poco frecuente, y sobre todo por una realización gráfica que recrea espectacularmente armas y combates, con una minuciosidad hasta entonces desconocida.

Realiza Boixcar, tras una estética realista de gran fuerza gráfica, una historieta heterodoxa susceptible de múltiples lecturas. Los guiones son en su mayoría fábulas morales que se sirven de las maneras del melodrama clásico, casi a modo de los exempla medievales. Como en estos, se atiende tanto a la recompensa del justo, muchas veces sacrificado, como al infalible y cruel castigo del malvado.

A menudo la acción comienza antes de la guerra, con un asunto más o menos complejo en el que se ven implicadas varias personas —padres e hijos, triángulos amorosos, amigos o socios—, normalmente con conflictos de conciencia añadidos y en cuyo desarrollo se produce una injusticia, un pecado que queda sin expiación. En una segunda parte del cuaderno la guerra irrumpe, y en medio de una sucesión de escenas del frente, se resuelve el conflicto planteado con un definitivo triunfo del bien que no tiene por qué respetar la integridad física de los ocasionales protagonistas. El mismo hecho de que estos mueran en numerosas ocasiones, casi siempre pronunciando un discurso ejemplarizante, da a los argumentos una seriedad de la que en ningún momento se quiere prescindir. Exempla, pues, destinados a glosar el triunfo del bien, un bien identificado por completo con la ortodoxia católica.

Nos hallamos ante un tebeo de fuerte contenido religioso, mayor y más explícito que en ningún otro, en sintonía con algunos títulos cinematográficos de la época, como Balarrasa (Nieves Conde, 1951) o La guerra de Dios (Rafael Gil, 1953). En este sentido cabe hablar de ciertos episodios como cercanos a la propaganda, ya que van mucho más allá de lo exigido por la censura: basta hojear cualquier otra colección del periodo para comprobar que no existe énfasis alguno en comunicar, como aquí, mensajes explícitos. No se trata del mero hecho de hacer de los alemanes paladines del bien: al fin y al cabo en un relato puramente genérico los papeles son intercambiables, y dentro de sus claves no reviste mayor importancia a quién corresponda el papel del héroe.

Caracteriza las Hazañas Bélicas un explícito adoctrinamiento nacional católico, así como un virulento anticomunismo que no figuran en otras series contemporáneas de distintos sellos, nacidas todas a imitación de Hazañas Bélicas: Selecciones de guerra (Ricart, 1951), Un episodio de guerra (Favencia, 1951), Aventuras de guerra (Favencia, 1952), Comandos (Valenciana, 1954), Episodios de Corea (Ricart, 1955), etc.

Otra colección de Toray, El Mundo Futuro (1955), traslada de la mano del mismo Boixcar el esquema de las Hazañas Bélicas al espacio sideral en episodios de brillante grafismo con argumentos de tintes reaccionarios en los que la fe en las posibilidades de la ciencia frente al misterio divino se presentan muy escasas; con todo, su ejemplar realización gráfica las convierte en historietas de alto interés.

Algunos entre los múltiples títulos de la casa dignos de mención son El Pequeño Mosquetero (1951), que cuenta con el grafismo moderno e innovador de un joven Jordi Longarón; Tras el Telón de Acero (1954), obra de Francisco Darnís de presupuestos muy cercanos a la novela de espionaje; Katán (1960), de Jaime Brocal y Fernando Sesén, primera incursión española en el género de espada y brujería, o Jim Huracán (1959), disparatada y paródica visión del Oeste americano obra del vigoroso pincel de Jordi Buxadé y el guionista Eugenio Sotillos.

Intuyendo el declive del formato cuaderno, Toray se vuelca hacia la novela gráfica desde los primeros años sesenta, anticipando el cambio de actitudes que la nueva década trae consigo.

Imagen 1. El héroe bizarro español por antonomasia no es, ni de lejos, lo que a ustedes les han hecho creer. Treinta y tantos años acudiendo semanalmante a los kioscos dan para mucho, y en su trayectoria Roberto y Pedrín se las tienen que ver a menudo con amenazas más que heterodoxas. Hombres peces, émulos de Godzilla, dinosaurios redivivos, serpientes gigantes como este Monstruo Milenario que aparece dos veces a lo largo de catorce años… Licántropos, insectos colosales, Hombres Sapo y Criaturas de Frankenstein: todos se van a marchar habiendo recibido su buena ración de palos, suministrada por los especialistas Roberto y Pedrín (‘Roberto Alcázar y Pedrín’, 1940-1976, del dibujante Eduardo Vañó) (1).

Editorial Valenciana, la firma propiedad de Juan Puerto, responsable de la publicación de Roberto Alcázar y los grandes éxitos de Manuel Gago desde la inmediata posguerra, afianza su posición en el mercado durante los años cincuenta viendo crecer las ventas de sus títulos clásicos y sumando a ello la fortuna comercial que revistas como Mariló (1950) o Pumby (1954) alcanzan.

Imagen 2. Desde 1949, año en que nace del genio de Manuel Gago, el Hombre de Piedra vive su azarosa existencia de doscientas diez entregas en una prehistoria mítica, universo de monstruos, titanes y damas terribles. Además, claro está, de otras especies hoy extinguidas: humanos voladores, humanos roedores, humanos vampiros, centauros, gorilas acorazados, hasta hombres con testa de rinoceronte. Tiempos megalíticos delirantes, sólo superados por otras incursiones del autor en el género, ‘Piel de Lobo’ y ‘Castor’ (2).

Imagen 3. De todos cuantos tarzánidos españoles han sido, siento especial debilidad por Silac, el Hombre León, que crease el gran Pertegás en 1945. Adoro su ademán fiero, su actitud chulesca y desafiante, sus indómitas melenas y largas patillas, el modo en que posa frente a la cámara mientras al fondo los salvajes se entregan a sus frenéticas danzas antes de torturar a sus presas… Puro aroma salvaje de posguerra.

El escaso interés que la editorial parece prestar en ocasiones a la presentación de sus productos no impide que hasta 1965 se publiquen hasta 15 colecciones nuevas entre las que se cuentan varios títulos de interés: El Espadachín Enmascarado (1952), saga al estilo de Alejandro Dumas concebida por Manuel Gago y Pedro Quesada, que constituye una nueva obra maestra de la inmediatez, según feliz expresión del crítico Jesús Cuadrado, a la que el público otorga su favor durante más de seis años.

Imagen 4. ‘El Guerrero del Antifaz’, obra de Manuel Gago García para Editorial Valenciana, publicada desde 1944 a 1966.

Cabe recordar Hazañas de la juventud audaz (1959), adaptación de las novelas de ciencia ficción de George H. White (Pascual Enguídanos), donde se esboza el destino entero de la humanidad a lo largo de los siglos venideros interpretado gráficamente por el trazo elegante y barroco de Matías Alonso; Fredy Barton el Audaz (1960), nueva incursión de George H. White en la historieta que cuenta con los excelentes dibujos de Fernando Cabedo; o El Justiciero Negro (1965), canto de cisne del cuaderno de aventuras cuya canónica realización corre a cargo de Antonio Guerrero y Fernando Rincón.

Imagen 5. Los españoles en el espacio: ‘Hazañas de la juventud audaz’. Portada de Matías Alonso. 

Capítulos anteriores

Cap. 1 La historieta española de 1951 a 1970

Cap. 2 Los cuadernos de aventuras en España

Cap. 3 Los cuadernos de aventuras de Bruguera

Capítulos siguientes

Cap. 5 Los cuadernos de aventuras de la editorial Rollán

Cap. 6 La editorial Maga y la evolución de los cuadernos de aventuras

Cap. 7 Las revistas de historietas: el caso del ‘TBO’

Cap. 8 Las revistas de historietas: la escuela Bruguera

Cap. 9 Las revistas de historietas: Editora Valenciana

Cap. 10 ‘El Coyote’, ‘El Capitán Trueno Extra’ y otras revistas de aventuras

Cap. 11 La historieta española entre 1966 y 1970. Perplejidades y mutaciones

Notas

(1) «Roberto Alcázar contra los monstruos», El Desván del Abuelito, 03-04-2010.

(2) «Purk el Hombre de Piedra», El Desván del Abuelito, 14-11-2008.

Copyright del artículo ‘La historieta española de 1951 a 1970’ © Pedro Porcel. Publicado previamente en ‘Arbor’, nº 187, con licencia CC y editado en ‘Cualia’ con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Pedro Porcel

Historiador de mitografías urbanas, lleva más de cuatro décadas navegando por los extensos mares de la cultura de masas. Siempre sin salir de tales aguas, ha dirigido editoriales, colaborado en diversos medios de prensa, impartido conferencias y seminarios universitarios, comisariado exposiciones, ejercido de documentalista en programas televisivos y escrito libros, con el propósito de cartografiar el territorio infinito de la ficción popular.
Ha firmado en solitario libros como ‘Clásicos en Jauja’, premio Romano Calizzi al mejor estudio teórico, ‘Tragados por el abismo’, la historieta de aventuras en España que le valdría el XXXV Premio Diario de Avisos, o ‘Superhombres Ibéricos’. Coautor de 'Karpa' y de 'Historia del tebeo valenciano', sus colaboraciones se extienden a muchos otros títulos, entre ellos ‘Bolsilibro & Cinema Bis’, ‘La bestia en la pantalla: Aleister Crowley y el cine fantástico’, las antologías sobre el cine fantástico español, británico e italiano editadas por la revista 'Quatermass', o los libros publicados por Cinefanía Cine Pulp, Shock TV, Monstruos y Weird Western. Revistas heterodoxas como '2000 maníacos', la argentina 'Cineficción' o 'Mondo Brutto' son otros tantos lugares donde ha encontrado acomodo duradero y confortable. Durante más de seis años su refugio en la red ha sido la página 'El Desván del Abuelito'.
Biografía e imagen © Desfiladero Ediciones.