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Crítica: «X-Men: Apocalipsis» (Bryan Singer, 2016)

En los albores del moderno cine de superhéroes, la escasez de oferta nos permitía desplegar un entusiasmo que ahora, gracias a la consolidación de este subgénero, podemos moderar en mayor grado. En este sentido, aunque X-Men: Apocalipsis sea una cinta entretenida y grata de ver, se ve condicionada por la proliferación de títulos de la misma naturaleza que se han ido acumulando en nuestra cartelera y en nuestra memoria inmediata.

Acaso sea injusto comparar la nueva película de Singer con otras franquicias de la competencia. De ahí que, para no distorsionar sus méritos, creo preferible valorarla dentro de su propia saga. Así, podemos asignar al film una posición inferior a la de X-Men: Primera generación (2011) o X-Men: Días del futuro pasado (2014) y similar a la de X-Men orígenes: Lobezno (2013).

Tiene este largometraje indiscutibles aciertos, empezando por las interpretaciones de Michael Fassbender y James McAvoy, dos tipos capaces de actuar bien en cualquier coyuntura. Hay escenas memorables, como la que Quicksilver (Evan Peters) protagoniza al ritmo de «Sweet dreams» de Eurythmics; aquella que resume la etapa familiar de Magneto, o ese arranque en el Antiguo Egipto, cuya puesta en escena remite a la exuberancia del pulp.

Por desgracia, el conjunto se ve desequilibrado por desaciertos como el cameo de Lobezno ‒muy mejorable‒ o ese aire de cosplay que afecta al villano de la función, Apocalipsis, encarnado por un actor de tanta calidad como Oscar Isaac. Tampoco creo que el reparto de secundarios sea todo lo rotundo que uno podría esperar, y lo mismo cabe señalar sobre el guión, que alterna el brío y la fatiga.

Por todo ello, dependiendo del estado de ánimo de quien aprecie este X-Men: Apocalipsis, podrá considerar que Singer comete pecados veniales o fallos algo menos perdonables. Obviamente, con un realizador como él tras las cámaras, la corrección narrativa y cierto grado de espectacularidad están garantizados, pero si uno busca brillantez o convicción, la cosa se complica.

Jennifer Lawrence repite en su papel de Mística / Raven, esta vez con menos momentos de maquillaje azul y con cierta impresión de rutina en su personaje.

Entre las nuevas incorporaciones al reparto, destaca Sophie Turner (Sansa Stark de Juego de Tronos) en la piel de la telépata Jean Grey. La acompañan, con menores oportunidades de lucimiento, Tye Sheridan (Cíclope), Kodi Smit-McPhee (Rondador Nocturno), Olivia Munn (Mariposa Mental) y Alexandra Shipp (Tormenta).

Cediendo a la nostalgia, el film se ambienta en los años ochenta, reflejados en ciertos apuntes de la administración Reagan y en ese cine al que los jóvenes mutantes acuden a ver El Retorno del Jedi. «La tercera película de una saga es siempre la peor», dice Jean Grey al salir de la sala. Me temo que no le falta razón.

Sinopsis

Después de su aclamado trabajo en X-Men: Días del futuro pasado, el director Bryan Singer eleva la franquicia a nuevas cotas con X-Men: Apocalipsis, filme en el que los X-Men luchan contra el primero y más poderoso mutante: Apocalipsis.

En 1983, el invencible e inmortal Apocalipsis es puesto en libertad tras haber estado sepultado durante varios milenios. Enfurecido por el hecho de que los de su clase ya no sean tratados como dioses, Apocalipsis recluta a un equipo de potentes mutantes, incluyendo un desmoralizado Magneto, con el fin de destruir a la raza humana y crear un nuevo orden mundial, mundo en el que él reinará. Para acabar con el camino de destrucción global emprendido por Apocalipsis, Mística (Jennifer Lawrence) y el Profesor X (James McAvoy) lideran un equipo de jóvenes X-Men en un épico enfrentamiento contra un enemigo aparentemente imbatible.

El clamoroso éxito de crítica y taquilla X-Men: Días del futuro pasado era un hito difícil de emular. Además, el objetivo de los realizadores era no sólo estar a la altura de las expectativas establecidas por la citada película, sino superarlas. “Era un auténtico reto tratar de dar con una historia que pudiera aventajar a X-Men: Días del futuro pasado en términos de proporción y riesgo”, señala el guionista y productor Simon Kinberg, que desempeñó tales cargos en aquel filme.

Un hallazgo creativo llevó a la decisión de que el antagonista de la nueva película fuera el más poderoso villano mutante de todo el universo X-Men. “Apocalipsis representa una amenaza cósmica, así como ese sentido de la proporción que atrae tanto a Bryan Singer como a mí”, añade Kinberg.

Por supuesto, la aprobación del personaje por parte de Singer era algo fundamental. Singer reinventó el género de las adaptaciones cinematográficas de cómics, como pudimos constatar con el estreno de la exitosa X-Men en 2000, a la que siguió el taquillazo X-Men 2 en 2003. En dichos filmes, y después, años más tarde, en X-Men: Días del futuro pasadoSinger, basándose por completo en los personajes, fusionó perfectamente drama, ciencia-ficción, acción y aventura.

Bryan tuvo que tirar la puerta abajo en la narración para trasladar a este increíble elemento desde un punto tan distante de la historia”, dice el productor Hutch Parker. De hecho, mucho antes de que el mundo fuera consciente de la existencia de los mutantes, Apocalipsis reinaba como si fuera un dios. En realidad, “Apocalipsis no sólo se imagina como un dios, sino como el dios”, afirma Kinberg. “Ésta es una idea extraordinariamente rica para un villano. No se trata de un hombre frente a la lucha mutante, como hemos visto en otros filmes; es un mundo que ha sido concebido por Apocalipsis, en el que sólo los fuertes sobreviven”.

En este filme, tras despertar en El Cairo en el año 1983, después de un largo sueño que ha durado milenios, Apocalipsis se siente conmocionado y repelido por el declive de nuestro planeta —los coches, el ruido, la polución—, todas las señales de un mundo fallido que él debe purificar. “Es una época de conflictos, guerra y destrucción”, señala Singer. “Apocalipsis lo considera una señal de que es una civilización que necesita desesperadamente ser sacrificada”.

Su misión: exterminar a los débiles y reconstruir el planeta para los fuertes.

El sueño de Apocalipsis, que ha durado 5.000 años, empezó cuando la civilización se encontraba en todo su apogeo; su sueño finaliza cuando, probablemente, dicha civilización está en su momento más bajo. Habiéndose criado en los años ochenta, Kinberg entendía lo marcada por el exceso que estuvo dicha década, como podía verse en los peinados, la moda y los automóviles. “En 1983, Apocalipsis emerge desde la perfección de la antigua cultura de Egipto hasta una cultura amenazada por la superpoblación, la contaminación y la energía nuclear”, afirma. “De manera que su motivación resulta comprensible, aunque sus métodos y objetivos son extremos”.

El mundo de 1983 también ha experimentado significativos cambios en lo referente a la relación con los mutantes. Esta siguiente etapa en la evolución humana es ahora aceptada por la mayoría —pero no todos— de los seres humanos, gracias al heroísmo de Mística, que (como se vio en X-Men: Días del futuro pasado) impidió el asesinato del presidente de Estados Unidos y una guerra entre mutantes y humanos.

El rodaje del film comenzó el 20 de abril de 2015 en Montreal, Quebec, Canadá. La producción se estableció en los estudios Mel’s Cité du Cinema (comúnmente conocidos como Mel’s), unas instalaciones de más de 10 hectáreas de extensión ubicadas en la Isla de Montreal, con vistas al río San Lorenzo. En una infraestructura integrada por siete platós que en conjunto son unos 11.000 metros cuadrados, el equipo transformó y varió cada metro cuadrado para satisfacer los enormes requerimientos de la producción. Además, el equipo ocupó numerosas y funcionales localizaciones por toda la ciudad, incluyendo varias áreas industriales, un teatro abandonado, un viejo centro comercial y una cabaña en el bosque.

Newton Thomas Siegel aceptó con agrado la oportunidad de explorar nuevos mundos visuales, como el antiguo y el moderno Egipto, Polonia, Alemania Oriental y Estados Unidos de 1983. Siegel definió cada uno de los entornos de diferentes maneras, especialmente en términos de color. Oriente Medio debía tener una tonalidad de arena dorada, donde la atmósfera estuviera imbuida de un color oro que provocara la sensación de calor, arena y aridez.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Marvel Entertainment, Bad Hat Harry Productions, The Donners’ Company, Hutch Parker Productions, Kinberg Genre, 20th Century Fox. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.