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Crítica: «Steve Jobs» (Danny Boyle, 2015)

Si hemos de hacer caso a su biógrafo oficial, Walter Isaacson, el cofundador y presidente ejecutivo de Apple, Steve Jobs, no fue un modelo como jefe ni como ser humano, pero su historia, » a la vez instructiva y aleccionadora, está llena de enseñanzas sobre la innovación, los rasgos de la personalidad, el liderazgo y los valores». Inspirándose en el espléndido libro de Isaacson, el guionista Aaron Sorkin se apropia de esa descripción y nos regala un fascinante retrato de Jobs, puesto en imágenes gracias a la electrizante puesta en escena de Danny Boyle.

En el guión de Sorkin ‒cuya densidad de diálogos recuerda los mejores momentos de El ala oeste de la Casa BlancaStudio 60La red social o The Newsroom‒, encontramos aquí y allá todos esos sorkinismos que son su rasgo de estilo: réplicas constantes, charlas que conectan creatividad e inteligencia, discusiones frenéticas e intercambios de argumentos que nos hacen creer que todos los protagonistas poseen el mismo talento y la misma lucidez. Y sí, también aquí ‒como sucede en las citadas obras de Sorkin‒ los personajes caminan por la escena a medida que conversan sin descanso.

Pero no nos equivoquemos. Este libreto nos llega gracias a la factura audiovisual de otro creador con un talante muy marcado, Danny Boyle, quien caracteriza al film con todo su repertorio estilístico, completando así una narración muy fluida y de un dinamismo imparable en su montaje.

La trama se articula en tres actos, que se articulan alrededor de otras tantas presentaciones públicas de Steve Jobs: la del Apple Macintosh en 1984, la del ordenador NeXT en 1988 y la del iMac in 1998. Eso nos permite asistir a la evolución de cuatro personajes clave: el propio Steve Jobs (Michael Fassbender), su confidente, mano derecha y ejecutiva de márketing Joanna Hoffman (Kate Winslet), Steve Wozniak (Seth Rogen), cofundador de Apple y creador del Apple II, y John Sculley (Jeff Daniels), consejero delegado de la citada empresa.

El eje emocional de la cinta, dejando aparte la revolución digital emprendida por el creador de Apple, es la compleja relación de Jobs con su novia Chrisann Brennan, junto a quien tuvo una hija, Lisa, que en cierto modo es el catalizador de toda la acción. En este sentido, el modo en que el magnate se enfrenta a la paternidad queda bien reflejado en el guión de Sorkin, quien habrá leído, con toda probabilidad, las memorias de Chrisann (Hay edición española, El mordisco en la manzana, publicada por Circe).

Me imagino que los seguidores más acérrimos del Steve Jobs real echarán en falta episodios relevantes de su vida ‒por ejemplo, el lanzamiento del iPhone o su matrimonio con Laurene Powell, con la que tuvo tres hijos ‒. Sin embargo, al margen de estas y otras licencias e invenciones, creo que Sorkin y Boyle atrapan el espíritu de la biografía de Walter Isaacson, y condensan a la perfección la compleja personalidad del tipo que se refleja en sus páginas: brillante, manipulador, gélido, hostil, analítico, perfeccionista, y sobre todo, visionario. Si de algo peca el film, justamente, es de reforzar los aspectos menos simpáticos de aquel hombre irrepetible.

«¿Era Jobs inteligente? ‒se pregunta Isaacson en su libro‒ No, no de una manera excepcional. Y sin embargo, era un genio. Conseguía saltos imaginativos instintivos, inesperados y en ocasiones mágicos». Esto es algo que en la película queda muy bien reflejado. Por suerte, también se hace justicia a la personalidad de Joanna Hoffman y no me imagino un mejor retrato del admirable Steve Wozniak.

Otra peculiaridad del film es el formato elegido por Boyle y el director de fotografía Alwin Küchler, que repercute de forma muy positiva en su empaque visual: para distinguir las tres etapas durante las cuales transcurre la acción, emplearon el 16 mm para 1984, el 35 mm para 1988 y el digital para 1998.

En todo caso, más allá de la calidad del guión y de la puesta en escena, la energía más poderosa del film proviene de sus actores. Michael Fassbender está magnífico en su papel, pese a no parecerse físicamente a Jobs, y lo mismo cabe decir sobre Kate WinsletJeff Daniels y los demás secundarios también alcanzan un nivel excelente.

Sinopsis

Desde el lanzamiento de tres productos icónicos hasta la presentación del iMac en 1998, el largometraje nos lleva al corazón de la revolución digital para realizar un retrato intimista del hombre brillante que fue su epicentro.

Entrevista con Aaron Sorkin

¿Cómo se aproximó a la biografía Steve Jobs, escrita por Walter Isaacson, para convertirla en fuente del guión? ¿Cree que el personaje cinematográfico está muy cercano al verdadero Steve Jobs?

En el fondo, el libro Steve Jobs es un ejemplo de periodismo de gran formato escrito por un periodista de primer orden; no olvidemos que Walter fue director de la CNN y editor jefe de la revista Time. Ante todo, Walter debía ser objetivo. Para mí es lo opuesto, debo ser subjetivo, me dedico a un medio artístico. Esta historia es mi visión de un hombre complicado y de sus relaciones tangenciales. Todas las personas que han colaborado en la película han añadido interpretaciones subjetivas, Danny BoyleMichael Fassbender, el diseñador de producción Guy Dyas, el compositor Daniel Pemberton, el montador Elliot Graham y docenas más.

Danny y yo teníamos muy claro que no buscábamos una imitación de Steve Jobs, de Steve Wozniak, de John Sculley. Ya lo he dicho en repetidas ocasiones, Steve Jobs es un cuadro, no es una fotografía. El único acontecimiento que ocurrió en el mismo lugar donde rodamos fue el lanzamiento del Macintosh, cuando no consiguieron que el Mac dijera «hola» a los accionistas. Los otros dos lanzamientos existieron, pero no en esos escenarios. Todo lo que ocurre en torno a esos lanzamientos es, en realidad, el producto de haber mezclado los conflictos que seleccioné para representar la vida de Steve, condensados en actos de 40 minutos.

Espero que la impresión que permanezca sea la de un hombre intenso, complicado y brillante, con grandes defectos, que supo soñar a lo grande y galvanizar a otros para conseguir resultados. Básicamente, espero que el público descubra a un ser humano que probablemente habría sido mucho más feliz si no hubiera estado convencido de que la bondad y el genio eran binarios.

La estructura de la película es única. ¿Cómo les permitió contar la historia, tanto a usted como a Danny Boyle? ¿Qué lugar ocupa en el desarrollo narrativo un proceso de ensayos tan especial?

Soy dramaturgo por naturaleza. Me siento más cómodo en lugares claustrofóbicos, con el tiempo medido y un espacio muy definido. También me pareció que sería más interesante observar a ese personaje monolítico en tres puntos de inflexión durante su carrera. Se lo propuse al estudio y me dieron luz verde.

Al estudiar el libro de Walter Isaacson, y después de hablar con Steve WozniakJoanna HoffmanJohn SculleyAndy HertzfeldLisa Jobs y Chrisann Brennan, identifiqué cinco conflictos personales clave en la vida de Steve y busqué la forma de incluirlos en los tres lanzamientos de productos. Todo lo que ocurre son conjeturas mías basadas en el libro de Walter y en el material que reuní a través de entrevistas personales con los compañeros y miembros de la familia de Steve.

El guión resultante de 182 páginas está construido íntegramente en base a los diálogos. Tal vez a la mayoría de realizadores parecería una selva impenetrable, pero Danny Boyle se lanzó de cabeza. Se hizo con las palabras y las incrustó en algo absolutamente cinematográfico y en imágenes fascinantes. Es capaz de rodar una escena sencilla, como la puesta a punto de un programa de voz, en una secuencia de acción.

Rodamos cada acto como si fuera una película en sí, cronológicamente y en diferentes decorados. Dispusimos de tres semanas de ensayo antes de rodar el Acto Primero, y de dos semanas para el Acto Segundo y el Acto Tercero. Pensamos que los intérpretes no solo tendrían la oportunidad de aprenderse los diálogos, sino de absorber y hacer suyo el lenguaje. Aprendieron a vivir en la piel de los personajes durante periodos extensos, mucho más allá de los pocos segundos que lleva rodar un plano o un contraplano.

En la película, Steve Jobs se sirve del miedo y del engaño, entre otras cosas, para alcanzar los resultados que busca. ¿Describe todos sus métodos?

Steve creía sinceramente que su método sacaba lo mejor de las personas que contrataba. Muy a menudo devolvía la primera presentación con una nota: «Puedes mejorarlo, inténtalo». Y la segunda, la tercera, incluso la cuarta, con la misma nota. En realidad, ni se había molestado en estudiar ninguna. Estaba convencido, y en general tenía razón, de que todo era mejorable. Puede parecer odioso, pero está muy bien que haya alguien que obliga a los demás a dar lo mejor de sí mismos. En ese aspecto, tuvo mucho éxito. Pero creo que caía mal sobre todo por su personalidad, no tanto por pedir el máximo a sus empleados. Es posible que conociera otras tácticas, pero obtenía los resultados que buscaba.

En la película, Woz dice: «Tus productos valen más que tú, hermano». Y Steve contesta: «De eso se trata, hermano». ¿Por qué le pareció importante incluir estas frases?

Los artistas canalizan lo mejor de sí mismos en sus creaciones. Intentamos encontrar una perfección que no existe en la vida, y es exactamente lo que quiere conseguir Steve con sus productos. Steve se enfada mucho, incluso en los años setenta, cuando Woz le dice: «Los ordenadores no son cuadros». Pensar que sus creaciones no eran arte le enfurecía. Su deseo de compensar sus limitaciones es lo que le motivaba a ofrecer algo al mundo.

Steve siempre intentó controlarlo todo. Le molestaba intensamente no haber controlado el principio de su vida; la historia de su adopción tuvo profundas repercusiones en su existencia. Toda su vida creativa fue una cruzada para controlarlo todo, asegurándose de que sus productos emanaran lo mejor de él.

¿Qué dice la película acerca de la fuerza de la visión de un hombre, de la ambición estadounidense y del espíritu empresarial en general?

Es posible que Steve Jobs sea uno de los últimos grandes inventores de Estados Unidos. Se empeñó en construir lo que muchos tacharon de castillos en el aire. Desarrolló lo que posteriormente se bautizó como «un campo de distorsión de la realidad», algo que le fue muy útil. Hablaba con un diseñador, un codificador, un ingeniero, y decía: «Quiero un aparato de este tamaño capaz de hacer esto». El diseñador quizá contestaba que no era posible con un tamaño semejante, que las funciones que requería no cabrían, se necesitaba más espacio. Entonces solía contestar algo así: «Muy bien, eres un filisteo, no sabes de qué va esto. Encontraré a alguien capaz de darme lo que quiero». La reacción del diseñador en cuestión era conseguirlo como fuera, a pesar de haber dicho que no era factible.

En varias ocasiones a lo largo de la película, alguien le pregunta a Steve: «Pero ¿qué haces exactamente?» No sabía codificar. No había estudiado ingeniería, tampoco informática. Steve era incapaz de tocar un solo instrumento de la orquesta, pero colocado ante una multitud de mentes creativas, ¡era el director de orquesta ideal!

Entrevista con Danny Boyle

¿Qué pensó cuando le llegó el guión de Aaron Sorkin y lo leyó por primera vez? ¿Qué le hizo decidirse a querer dirigir esta película?

Leí el guión y pensé que sería una locura no hacerlo. Me dejó sin aliento. No había hecho nada parecido antes. El desafío que implicaba –era muy contenido, un auténtico ejercicio de lenguaje–, me atrajo enormemente. Al mismo tiempo, el personaje de Steve Jobs creado por Aaron –el Steve del guión que a veces se superpone a la figura histórica y otras no–, también me intrigó mucho. Es un personaje de proporciones shakespearianas. Es fascinante, brutal y divertido. El guión de Aaron Sorkin me mostró a muchas personas orbitando alrededor de un planeta extraordinario, el personaje de Steve Jobs. En la vida nos encontramos con personas así, alrededor de las que orbitamos; casi puede decirse que vivimos a través de su reflejo y no somos capaces de alejarnos. Tienen fuerza gravitacional. Inspiran auténtica devoción. Son personajes deslumbrantes que merecen ser estudiados de cerca. Nuestro protagonista se cruza con personas que le son absolutamente fieles, mientras que otras le ven como un monstruo. En cierto sentido, es un monstruo que se volvió hermoso gracias al lenguaje… y a dos mujeres.

Ha dicho que la película no es una biografía ni tampoco un intento por contar la vida de Steve Jobs al pie de la letra, pero los personajes son reales. ¿Qué elementos de estos personajes reales, de Steve Jobs y de los diversos miembros de su equipo, ha incorporado a la película?

Debemos mucho a Walter Isaacson por la profunda investigación que realizó para escribir su libro, pero queríamos que la película fuera por otros caminos. Aaron Sorkin describe la película como un «retrato impresionista». Contiene ideas tomadas de la vida real, pero la película es una abstracción. Se basa en acontecimientos, algunos reales, otros imaginarios, y los reúne en tres momentos estructurados en torno a los lanzamientos del Macintosh en 1984, el NeXTcube en 1988 y el iMac en 1998. Los mismos seis personajes aparecen tres veces exactamente 40 minutos antes del lanzamiento de cada producto, y se dedican a atacarse. No es la vida real, es una visión intensificada de la vida real.

El guión de Aaron Sorkin va mucho más allá de Steve Jobs como persona. Él cambió una de las cosas más preciosas y vitales en nuestras vidas, la forma de comunicarnos, de interactuar con otros, y sin embargo, muchas de sus interacciones eran claramente disfuncionales. La película también se centra en los equipos; me refiero a una persona capaz de empujar a individuos y a grupos para que creen. El personaje de Steve es ingenioso, tiene sentido del humor y sabe hasta qué punto nos gusta encontrar a alguien que nos inspire a esforzarnos más. Su determinación por querer transformar a la gente casi rozaba la locura.

Antes de empezar a rodar, había incluido en el presupuesto largos periodos para ensayar cada acto por separado y secuencialmente. ¿Qué le impulsó a adoptar esta estrategia y cómo benefició a las interpretaciones, a la película en sí?

Lo más extraordinario del lenguaje de Aaron es el ritmo, su proyección. Quería ver a los actores hablar ese idioma, pero también era consciente de que representaba un desafío.

Dado que hay tres lanzamientos, nos concentrábamos en uno y lo filmábamos cronológicamente. Muy pocas películas se ruedan cronológicamente, pero hacerlo da un impulso a las interpretaciones y a la historia. Permite que los actores se sumerjan en un solo momento temporal, y se concentren en cuál sería su aspecto, cómo hablarían y qué sentirían en ese periodo de la vida del personaje. Les permite detenerse y evaluar la situación.

Los actores no paran de moverse durante los tres actos. En parte se debe a que son los últimos momentos antes de un lanzamiento y hay muchas cosas que resolver, pero también es intencionado porque refleja la filosofía de Steve Jobs. Se movía mientras hablaba. No le gustaba tener aburridas reuniones sentado. Prefería andar mientras hablaba porque daba impulso al proyecto, fuera cual fuera. Yo tenía la esperanza de que la forma de abordar los ensayos y el rodaje liberara físicamente a los actores; no quise crear espacios confinados, sino decorados que dieran sensación de libertad, de apertura. No era necesario que los actores se preocuparan mucho de dónde estaban colocados ni de adónde iban. Al principio de los ensayos, todos podían moverse como quisieran. Luego, a medida que se acercaba la fecha de rodaje, encontramos la forma de posicionarlos. El hecho de rodar con una Steadicam, que suele reservarse para secuencias de acción o de persecución, ayudó mucho a conseguir la libertad de movimientos deseada. La Steadicam crea una sensación de movimiento continuo. Geoff Healey, el primer operador de la Steadicam, es un auténtico artista, y con la iluminación de Alwin Küchler, nos permitió construir escenas de una gran fluidez en los tres decorados de los tres actos.

¿Por qué decidió rodar toda la película en San Francisco?

San Francisco es el pueblo de Belén de la edad moderna, el hogar de la segunda revolución industrial. Nací en el Norte de Inglaterra, en Manchester, la cuna de la primera revolución industrial hace 200 años. Al igual que mi ciudad natal, San Francisco está saturada de su historia y su mito. Pensé inmediatamente en rodar en San Francisco con la esperanza de que la película, mediante una especie de ósmosis, recogiera algo del ambiente. Hace tiempo que estoy convencido de que, si se respeta el lugar donde se rueda, la película sale ganando… mediante la compresión y la apreciación de los actores y la mía propia. Durante los ensayos y el rodaje conocimos, por casualidad o por haber quedado, a gente que había estado en los tres lanzamientos.

Diferencia claramente los tres espacios correspondientes a los tres actos, ¿por qué?

Sí. Lo primero que me atrajo del guión fue la dificultad de presentar tres escenas que transcurren entre bambalinas con el mayor dinamismo y tensión posible. Por eso decidimos trabajar en tres decorados diferentes, cada uno con algo especial, una sensación propia, una historia diferente.

¿Qué le hizo escoger el auditorio Flint para el lanzamiento del Macintosh en el Acto Primero?

El auditorio Flint, en el colegio universitario De Anza, en el corazón de Cupertino, fue donde tuvo lugar el lanzamiento del Macintosh en 1984. Allí, Steve Jobs desveló el Macintosh. Estábamos literalmente donde él estuvo. Rodamos el primer acto en 16 mm para conseguir una sensación menos pulida, más casera y básica, en un teatro sencillo y funcional. La energía casi podría describirse como punk, era el amanecer de los lanzamientos. El Acto Primero, cuando se lanza el Mac, es el mito creador de la época moderna. Es Steve Jobs sacándose de la chistera el futuro de la computadora, el primer ordenador personal, el primer ordenador a escala humana. Por primera vez, se le había ocurrido a alguien crear un ordenador que fuera parte del ser humano. Ya lo dice Steve en la película, hasta entonces, hasta 1984, Hollywood se había encargado de que los ordenadores dieran miedo. Él quiso que todos sintiéramos que nos pertenecían. Obviamente, aún no era el momento, no funcionó, no lo consiguió hasta después.

¿Por qué escogió la Ópera de San Francisco para el segundo acto? ¿Qué tenía la Ópera que encajase con el lanzamiento del NeXT?

Puede debatirse hasta qué punto Steve Jobs, en la realidad, decidió fabricar el ordenador NeXT para vengarse de Apple, pero sí sabemos que el sistema operativo NeXT volvió a abrirle la puerta de Apple. Vendió NeXT a Apple cuando esta empresa necesitaba un nuevo sistema operativo y eso era exactamente lo que ofrecía NeXT. Jobs consiguió introducir algo de NeXT que sigue estando en el corazón de todos los sistemas operativos de Apple.

Queríamos que el decorado reflejara la sensación de una venganza operística, y por eso escogimos la Ópera de San Francisco, con sus cortinas de terciopelo y sus molduras doradas. El Acto Segundo requería una ambientación más indulgente, casi romántica. Lo rodamos en 35 mm, dando una sensación mucho más fluida, bonita, lisa, si lo comparamos a la primera parte. El diseño, el movimiento de la cámara, la música, todo está enfocado para describir una especie de venganza. Queremos que el público entienda gradualmente la maquinaria del plan de venganza de Steve a medida que se revela durante el desarrollo del acto. Todo está encaminado hacia la venganza, es lo que dirige cada movimiento hasta el enfrentamiento definitivo entre Steve y John Sculley.

¿Qué tomó en consideración en cuanto al diseño y a la fotografía para el tercer acto, el lanzamiento del iMac?

El tercer acto trata más del futuro, de las líneas de comunicación y del control actual de datos. El iMac introdujo realmente Internet en nuestras vidas diarias. Rodamos esta parte en el futurista Davies Symphony Hall, en el centro de San Francisco. Y la rodamos con una Alexa, una cámara digital moderna con una resolución casi infinita. En el tercer acto nos dirigimos hacia posibilidades inimaginables, simbolizadas por el regreso de Steve Jobs a Apple y el lanzamiento del iMac, el producto que significó su regreso.

Ha hablado de la filosofía de los largos ensayos con los actores. ¿Cómo fue trabajar con Michael Fassbender? ¿Por qué pensó que era el intérprete idóneo para dar vida al personaje?

Nunca había trabajado con un actor que hiciera el recorrido que realizó Michael con semejante ferocidad de entrega. Nunca le vi recurrir al guión o a las hojas, y tenía que recitar cada día parrafadas comparables a los diálogos de «Hamlet» o de «El rey Lear». Absorbió el guión de una forma que fue mucho más allá que aprenderse el papel. Nunca preguntó en qué momento debía decir una frase. Conocía el guión como si lo hubiera escrito, lo que dio a su interpretación una fuerza incomparable; daba la sensación de ser capaz de crear algo en cualquier momento con casi nada. Siempre había pensado que Michael tenía algo de Steve Jobs. Me refiero a la increíble intensidad que aporta a todo lo que hace. Como actor, impone, lo digo en serio. Pero gracias a Dios, tiene un humor enorme. El guión es muy ingenioso, y Michael sabe extirpar cada gramo de humor cuando quiere. Su aplicación es tal que intimida a cualquiera, como demostró durante la preparación. Tuve suerte de unir el guión de Aaron Sorkin a un actor de este calibre. Mi trabajo consiste en impedir que nada se interponga.

Kate Winslet pasa por una transformación en el papel de Joanna Hoffman. ¿Cómo se enfrentó al papel?

Bueno, teníamos a Fassbender, más nos valía conseguir a una actriz excepcional para trabajar con él. Y eso hicimos. Kate es extraordinaria. Tiene mucho talento, desde luego, pero no sabía que su enfoque fuera tan amplio. Es una gran colaboradora, muy positiva, y como no sabe estar sin hacer nada, incluso reorganizaba a la figuración entre las tomas. Joanna Hoffman es la guardia y la sanadora que intenta organizar a un hombre imposible, y Kate se hizo con cada detalle del papel de forma brillante, tanto en el plató como en la historia.

Al igual que Michael, absorbió el lenguaje del guión con avidez y consiguió que pareciera fácil. Los grandes actores beben la musicalidad de las palabras de Sorkin. Se apoderan de ella, la notan inmediatamente y se oye inmediatamente. Es muy parecido a lo que pasa con un gran músico; basta con escucharle interpretar un fragmento de Mozart.

Las conversaciones de Aaron Sorkin con la auténtica Joanna Hoffman le influyeron mucho y decidió convertirla en un personaje clave en el guión, aunque solo aparece en unas pocas páginas en el libro de Walter. En nuestro caso, también es su historia. Joanna comprende que hubiera debido obligar a Steve a arreglar las cosas con Lisa antes de que esta fuera a la universidad. Por eso el guión es tan conmovedor y la interpretación de Kate tan maravillosa, se da cuenta de que fue cómplice de un error.

¿Cómo enfocó Seth Rogen el papel de Steve Wozniak?

Fue muy valioso contar con el verdadero Steve Wozniak durante los ensayos para hablarnos de su experiencia con Jobs y con Apple. Pero Seth se hizo con la esencia de Woz desde el primer momento. No sé cómo explicarlo con palabras; la interpretación de Seth contiene algo que llega hasta la raíz del personaje. Ocurre a veces con los grandes cómicos, también tienen a un actor serio, ambicioso, instintivo y hábil en su interior.

Woz cree que el talento no impide a nadie ser decente, y esa idea recorre toda la película como un hilo conductor. La cruz de Woz durante toda la película es intentar que Steve reconozca la importancia del pasado, que acepte el importante papel del pasado en el proceso creativo, tan importante como la innovación. Pero Steve solo piensa en una cosa, la innovación. Para Steve solo existe el futuro, es su meta. Woz intenta hacerle entender que la creación se basa en la innovación, desde luego, pero que también depende de las personas que estuvieron antes. Siempre nos apoyamos en alguien anterior, y la elegancia de reconocerlo nos permite estar entre los predecesores. El hecho de que su mejor amigo, junto al que soñó y creó el ordenador personal, no lo reconozca, es tremendamente conflictivo para él. Seth plasma maravillosamente el optimismo y la angustia de la amistad que les une.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.