El cinéfago con cierta edad todavía recuerda aquella breve explosión de ciencia-ficción submarina que se desarrolló a finales de los 80, con películas como Leviathan: el demonio del abismo (George Pan Cosmatos, 1989), Profundidad seis (Sean S. Cunningham, 1989), Abyss (James Cameron, 1989) y La grieta (Juan Piquer Simón, 1990), esta última española y vagón de cola de un tren que no obtuvo resultados económicos espectaculares, ni siquiera el impresionante film de James Cameron, director que firmaba lo más cercano a un fracaso de taquilla dentro de su meteórica carrera.
El tiempo no ha tratado mal a estas películas, quizá por lo de «otro vendrá que bueno te hará», y la mayoría resultan aceptables variaciones mojadas de la ciencia-ficción en su vertiente Alien, cambiando el espacio exterior por el entorno abisal.
El escaso entusiasmo del público limitó durante muchos años la ciencia-ficción subacuática a títulos como Esfera (Barry Levinson, 1998), adaptación de la novela de Michael Crichton y poco más. Como mucho, tuvimos terrores procedentes del mar asediando barcos (Deep Rising, 1998) o costas (Dagon, la secta mar, 2001).
¿Se puede hablar de Underwater como una película de espíritu retro? ¿Es una reivindicación de las zambullidas del 89? Bien podría serlo, ya que usa argumentos, aparejos y maneras muy similares a los de aquellas películas. De nuevo, amenazas del fondo oceánico (o incluso más profundas) atacan una plataformas submarina. Los personajes sufren lo indecible, no sólo por estos horrores indeterminados (que podrían ser terremotos, pero cualquier espectador avezado sabrá que hay algo más), sino también por los fallos en la tecnología, la terrible presión de las profundidades, las hipotermias, los ahogamientos, etc. Para salir vivos de la situación, los protagonistas tendrán que echarle valor, aguante y recurrir a sus conocimientos técnicos.
La protagonista principal, la más lista y valiente, es una «Ripley» encarnada por una Kristen Stewart que ya parece haberse sacudido de encima Crepúsculo, con un potencial para el estrellato que no se sabe explotar en la mayoría de las películas comerciales que protagoniza, casi siempre escasas de fuelle.
De Underwater se agradece que vaya al grano. En la primera escena ya tenemos un ¿accidente? que destruye al 70% una gigantesca estructura minera submarina, y a partir de ahí, todo son tribulaciones.
No se pierde mucho tiempo con diálogos de relleno, que los hay, pero son pocos. T.J. Miller ejerce, como siempre, de alivio cómico, soltando citas literarias sobre Lewis Carroll de forma algo forzada, y también se producen algunas confesiones personales entre los protagonistas. Pero lo importante aquí es el suspense, el terror y los trucajes.
Las sensaciones fuertes no lo son tanto como cabría esperar, quizá porque los espectadores ya tenemos demasiado rodaje, pero también porque los efectos digitales provocan algo en principio contradictorio: hacen que las películas de 1989 tengan mejor aspecto que esta cinta de 2020. Los escenarios acuáticos se hacen confusos, con lo que a veces no tenemos muy claro dónde están los personajes o a qué lugar se dirigen.
Por otro lado, Underwater pierde tensión cuando muestra sus cartas. No revelaremos sorpresas, pero baste decir que en la película no aparece nada que no viéramos en la adaptación a cine de las aventuras de Aquaman (James Wan, 2018). Dar miedo con algo previamente mostrado en una película de superhéroes resulta difícil.
Otra cosa que agradecemos en Underwater es su parte no digital (gente atractiva en paños menores, trajes submarinos molones, claustrofobia) y las buenas intenciones. Un inocuo pasatiempo cuyas pinceladas de terror pulp se ven lastradas por cierta falta de valor. Se contiene a sí misma para no crear imágenes demasiado traumáticas. ¡Lo que podría haber hecho Junji Ito con esta premisa!
Sinopsis
Algo se ha despertado a 11 kilómetros bajo la superficie del mar. La tripulación de la expedición minera Kepler comprendió que su misión iba a plantear ciertas dificultades: treinta días confinados en los estrechos pasillos y las superpobladas cabinas de una plataforma submarina construida para soportar las enormes presiones de las perforaciones que se realizan en el fondo del mar. Pero el infierno se desata después de un devastador terremoto. Las alarmas se disparan cuando torrentes de agua destruyen y anegan la estructura de hormigón armado; su fuerza es inimaginable y hace pedazos la estructura en cuestión de segundos. Gracias a su mente rápida y a su ingenio, la ingeniera eléctrica Norah Price logra salvarse y evitar un desastre inminente, pero a un precio altísimo.
No consigue enviar un mensaje de socorro y con su submarino de salvamento destruido, todo parece haberse confabulado contra Norah y los escasos supervivientes. Ella y el resto del equipo ‒el capitán, Lucien, la estudiante de biología marina Emily, el experto en operaciones Smith, el jefe de sistemas Rodrigo y el astuto residente Paul‒ no tienen muchas opciones.
En 1979, Alien, el octavo pasajero, el éxito de Ridley Scott, trasladó el género de terror al espacio exterior. En 1989, James Cameron hundió en las profundidades a una tripulación submarina en peligro en su película Abyss. Aprovechando lo mejor de ambas películas e introduciendo personajes y criaturas espectaculares totalmente nuevas, Underwater ofrece a los fans de la ciencia ficción y del terror una aventura tremendamente atractiva y visceral ambientada a 11 kilómetros bajo la superficie del mar cuya estrella es la aclamada actriz Kristen Stewart, que interpreta a un personaje que no le tiene miedo a nada.
Las mejores películas del género siempre están basadas en el mundo real y, desde sus inicios, Underwater se concibió como una mezcla muy ambiciosa de ciencia ficción, acción, terror y humor, que podría producirse en un futuro no muy lejano. La película inició su andadura con una presentación muy original de guionista Brian Duffield, cuyos créditos incluyen la tercera entrega en 2015 de la serie Divergente, Insurgente. El guión inicial de Duffield llamó poderosamente la atención del experimentado equipo de Chernin Entertainment. Comprendieron que la historia de una expedición minera submarina que sale mal tenía un potencial enorme, con unos personajes que deben hacer lo más inimaginable para sobrevivir en un entorno implacable.
Los productores contrataron a Adam Cozad (La leyenda de Tarzán) para refinar el guión y profundizar en las relaciones entre los personajes: Norah, el Capitán Lucien, la estudiante de biología marina Emily, el experto en operaciones Smith, el jefe de sistemas Rodrigo y el bromista Paul. Cozad buscó inspiración en Alien, el octavo pasajero, pero también en la secuela de 1986 de Cameron, la cinta repleta de acción Aliens: El regreso. En ambas, Sigourney Weaver interpretaba su papel icónico como la heroína Ellen Ripley.
Una vez que se concretó cómo iba a ser la historia, los realizadores reunieron a un grupo estelar de actores para dar vida a la tripulación de la expedición minera Kepler.
Underwater se rodó en Nueva Orleans en tres platós y en algunos sets exteriores, pero los obstáculos a los que se enfrentó la producción fueron significativos. «Uno de los aspectos más complicados de esta producción fue que en casi toda la historia, nuestros personajes caminan sobre el lecho marino», dice la productora Jenno Topping. «Esto significaba que teníamos que descubrir cómo recrear de manera realista el hecho de que los personajes están debajo el agua. Para conseguirlo, nos servimos de una combinación de efectos visuales, colocando a los actores en el agua y utilizando la tecnología que creamos específicamente para el rodaje».
El director William Eubank trabajó en estrecha colaboración con el director de fotografía Bojan Bazelli y con el diseñador de producción Naaman Marshall para dar forma a entornos inmersivos que ayudarían a transportar a los actores a los espacios reducidos en los que se desarrolla la historia.
Los sets también se construyeron y se pintaron para que pudieran adaptarse a una antigua técnica cinematográfica llamada dry-for-wet. Esta técnica dry-for-wet también se utilizó en películas recientes como La forma del agua, la fantasía de época ganadora del Premio de la Academia® dirigida por Guillermo del Toro y el drama de astronautas Lucy in the Sky. Consiste en rodar en seco aunque el actor parezca que está mojado. Lo que se hace es filmar al actor en un plató vacío y a sus pies se coloca un ventilador potente para que se muevan sus ropas y el pelo. A continuación se añaden por ordenador los efectos del agua. De esta forma no se necesita rodar en enormes depósitos de agua. Mientras se rueda, los efectos de iluminación especializados ayudan a crear la ilusión de un entorno acuático a gran escala en los platós, que pueden inundarse de niebla para mejorar el efecto. Los actores (o sus dobles de acrobacias) se mueven mediante cables o en arneses para simular que están flotando.
En la posproducción, se añaden efectos visuales de última generación para que parezca que las escenas se desarrollan debajo del agua utilizando olas digitales, burbujas y partículas. «Estamos rodando una película en el fondo del mar pero lo cierto es que no estamos en el fondo del mar. Utilizamos muchas tecnologías para conseguirlo como efectos visuales, efectos digitales, efectos especiales», dice Eubank. «Todos utilizamos estos efectos en algún grado».
Después del rodaje en Nueva Orleans, Eubank y el supervisor de efectos visuales Blair Clark comenzaron un proceso largo e intensivo en Los Ángeles trabajando con la compañía de efectos visuales MPC (Moving Picture Company), que ha realizado efectos galardonados en películas como El libro de la selva, La vida de Pi y Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 2. El equipo de efectos visuales necesitaba que pareciera que toda la acción se desarrolla debajo el agua, ya sea para garantizar que el movimiento del agua en sí parezca realista o para mantener la coherencia de los movimientos de los personajes con el movimiento del cuerpo a esa profundidad tan increíble.
Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.
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