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Crítica: «Interstellar» (Christopher Nolan, 2014)

Lo mejor de la nueva película de Christopher Nolan no es lo que está ocurriendo en su relato sino las imágenes que nos deja en la retina. Ahí es donde encuentra sentido esta superproducción de tesis, poco confortable para quienes disfrutaron con Guardianes de la Galaxia y esperan aquí otro divertido viaje más allá de la vía láctea.

De hecho, el espectador debe entrar a la sala consciente de lo que le aguarda. A lo largo de casi tres horas, Nolan conjuga aventura espacial, reflexiones apocalípticas, comentarios existenciales y algún que otro futurible científico. El tono oscila entre la solemnidad y la melancolía. Nada que ver con ese parque temático de la NASA que Alfonso Cuarón diseñó en la vertiginosa Gravity.

Nolan es un jugador de primera división en el Hollywood actual, y por ello, a la hora de dotar de potencia a su película, se ha rodeado de un reparto infalible –Matthew McConaugheyAnne HathawayJessica ChastainMichael CaineMatt DamonJohn Lithgow–; un elenco que le permite mejorar algunos ángulos imperfectos del guión.

Desde el lugar de privilegio en que hoy se encuentra, el realizador ha decidido recuperar el subgénero de la ciencia-ficción dura –tan de moda en los sesenta y primeros setenta–, como si él y su hermano Jonathan se hubieran pasado todo un verano releyendo a Larry NivenStanislaw Lem y Robert Silverberg, o comentando plano a plano 2001 de Kubrick.

El resultado es un relato grandilocuente que no tiene ni una sola concesión cortoplacista, vigoroso, a ratos perturbador, sombrío, algo escaso de empatía y con el lastre de varios trucos de guión y de algunas arritmias que no todos lograrán digerir.

Las expectativas de los fans de Nolan serán puestas a prueba, y habrá quienes salgan de la sala con la admiración a flor de piel y quienes la abandonen decepcionados o tirando a confusos. En mi caso, y aun reconociendo el poderío de bastantes secuencias, no participo del contexto catártico que plantea Interstellar. Eso no quiere decir que me disguste por completo. Simplemente, no me convence, sin que pueda atribuirlo a una anomalía concreta.

Pese a la seriedad del tratamiento narrativo, la idea de partida es digna de una space opera tradicional. Un equipo de astronautas ha de atravesar un agujero de gusano con el propósito de descubrir un mundo habitable para la raza humana. La Tierra agoniza y solo la valentía e inteligencia de estos exploradores espaciales les permitirá salvar –o no– a nuestra especie.

Los hermanos Nolan han decidido que su obra ha de estar a la altura de las investigaciones astronómicas más recientes. Hacen acopio de referencias –desde la relatividad a la física cuántica– y procuran no salirse de ese compromiso con la autenticidad. Ello explica su colaboración con un científico de primer nivel, Kip Thorne, conocido por sus aportes a la física gravitacional y la astrofísica. El prestigio de Thorne, que ocupó la cátedra “Profesor Feynman” de Física Teórica en el Instituto Tecnológico de California, es algo que, dicho sea de paso, también contribuye a la mercadotecnia de Interstellar.

Uno puede quedarse con la magnitud del proyecto, cuya financiación ha requerido un acuerdo entre Warner Bros., Paramount Pictures y Legendary Pictures, o elogiar la calidad de los intérpretes y de los efectos especiales. Pero quizá lo más relevante sea, precisamente, la participación de Thorne, autor en la sombra a quien podemos atribuirle la parte más original de la trama.

Kip Thorne, amigo y colega de Carl Sagan, ya participó en el desarrollo de Contact (2006). Fue él quien propuso el concepto inicial de Interstellar, que en un principio iba a ser rodado por Spielberg bajo el paraguas de Paramount, y es asimismo quien ha permanecido junto a los Nolan a la hora de diseñar el guión definitivo. Otro detalle que no pasará desapercibido a los investigadores y a los aficionados a la divulgación cientítica es la rigurosa representación visual que se hace de un agujero negro. Esa fascinante simulación, obviamente, también se debe a la asesoría de Thorne.

Otro detalle atractivo es el modo en que Nolan asimila algún que otro procedimiento visual de sus colegas, lo cual nos lleva a identificar secuencias que, salvando las lógicas distancias, podrían estar rodadas por Spielberg, por Kubrick o por Shyamalan.

En todo caso, el espectador medio debe tener en cuenta la naturaleza singular de este largometraje: por mucho que le hablen de la escala de la producción, de la riqueza conceptual del libreto o del nivel de su reparto, debe comprar su entrada sabiendo que esta es una cinta exigente, alejada del espíritu propio de las multisalas.

Sinopsis

Al ver que la vida en la vida en la Tierra está llegando a su fin, un grupo de exploradores decide embarcarse en la que puede ser la misión más importante de la historia de la humanidad y emprender un viaje más allá de nuestra galaxia en el que descubrirán si las estrellas pueden albergar el futuro de la raza humana.

En otoño de 2013, Christopher Nolan se encontraba en Islandia, el mismo lugar donde, diez años antes, trabajó en la innovadora Batman Begins, así que podríamos decir que ya está acostumbrado a las arduas condiciones meteorológicas del lugar. Necesitaba un paisaje que lograra representar los mundos lejanos a los que nos llevará en su nueva aventura, Interstellar, en la que descubriremos un planeta incrustado en hielo, con complejos sistemas montañosos y otro cubierto por agua, dominado por olas gigantes.

Nueve meses después, pisando tierra firme y segura en los estudios de doblaje de Warner, donde el director supervisa la mezcla de sonido de la película, Nolan nos cuenta: «Decidimos grabar allí porque necesitábamos paisajes extremos, y me dio la impresión de que el resultado sería más auténtico cuanto más extrema fuera la geografía del lugar».

Previamente, consultó las previsiones meteorológicas con un especialista en localizaciones de Islandia, y, lógicamente, surgieron algunos contratiempos, pues se encontraban en el Norte, muy alejados del ecuador, durante la parte más álgida del invierno.

El especialista de localizaciones le explicó: «Normalmente, el tiempo no es tan malo, pero hace un año, se desencadenó una tormenta horrible, y los vientos eran tan fuertes que arrancaban el asfalto».

Nolan dio por hecho que se había equivocado con el término y en realidad se refería a la gravilla del camino o a otro tipo de suelo ligero; estaba seguro de que no se refería al «asfalto».

«¿En qué época del año fue?» le preguntó Nolan. «El 14 de septiembre», contestó el especialista.

Nolan recuerda: «El 15 de septiembre, mientras estábamos rodando, el viento empezó a soplar muy fuerte. Poco después, se desencadenó el vendaval más fuerte que te puedas imaginar. Duró dos días, y era tan fuerte que podía levantarte del suelo, así que tuvimos que recoger todo y volver a nuestros hoteles. El equipo estaba repartido en dos hoteles, y el viento arrancó grandes trozos de asfalto de la carretera que había entre ambos, tal y como nos habían dicho. ¡Si no lo hubiera visto con mis propios ojos, no me lo habría creído!»

Nolan y su equipo tuvieron que hacer frente a la furia del huracán y trabajar en mitad de vientos cuya fuerza resquebrajó la carretera y arrancó la pintura de un coche abandonado. Aun así, siguió adelante con el rodaje durante los momentos de calma, y solo paraba cuando se lo aconsejaba el equipo de seguridad.

Podremos ver cómo se desata esta tormenta en la que puede ser la aventura más extensa en la que se haya embarcado NolanInterstellar, una película que llegará a los cines este otoño, y en la que, esta vez, el director va más allá de las peleas callejeras de la trilogía El caballero oscuro o de los diversos paisajes imaginarios de Origen. Aunque nos lleve a un lugar remoto del universo, Nolan no cesa en su empeño por transmitir realismo.

Si no, preguntadle a su compañera Emma Thomas, productora de la película junto a Lynda Obst y al propio director. Cuando le pedimos que nos hable de Interstellar, lo primero que nos cuenta no tiene nada que ver con naves espaciales o un viaje a inhóspitos lugares extraterrestres, sino que se centra en los fundamentos: «Principalmente, creo que trata sobre el espíritu aventurero y explorador del ser humano. La película plantea cuestiones muy importantes, pero, al final, todo se reduce a la historia de una familia y a las relaciones humanas, y eso es fantástico».

Para Nolan, el realismo va más allá de plantear un rodaje en lugares prohibidos y consiste en encontrar todo el potencial de la humanidad en una historia de aventuras. La trama principal de Interstellar gira en torno a una familia: los hermanos Murphy y Tom (interpretados por Mackenzie Foy y Timothée Chalamet), su abuelo Donald (John Lithgow) y su padre, Cooper (Matthew McConaughey).

McConaughey, nos describe a Cooper, su personaje, en primera persona: «Soy un piloto, y eso es un sueño hecho realidad. Mi objetivo era poder salir a explorar y vagar por ahí…», nos cuenta mientras señala al cielo. «Pero luego me condenaron a quedarme en la tierra, primero, por circunstancias de la vida, es decir, por mi familia; y segundo, por circunstancias de este mundo futuro creado por Chris y su hermano [Jonathan Nolan, guionista de Interstellar junto al director]. El ser humano vive en este mundo futuro donde no se le permite explorar, ni ser ingenioso o hacerse preguntas importantes, y sin embargo, estos conceptos son necesarios para el sustento de la humanidad, para evitar que se extinga. Es como si a nuestra raza le hubieran prohibido tener buenas ideas. De repente, a mi personaje le dicen: ‘Tienes que volver a pilotar, pero esta vez no se trata de que persigas tu sueño, sino que esta tarea conlleva una gran responsabilidad. Necesitamos que seas el piloto de nuestra nave'».

La historia de Interstellar comienza en la Tierra, pero no en la que todos conocemos, sino que, tal y como lo han concebido Jonathan y Christopher Nolan (ambos han colaborado en numerosas películas, entre las que destaca el thriller psicológico Memento), la historia nos traslada a una Tierra futura, azotada por una crisis que ha provocado que el ser humano experimente de nuevo un evento parecido al Dust Bowl, la Gran Depresión en la que las praderas de Estados Unidos se vieron sumidas en tormentas de polvo que provocaron sequías terribles en los terrenos del país.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de sinopsis e imágenes © Syncopy, Lynda Obst Productions, Legendary Pictures, Paramount Pictures, Warner Bros. Pictures. Cortesía de Warner Bros. Pictures España. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.