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Crítica: «Sucker Punch» (Zack Snyder, 2011)

Dragones, burdeles, bombarderos B-25, samurais, oficiales mutantes, mujeres hermosas y armas automáticas. El espectador osado hallará todo eso y mucho más en Sucker Punch, la nueva película de Zack Snyder.

Sucker Punch es visualmente impecable, excesiva y sensual de un modo que aceptará de buen grado cualquier espectador que haya crecido en la era de los videojuegos, los videoclips y el lenguaje publicitario. El diseño artístico sigue la misma pauta, y contribuye a definir la atractiva personalidad estética de la película.

Es cierto que su guión –trivial y reiterativo– no comparte las mismas ambiciones, pero a decir verdad, el público objetivo de la cinta no irá en busca de una trama profunda. Al contrario, preferirá dejarse llevar por la intensidad visual este cuento de realidades paralelas, a medio camino entre los tebeos japoneses, el fetichismo y los juegos de consola.

Con todo, esta ensoñación adolescente tiene algún que otro antecesor ilustre. Sin ir más lejos, esa hermosa novela que es El peregrino de las estrellas (The Star Rover, 1915), de Jack London.

Escrita por Steve Shibuya en colaboración con Snyder, la película es un proyecto muy personal de este último, en el que el público tendrá oportunidad de hallar –o debería buscarlo– ese estilo hipnótico, impactante y barroco que distingue al realizador.

No es fácil intuir qué inspiró la trama, aunque Snyder vaya a tiro hecho, y sin vacilaciones la describa como una versión de Alicia en el País de las Maravillas con artillería pesada.

En principio, es impagable que el director haya reunido a un elenco juvenil con actrices tan prometedoras como Emily Browning, Vanessa Hudgens, Abbie Cornish, Jamie Chung y Jena Malone.

Pero, dirán ustedes, ¿qué es y de qué trata Sucker Punch? Pues bien, nos hallamos ante una de esas narraciones que alternan dos universos paralelos, el real y el imaginario.

En este caso, la realidad transcurre en los años cincuenta, y la protagonista es Baby Doll (Emily Browning), una jovencita encerrada en un sanatorio mental. Sobre ella pende una dura condena médica –van a lobotomizarla– y eso la empuja a huir en compañía de otras pacientes. El culpable de esta situación no es otro que su malvado padrastro (Gerard Plunkett). Como es fácil de imaginar, las verdaderas cimas de esta historia no transcurren dentro del siniestro manicomio de Brattleboro, en Vermont, sino en ese prodigioso mundo alternativo que aflora en la mente de Baby Doll.

Como en los cuentos de hadas clásicos, la joven debe cumplir en el terreno de la fantasía una misión que tendrá sus consecuencias en el plano de lo real. En este caso, Baby Doll y sus amigas deben robar cinco objetos antes de ser atrapadas por un maligno adversario: Blue, encarnado por Oscar Isaac.

Adiestradas por un sabio instructor y maestro de armas (el entrañable Scott Glenn), las jóvenes forman un equipo letal, y es así como, junto a Baby Doll, afrontan ese plan enloquecido Blondie (Vanessa Hudgens), Sweet Pea (Abbie Cornish), Amber (Jamie Chung) y Rocket (Jena Malone).

Un mundo alternativo

El esfuerzo de producción que se advierte en Sucker Punch viene justificado por la calidad del equipo técnico: el mismo que rodó Watchmen en los estudios de Vancouver.

Aunque los primeros diseños están fechados en marzo de 2007, la preproducción empezó en Los Ángeles en junio de 2009. El rodaje dio comienzo en septiembre del mismo año, y se prolongó hasta enero de 2010

Como ya ocurrió en el caso de 300, los protagonistas de Sucker Punch tuvieron que someterse a un durísimo entrenamiento físico. Esa preparación casi espartana fue dirigida por todo un maestro, Damon Caro, que ya había colaborado con Snyder en 300 y en Watchmen como jefe de especialistas y coreógrafo de las peleas. En este caso, las rutinas de combate empleadas por Caro se asemejan a las que él mismo diseñó para la saga de Bourne.

El burdel donde habitan las jóvenes en ese mundo alternativo es un palacio del burlesque, con un estilo provocador y recargado que nos recuerda las escenografías de Moulin Rouge!

Otro paralelismo con el citado musical es que en la cinta de Snyder abundan las versiones de canciones conocidas, adaptadas para la ocasión (por ejemplo, «White Rabbit», de Jefferson Airplane, y «Love Is the Drug», de Roxy Music).

Más coincidencias: Marius de Vries, el autor de la música incidental de Moulin Rouge!, fue llamado por Snyder para componer parte de la banda sonora de Sucker Punch.

Lo cierto es que otra de las ventajas de inventarse un mundo tan recargado es que sus referencias –desde el cómic hasta el dibujo animado– permiten a un diseñador de producción como Rick Carter llevar su talento hasta límites insospechados.

No lo duden: la grandeza de sus decorados, sumada a los formidables efectos visuales creados por Animal Logic y Moving Picture Company, convierten Sucker Punch en un delirio grandilocuente y persuasivo.

Sinopsis

Sucker Punch es una fantasía de acción épica que nos introduce en la viva imaginación de una joven cuyo mundo onírico le permite escapar de su oscura realidad. Sin limitaciones de tiempo o espacio, tiene la libertad para ir adonde su mente la lleve y sus increíbles aventuras borran la línea entre lo real y lo imaginario.

Ha sido encerrada contra su voluntad, pero Babydoll (Emily Browning) no ha perdido su deseo de sobrevivir. Decidida a luchar por su libertad, anima a otras cuatro chicas, la reacia Sweet Pea (Abbie Cornish); la decidida Rocket (Jena Malone); la astuta Blondie (Vanessa Hudgens) y la leal Amber (Jamie Chung); a unirse a ella e intentar escapar de su terrible destino a manos de sus captores Blue (Oscar Isaac) y Madame Gorski (Carla Gugino), antes de que el misterioso El gran apostador (Jon Hamm) vaya a por Babydoll.

Con un arsenal virtual a su disposición y guiadas por Babydoll, las chicas entablan un combate fantástico contra todo tipo de enemigos, desde samuráis hasta serpientes. Juntas, deben decidir lo que están dispuestas a sacrificar para permanecer vivas. Pero con la ayuda del Hombre Sabio (Scott Glenn), su increíble viaje, si lo consiguen, las liberará.

El cineasta Zack Snyder ha querido innovar en la batalla entre la fantasía y la realidad en su primera película basada en una idea original propia: Sucker Punch. Snyder, creador de la historia, coguionista, productor y director de la película, afirma: “Sucker Punch es una película sobre escapar, tanto literal como metafóricamente. Muestra cómo la mente puede crear una barrera casi impenetrable contra el mundo real y hasta dónde estamos dispuestos a llegar, qué sacrificios estamos dispuestos a hacer, para salir de una situación difícil”.

La película, del estilo de 300 y Watchmen respecto a los efectos visuales, es el resultado de una idea de Snyder: “Para mí fue una evolución. A mí me inspiran el arte de fantasía y las revistas como Heavy Metal. La película es como una mezcla entre esas influencias, En los límites de la realidad y la literatura de Richard Bach. Tardé años en concebir la historia completa. Hacía tiempo había escrito una historia corta en la que aparecía un personaje llamado Babydoll. A medida que la desarrollaba, la idea evolucionó, se amplió y cobró vida propia”.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero Peña, Cualia. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Cruel & Unusual Films, Legendary Pictures, Lennox House Films, Warner Bros. Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.