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«Watchmen» (2009), de Zack Snyder

Si dicen que Frank Miller traicionó el espíritu de Eisner con su Spirit (pero a mí me gusta más Miller que Eisner, así que tampoco me preocupa), esperad a ver esto, amiguitos. Me jode darle la razón a Alan Moore, porque es un señor por el que nunca he sentido excesiva simpatía, que sí admiración: pero esta vez hace bien en alejarse del desaguisado.

No he entendido jamás la expectación que levanta esta película entre los blogueros españoles ‒y parece que entre los de todo el mundo‒: no lo puedo atribuir más que al típico complejo de inferioridad de una cultura mucho más colonizada aún de lo que se cree (por la perversa razón de que nuestros anticolonialistas, la élite cultural, se aferra a la ultimísima novedad del imperio para parecer más guay). Watchmen es una estupenda miniserie de comic-books (que no “novela gráfica”, como farfulla el alborotado Snyder), pero cualquier persona que la haya leído o, al menos, cualquier persona A LA QUE LE GUSTE, sabe que no tiene sentido adaptarla a la gran pantalla.

Es una irónica pena que Snyder, después de debutar con una película de género tan poderosa como El amanecer de los muertos, haya descubierto el mundo de los cómics. La testosterona le sienta bien (300), pero el sentido de la relatividad y el decadentismo británicos ‒qué coño, la creación cerebral‒, sinceramente, no le pegan ni con cola. El bueno de Zack debería estar preparando el regreso al cine de Conan el Bárbaro o incluso de Mad Max. Ése es su terreno y, personalmente, me encanta que lo sea.

Admito que no entiendo qué interés tiene ver Watchmen en el cine. El cómic no sólo es perfecto como es (mas no alegaré razones de purismo): no da pie a ninguna interpretación artística, dentro de un enfoque comercial, que pueda, a primera vista, mejorar el original. La historia narrada en Watchmen es una sucesión de intrigas humanas muy precisas, desglosadas por su guionista con esa pulcritud y detallismo británicos que tan nerviosos nos pone a los que tiramos de víscera: no hay épica en sus páginas, ¡no hay pie al espectacularismo!

La única manera de reproducir (imposible recrear) su trama sin traicionarla es mediante una adaptación literal, conformando una de esas miniseries de la BBC como Yo, Claudio o Retorno a Brideshead, donde el celuloide se reserva para los escasos exteriores. ¿Qué va a hacer Snyder? ¿Convertir en trepidante la acción de Watchmen? ¡Watchmen no es trepidante! No a la manera locomotriz en que se entiende el término dentro de los cánones hollywodienses.

Una película épica y espectacular de dos horas y media no es Watchmen. Espectacularizarla equivaldría por fuerza a su falseamiento. A no ser que Snyder se disfrace de Terry Gilliam cuando Roscharch entra en escena o de Kubrick cuando lo haga el Dr. Manhattan: las trincheras de lo decadente o lo cósmico tampoco me remiten a Snyder. Incluso la digresión intestinal de un cómic dentro del cómic está en Watchmen perfectamente calculada, milimetrada.

En ese sentido, el material de base de un V de vendetta, resultando a mi entender un título mucho más irregular y mediocre (es con diferencia la obra que menos aprecio de su guionista) se presta mucho más a una buena adaptación cinematográfica (ignoro si la existente es buena, no la he visto); da, en resumen, mucho más juego.

Sinopsis

Watchmen está ambientada en 1985, en unos Estados Unidos alternativos en los que los superhéroes disfrazados son parte del tejido de la sociedad cotidiana, y el “Reloj del Fin del Mundo” (que mide la tensión entre USA y la Unión Soviética) marca permanentemente las doce menos cinco de la noche. Cuando uno de sus antiguos colegas es asesinado, el vigilante enmascarado llamado Rorschach descubre un complot para matar y desacreditar a todos los superhéroes, actuales y del pasado. A medida que va contactando de nuevo con sus antiguos compañeros de la legión anti-delitos (un abigarrado grupo de superhéroes retirados, de los cuales sólo uno tiene auténticos superpoderes), Rorschach va descubriendo una preocupante conspiración de largo alcance que vincula su pasado común con unas catastróficas consecuencias para el futuro. Su misión es velar por la humanidad, pero… ¿quién vigila a los vigilantes?

Watchmen apareció por primera vez como una serie limitada de cómics de 12 ejemplares. Fue publicada originalmente por DC Comics entre 1986 y 1987, y luego vuelta a publicar como la novela gráfica legendaria en la actualidad. La ‘cara de Smiley’ manchada de sangre de la portada, la imagen de las agujas de un reloj avanzando un minuto más cerca de la medianoche, y la estructura en doce capítulos son emblemáticas de esta obra ricamente compleja a la que se atribuye desde hace tiempo el haber elevado la novela gráfica hasta convertirla en una nueva forma de expresión artística. Watchmen es la única novela gráfica que ha ganado el prestigioso premio Hugo o que apareció en la lista de 2005 de la revista Time entre “las 100 mejores novelas en lengua inglesa desde 1923 hasta el presente”. También obtuvo varios premios Kirby y Eisner.

Cuando se publicó, Watchmen tuvo gran repercusión entre una generación que había crecido con la perspectiva de una guerra nuclear, no como una abstracción sino como una realidad palpable. Ha sido elogiada por dar voz a la angustia y ansiedad de la época, el miedo y la intimidación del poder y sus abusos, y la sombra de paranoia e impotencia experimentada cada día por la gente corriente, considerada insignificante por los que detentan el poder. En las décadas transcurridas desde su publicación, se ha ganado una legión de fervientes admiradores de todas clases que sigue creciendo.

“En los ochenta, había mucha paranoia con lo de la ‘Guerra Fría’ (si iba a continuar su escalada y qué pasaría si lo hacía) y con la fragilidad de la sociedad, con qué poco habría que hacer para destruir completamente todo lo que teníamos”, comenta Dave Gibbons, el ilustrador gráfico y coautor de Watchmen. ”Era algo muy real para mí. Y aunque haya disminuido un poco, existen nuevos miedos a la destrucción masiva, así que creo que siempre habrá paranoia”.

Subvirtiendo y reconstruyendo el concepto de los superhéroes, la historia presentaba a un grupo de personales que eran más “humanos que sobrehumanos”: personas reales que se enfrentan a temas éticos y personales, que luchan contra la neurosis y el fracaso y que, aparte del Doctor Manhattan, carecen de superpoderes. El equipo original de héroes, los Minutemen, estaba formado por La Silueta, Espectro de Seda, El Comediante, Justicia Enmascarada, Capitán Metrópolis, Búho Nocturno, Polilla y Dólar Hill. La siguiente generación de aventureros enmascarados (los que están en el centro del misterio en la novela gráfica) son Espectro de Seda II, Búho Nocturno II, Rorschach, Dr. Manhattan, Ozymandias y El Comediante, que es el único que queda de los Minutemen. Cada uno simboliza una clase de poder, una obsesión y una psicopatología diferente. Una clase diferente de superhéroe.

Además de la mística del libro (con su intrincada y poliédrica narrativa y diálogos, su simbolismo y sincronicidad, sus flashbacks y metaficción), Watchmen ha sido considerada durante mucho tiempo tanto una obra única… como una obra virtualmente imposible de rodar.

Durante más de una década, los productores Lawrence Gordon y Lloyd Levin mantuvieron la fe en que esto último no era verdad, elaborando el proyecto y esperando el momento justo y al director adecuado para dar vida al libro en una forma que estuviese a la altura de la obra. “Leí Watchmen cuando salió por primera vez”, cuenta Levin. “Yo era un gran fan de los cómics, pero nunca había leído nada igual. Fue la primera vez que conecté de verdad con una novela gráfica, en el sentido de percibir que aquel era mi mundo, el mundo en el que todos vivíamos. Es una gran obra literaria. La naturaleza precisa como un reloj de la narración, lo profundamente que aborda la condición humana, la naturaleza épica de la historia, todo esto hace que sea una lectura muy intrigante y provocativa”.

El proyecto se completó cuando el director Zack Snyder, que estaba todavía produciendo el que iba a ser el taquillazo de 300, comunicó a los productores su afinidad hacia la novela gráfica y su deseo de dirigirla. “Con Watchmen, siempre ha habido una sensación de descubrimiento, coincidencia y ritmo”, dice Gibbons. “Parecía que ésta era una buena ocasión para que sucediese, y Zack era sin ninguna duda la persona adecuada para hacerlo correctamente. Pero nada de esto hubiera podido realizarse sin la paciencia y la pasión de Larry y Lloyd, quienes no lo hubieran hecho si no se pudiera hacer bien”.

Lawrence Gordon observa: “Después de trabajar más de 15 años para conseguir hacer Watchmen, estaba ilusionadísimo. En todos y cada uno de los aspectos de la producción (desde desarrollar el guión hasta reunir a nuestro equipo creativo, desde dirigir al estupendo reparto hasta plasmar el aspecto de la película), Zack Snyder hizo un trabajo maravilloso”.

El objetivo de Snyder era dar vida a Watchmen tal y como era, sin actualizarlo al presente y sin cambiarlo sustancialmente, sino siendo lo más fiel posible al original al hacer la película. “Zack respetaba tanto el material de partida que sabía que, para adaptarlo, tenía que ceñirse lo más que pudiera al original”, dice la esposa del director y socia en la producción, Deborah Snyder. “Cambiar la época, o enfatizar algún personaje más que a los otros, no le haría justicia al argumento que hay en la novela gráfica, que siempre ha sido algo más que la suma de sus partes. Había aspectos que sabíamos que no íbamos a poder incluir por entero (como Bajo la máscara, que era la crónica de Hollis Mason de los Minutemen, los primeros aventureros enmascarados de los años 30, y Historias del carguero negro), pero sabíamos que luego podríamos hacer algo con estos temas complementarios en el DVD. Para Zack, la clave de este colosal proyecto estribaba en mantenerse siempre fiel a la novela gráfica”.

Copyright de imágenes y sinopsis © Warner Bros, Paramount Pictures, Legendary Pictures, DC Comics. Reservados todos los derechos.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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