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«Blancanieves y los siete enanitos» (1937). El primer clásico de la era Disney

Tras una continua experimentación a través de los cortometrajes de la serie Silly Symphonies, Walt Disney y sus colaboradores habían aprendido cómo obtener escenarios profundos gracias a la cámara multiplano. Asimismo, ya eran capaces de garantizar una evidente solidez narrativa y personajes dotados de encanto y naturalidad.

Su nivel de exigencia había ido incrementándose a lo largo de los años treinta ‒eso es indiscutible‒, pero aún debían enfrentarse a lo que iba a ser su Everest: el primer largometraje animado de la historia.

A Disney se le ocurrió el proyecto en 1935 en París, cuando su hermano Roy y él viajaron hasta París para recibir un diploma y una medalla de la Liga de las Naciones por su creación de Mickey Mouse. Una sala de cine proyectó seis de sus cortos, y la atención sostenida del auditorio convenció a Disney de que el público celebraría una película animada de larga duración. Sin duda, un lanzamiento de estas características respondía a la expansión comercial que vivia Hollywood por aquellas fechas, pero era un reto que también podía salir mal. De ahí que fuera necesaria una motivación extra.

Ken Anderson, director artístico de Blancanieves, lo explicaba en estos términos: «Un día Walt se nos acercó, nos dio a cada uno cincuenta céntimos para que fueramos a comer y después regresáramos al estudio. Walt había apagado todas las luces menos una. Nos sentamos en los asientos escalonados, cerca de la cabina de proyección, y él nos hechizó por completo. Nos contó toda la historia y asumió las características de algunos de los personajes. Me inspiró a mí y a los demás con su visión de esta magnífica obra. Realmente, creo que los animadores habrían escalado una montaña repleta de gatos monteses para hacer Blancanieves. Ni siquiera nos dimos cuenta de que quizá era algo imposible».

¿Imposible? Recordemos que el proyecto surge a mediados de los treinta. Y pese a que la cámara multiplano suponía para ellos una ventaja (este artefacto permitía filmar hasta con cinco grados de profundidad en una misma escena), los animadores e Disney debían crear una historia densa y exigente. Un gran musical con personajes creíbles, y sobre todo, realistas.

«Disney ‒escribe Charles Solomon en su libro Enchanted Drawings‒ quería que Blancanieves tuviera la apariencia de un antiguo libro de cuentos europeo, algo que encontró en la obra de Albert Hurter y Gustaf Tenggren. El suizo Hurter era uno de los diseñadores más influyentes del estudio. Tenía un estilo de dibujo único y una habilidad sorprendente para insuflar vida y personalidad en cualquier volumen u objeto. (…) Tenggren, un destacado ilustrador de libros infantiles, contribuyó al proyecto con elegantes estudios pintados con acuarela. Ambos trasladaron el estilo de las ilustraciones del XIX a la gran pantalla».

Inspirándose en el cuento de los Grimm ‒debidamente suavizado, como era de esperar‒, la película adquirió forma gracias a un equipo sensacional, supervisado por David Hand y encabezado por los directores William Cottrell, Wilfred Jackson, Larry Morey, Perce Pearce y Ben Sharpsteen.

Cuando por fin se estrenó la película en el Carthay Circle Theatre de Los Ángeles, el 21 de diciembre de 1937, culminó un trabajo de más de tres años. Se desvelaba así la «locura de Disney», como era conocida antes de que llegara a las salas y cambiase la historia del cine.

Es un mérito que atribuimos solo a Walt, pero que corresponde a un equipo en estado de gracia, integrado por figuras tan sensacionales como el guionista Richard Creedon, los compositores Frank Churchill y Lawrence L. «Larry» Morey, Jr. (a quienes debemos canciones como «Heigh-Ho», «Someday My Prince Will Come» y «Whistle While You Work»), el animador y guionista Ted Sears o ese «hombre para todo» que fue Pinto Colvig: animador, escritor, voz de Goofy y de Pluto, y en este caso, responsable de las voces de Gruñón y Dormilón.

Cómo se hizo

Disney se proponía producir un largometraje dirigido tanto a un público infantil como adulto. Sus colegas de esa época consideraron disparatado y financieramente inviable un proyecto que ofrecía un producto insólito a un auditorio no definido. Como se ha demostrado, los años le dieron la razón.

Como vimos, desde 1934, a Disney le rondaba en la cabeza la idea de hacer un largometraje totalmente animado. Un producto refinado, donde los personajes reales se mezclasen con los de los cuentos de hadas, con su habitual flora y fauna. También pretendía apoyar su obra con una banda sonora llena de atractivo, con melodías cantadas de calidad igual o superior a las que triunfaban en Broadway.

Blancanieves contó con un presupuesto inicial de medio millón de dólares, toda una fortuna en pleno colapso financiero. Finalmente, aquella inversión se triplicó.

La película fue un hito en la historia de éxitos del Radio City Music Hall, siendo la más taquillera de la historia hasta el estreno de Lo que el viento se llevó. Esto se debió a varios factores: el encanto de los siete enanitos de sonrosados mofletes, el excelente uso del technicolor –que estaba en sus comienzos–, el imponente y tenebroso castillo, contrapuesto a la idílica casita de los siete enanitos que se inspiró en los cuentos alemanes, y la estupenda banda sonora de Frank Churchill, Leigh Harline y Paul J. Smith.

La apariencia física de los protagonistas de la película se inspiró en galanes y bellezas de la época. Blancanieves se inspiró en Janet Gaynor, y la Reina, según lo expresado por el propio Walt Disney, debía ser una mezcla de Lady Macbeth y el lobo feroz. Finalmente, lució la silueta de Greta Garbo y los pómulos de Joan Crawford.

La adaptación que realizó el estudio del cuento recogido por los hermanos Grimm tiene varias diferencias con el original. En la versión de los Grimm, mucho más violenta, la bruja pide al cazador que le traiga los pulmones y el hígado de Blancanieves como muestra de haber cumplido su encargo. La versión de los Grimm contiene tres tentativas de asesinato por parte de la bruja. En la película, Disney lo dejó solo en una visita con la manzana.

Disney inició el trabajo de Blancanieves en 1934 con un selecto equipo. Poco a poco, se fueron incorporando profesionales, hasta que todo el estudio acabó involucrado.

Primero se realizó la animación de un personaje humano para darle mayor realismo. Se fotografiaron modelos y se pusieron a estudiarlos. En principio, se pensó directamente en la propia Janet Gaynor para dar vida a Blancanieves, pero se negó en rotundo. Fue entonces cuando escogieron a la actriz y bailarina Marge Champion para que ésta ejecutase los movimientos de la primera princesa Disney. Por su parte, el movimiento de los enanitos se basó en las extravagantes acrobacias de un famoso intérprete de vodevil llamado Eddie Collins.

Lo primero que se hizo en el estudio fue determinar las características de los personajes principales. La princesita no debía tener más de catorce años, y su vestido, uno de los más recordados de la historia del cine, consistía en una larga falda amarilla, un corpiño azul marino y unas mangas abullonadas con rayas rojas. La capa negra por fuera y roja por dentro y el lacito de su pelo forman una imagen iconográfica de gran fuerza, comparable a los pantalones cortos de Mickey Mouse o la camisa marinera de Donald.

La Reina debía tener unos cuarenta años, ser de belleza siniestra y con numerosas curvas. Tenía que volverse fea cuando está tramando algo y los fluidos mágicos la trasforman en una horrenda bruja. Sus acciones y diálogos son muy melodramáticos, y resultan en algunas ocasiones hasta ridículos. De aspecto altivo y vanidoso, luce un verdadero porte real, con una capa que cubre su cabellera pero deja ver su belleza cinematográfica.

Los siete enanitos son los más entrañables de la película. Earl Hurd fue el primero en ilustrarlos en 1934, pero su aspecto definitivo se lo confirió Albert Hurter que, junto con Joe Grant, les dotó de personalidades diferentes, lo que sin duda es una de las aportaciones más originales de la historia. El objetivo era evidente: crear personajes simpáticos y rechonchos con los que conquistar el corazón de los espectadores.

Y realmente lo que ha perdurado en el corazón del público han sido estos simpáticos enanitos. Tal y como describen los hermanos Grimm, eran niños viejos por trabajar en una mina sin ningún nombre. Disney confirió un temperamento concreto a cada uno.

¿Y qué nombre tienen esos enanitos? Doc (Sabio), Dopey (Mudito), Grumpy (Gruñón), Happy (Feliz), Sleepy (Dormilón) y Bashful (Tímido). El veterano actor Bill Gilbert, el más famoso experto en estornudos de Hollywood, respondió a un anuncio de Disney para hacer la voz de Sneezy (Mocoso).

En principio, los animadores recurrieron a fotografías de enanos de verdad, pero su aspecto no les servía para que el público pudiese identificarse con los personajes.

Mudito fue el que más gustó, quizás por su aspecto tan simpático y por ser el primero en enamorarse perdidamente de Blancanieves. Con sus grandes orejas y ojos azules, no necesitó hablar para ser el más famoso. Fue concebido como una especie de Charlot torpón, y en la película original no queda claro que no pudiese hablar, sino que nunca se molestó en intentarlo. En la versión castellana fue llamado erróneamente Mudito cuando el término inglés Dopey significa alucinado, atontado, chiflado, sonado…

Sabio, el jefe del grupo, es el mayor de edad y el más sabio. Con sus gafas redondas, tiene el aspecto más intelectual de todos. Feliz es sentimental y muy aficionado a dar consejos amables a sus amigos. Dormilón siempre está espantando una mosca de su nariz y tiene la barba más larga. Gruñón es el más antipático de todos. De carácter irascible, destaca porque es un misógino. Tímido es indeciso y vergonzoso. Se sonroja con facilidad y siempre está soltando una risa tonta. De hecho, se pone tan nervioso que se le traba la lengua.

La aportación de Albert Hurter sobrepasó con creces todos los trabajos realizados en los cortos de la serie Silly Symphonies (1929-1939). Su sello personal está en todas las escenas, desde las cómicas a las melodramáticas: la vuelta a casa de los enanitos después de trabajar, la manera en la que Blancanieves les besa en la calva en la escena final…

Walt Disney lo dejó claro: «Los siete enanitos, esto lo sabíamos, eran algo normal para la media de nuestros dibujos. En ellos se podia intuir un ilimitado humor, no sólo por su apariencia física, sino en sus gestos, personalidades, voces y acciones».

El desarrollo de los siete pequeños hombres empezó pronto y en otoño de 1934, después de varias reuniones en la oficina de Walt, a las figuras iniciales de estos personajes se les dio un aspecto de gnomo del bosque. Otros nombres que se pensaron antes para los enanitos fueron Wheezy, Puffy, Stuffy, Biggo, Ego, Jumpy, Baldy, Nifty, Gabby, Stubby y Burby.

Las cejas de seis de estos personajes fueron diseñadas siguiendo la línea de las expresivas cejas del propio Disney, ya que fascinaban a todo el que se sentaba con él en las reuniones de guión y producción. Las cejas de Walt tendían a moverse mucho, ayudando a expresar cualquier cosa que quisiera decir. Feliz es el único enanito que no tiene esas cejas, ya que son blancas y pobladas.

Estos enanitos de mejillas rosadas y de cara de manzana miden hasta la rodilla del pato Donald y vivían en su propia mina, donde diariamente buscaban oro, rubíes, esmeraldas, diamantes, zafiros y otras piedras preciosas.

Excepto Mudito, todos están vestidos con la gama de colores del bosque, tostados, marrón y chalecos grises sobre bombachos de colores neutrales que se meten en un calzado de fina piel.

Se acordó desde el principio que, a la hora de mostrarlos al público, diese la sensación de que habían vivido de forma indiferente durante cientos de años. Todo es agradable en su monotonía, pero la interrupción de Blancanieves claramente tambalea su existencia cotidiana.

La higiene personal no suele ser una prioridad para ellos. Lavarse y bañarse ocurre en raras ocasiones como eventos del año: el día de año nuevo por ejemplo. Pero con el mandato de Blancanieves, utilizan sus mejores maneras en la mesa y cuidan su higiene.

Al comienzo se decidió que los enanitos cargarían picos en vez de palas o sacos en su camino a la mina y desde la mina de diamantes. Mudito fue en un principio el asignado para llevar la lámpara que se balanceaba en su pico, pero finalmente, es Sabio el que guía el camino con su linterna.

En el diseño final, sólo tienen tres dedos y un pulgar. El perfil definitivo de los siete enanitos fue aprobado a finales de 1936. Los artistas fueron recompensados con cinco dólares ‒una buena cantidad para lo normal en 1930‒ por cada gag que incluyese a estos personajes y llegase a salir en el montaje final de la película.

Por cierto, los siete enanitos aparecieron juntos en varias producciones después del lanzamiento de la película: The Standard Parade (1939), The Seven Wise Dwarfs (1941), All Together (1942) y The Winged Scourge (1943).

A diferencia de una película de acción real, un film de dibujos animados precisa de una banda sonora que acompañe todo el metraje. De ahí la importancia de los músicos en el Estudio Disney. Cada personaje tiene un tema concreto que lo diferencia de los demás, que ralentiza o enfatiza sus movimientos y que siempre lo acompaña. Disney utilizó la música de una forma inteligente, activa y valiente.

Desde el comienzo, la película se planificó entorno a la partitura. Sin embargo, las primeras canciones no gustaron mucho a Walt. En su opinión, eran muy similares a las de un musical de Hollywood.

De hecho, se escribieron 25 canciones, de las cuales sólo ocho terminaron en la película. A Walt Disney le encantaban los temas que se pudiesen tararear y que fuesen divertidos. La pegadiza canción interpretada por los enanitos cuando regresan de la mina tras una dura jornada de trabajo, “Heigh–Ho” («Ai-bó»), representa el carácter amable de estos pequeños seres. La secuencia precisó casi seis semanas de duro trabajo, pero llegó al corte final sin tener que cambiar ni un solo dibujo, y se convirtió en una de las más recordadas de toda la película.

La otra canción famosa es “Whistley While You Work” («Silbando al trabajar»), cantada por Blancanieves mientras limpia la casa de los enanitos, con una familia de pajaritos azules que inicia la canción.

Blancanieves y los Siete Enanitos se vio por primera vez en diciembre de 1937, tres años después de comenzar su producción. Por vez primera en la historia del estudio, una película de Walt Disney no iba precediendo un largo de otra compañía.

Entre los famosos que acudieron al estreno, estaban Charles Chaplin, Marlene Dietrich, John Barrymore y Judy Garland. Durante los tres meses que siguieron a su lanzamiento, se cree que la vieron más de veinte millones de personas.

El estreno mundial de Blancanieves y los siete enanitos supuso un punto de inflexión en el mundo de la animación y un paso de gigante para The Walt Disney Company. Blancanieves recibió el reconocimiento honorífico del Premio de la Academia® con una estatuilla a tamaño normal y 7 figuritas más pequeñas «en reconocimiento a la innovación que esta película de animación que ha cautivado a millones de espectadores supuso para la gran pantalla y pionera en un nuevo campo del entretenimiento».

Fue una de las primeras películas escogidas para su conservación en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, y lleva décadas haciendo las delicias de crítica y público.

Sinopsis

Blancanieves y los Siete Enanitos es la memorable historia de una preciosa princesa cuya madrastra, la Reina, no soporta su deslumbrante belleza. Todos los días la Reina le dice a un misterioso espejo mágico la pregunta por excelencia: “Espejo mágico, dime una cosa, ¿quién es en este reino la más hermosa?”. Mientras el espejo responde con el nombre de la Reina todo va bien. Pero un día el espejo responde que es Blancanieves y la malvada Reina ordena a uno de sus vasallos que le quite la vida a la joven para volver a ser «la más bella del reino».

Blancanieves escapa al malvado plan de la Reina y se interna en el bosque hasta llegar a una cabaña donde se encuentra, en una de las escenas más famosas de la historia del cine, con los siete enanitos. Un día, cuando los enanitos se han ido a trabajar, la Reina transformada en bruja convence a Blancanieves para que pruebe la manzana envenenada que la sume en un profundo sueño.

Destrozados, los enanitos depositan el cuerpo de su amiga en una urna de cristal porque es demasiado bella para enterrarla. Sólo cuando un apuesto Príncipe, que ya estaba enamorado de Blancanieves, la encuentra y la besa, ella despierta y viven felices para siempre.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de la sinopsis, cómo se hizo e imágenes © Walt Disney Studios Home Entertainment. Cortesía de Walt Disney Studios Motion Pictures Spain. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.