Cualia.es

Crítica: «Phil Spector» (David Mamet, 2013)

El gran David Mamet escribe y dirige esta película inspirada en el primer juicio al que fue sometido Phil Spector –probablemente el mejor productor musical de la historia– por el asesinato de la actriz de serie B Lana Clarkson. Encabezan el reparto dos pesos pesados: Al Pacino en la incómoda piel de Spector y Helen Mirren como la abogada que intentó demostrar su inocencia.

Recuerdo a Lana Clarkson como la típica belleza oxigenada, exhibida como un florero en multitud de teleseries. Su mayor gloria fue intervenir en La Reina de Barbaria (Barbarian Queen, 1985), una horrible cinta a medio camino entre el erotismo y la fantasía heroica.

El trágico encuentro de esta infortunada mujer con Phil Spector fue el colofón de una caída en picado.

El azar y la vida convirtieron a Spector en un ser inverosímil, con una psicología tan retorcida como un sarmiento. Por un lado, fue el hombre que inventó el muro de sonido y produjo registros excepcionales como «Let it Be», de los Beatles, además de ejercer como una pieza clave en la carrera de grupos y solistas como The RonettesThe CrystalsIke y Tina TurnerThe Righteous Brothers o los Ramones. Por otro lado, su físico peculiar, agravado por un accidente que a punto estuvo de costarle la vida, lo convirtió en un tipo extravagante y trastornado. Sumen a todo ello que era el dueño de una estrambótica colección de pelucas, y tendrán a la persona idónea para caer antipática a cualquier jurado.

En 2003, Spector llevó a su castillo de Alhambra, en California, a una actriz en horas bajas, Lana Clarkson, que murió esa misma noche, víctima de un disparo en la boca.

¿Crimen o suicidio? Los tribunales dictaminaron lo primero, pero en esta película, David Mamet coquetea con la duda razonable. Y eso que hay testimonios dentro y fuera de la industria discográfica que retratan a Spector como un adicto a las armas, histérico y violento, dispuesto a bromear o a amenazar con ellas cada vez que se le fundían los plomos.

En cualquier caso, uno sigue a Mamet en su razonamiento, hasta el punto de preguntarse si la verdad de aquella tragedia es la que recogió la sentencia. La ventaja de la ficción es que nos permite especular con un asunto tan grave, que para muchos analistas no admite dudas.

Las opiniones sobre Phil Spector se han dividido por razones extracinematográficas. Por un lado, los defensores de la memoria de Lana Clarkson se sienten lógicamente heridos por una cinta llena de licencias, que viene a erosionar los postulados de la fiscalía. Por otro, a nadie se le oculta que muchos opinantes han empezado a discutir el magisterio de Mamet desde que el dramaturgo, escritor y cineasta abandonó ruidosamente las filas de la izquierda intelectual. Tanto es así, que muchos se ven obligados a recordar ese giro político en cualquier artículo que le dedican. Es, en cierto modo, lo mismo le pasó a Christopher Hitchens y a otros creadores que han preferido salirse de sus casillas.

Testigos de la defensa

Phil Spector ofrece un convincente retrato de la abogada Linda Kenney Baden (Helen Mirren), cuyo punto de vista es también el del espectador. Gracias a la excelente interpretación de Mirren, nos convertimos en testigos de la defensa. Para ello, al espectador se le ofrecen todo tipo de detalles que le permiten recorrer la pista de Clarkson desde la sala VIP de House of Blues –el restaurante y sala de conciertos de Dan Aykroyd donde trabajaba como camarera– hasta el interior de la mansión de Spector.

Al Pacino realiza una actuación memorable. Es sumamente difícil interpretar a Spector sin caer en el ridículo, y sin embargo, Pacino demuestra aquí, una vez más, por qué figura entre los grandes.

No sería demasiado difícil convertir Phil Spector en una pieza teatral. En este aspecto, Mamet no reniega de sus orígenes escénicos. Precisamente por ese cuidado puesto en los diálogos y en las situaciones, la película que nos ocupa viene a demostrar que la televisión, en contra de lo que se cree, también puede ser un refugio de la inteligencia.

Sinopsis

Al Pacino y Helen Mirren protagonizan la película producida por HBO, basada en la relación real entre el legendario productor musical Phil Spector (Pacino), y su abogada defensora, Linda Kenney Baden (Mirren), durante la preparación del primer juicio al productor, acusado del asesinato a la actriz de películas de bajo presupuesto, Lana Clarkson, en 2003.

El reputado director, guionista y dramaturgo David Mamet («El último golpe», «Homicidio», como director o «GlenGarry Glen Ros», en la que ya trabajó con Pacino, o «Los intocables de Elliot Ness», como guionista, entre otras) escribe y dirige esta gran producción de HBO, que se espera sea una de las grandes favoritas del año para alzarse con los principales premios televisivos de cine hecho para la pequeña pantalla. El cineasta Barry Levinson («Sleepers», «La cortina de humo») coproduce el film junto al propio Mamet.

El mítico Al Pacino realiza una más de sus celebradas interpretaciones, apoyada además en una sorprendente caracterización, logrando un asombroso parecido a Spector, conocido tanto por ser el productor musical de mayor éxito de todos los tiempos (con un estilo inconfundible mil veces copiado después que él llamo el «muro de sonido» con proliferación de arreglos orquestales) como por sus extravagantes pelucas y coloridos trajes.

Frente a Pacino, sólo una gran actriz de cáracter como Helen Mirren es capaz de soportar el cara a cara al gran intérprete, encarnando a la dura abogada defensora Linda Kenney Baden que estableció con su defendido una interesante relación, durante el primer juicio contra el productor.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © HBO, Canal +. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.