En una significativa secuencia de La huérfana: Primer asesinato, escuchamos la canción «Maniac», un tema discotequero de Michael Sembello que pudo oírse en Flashdance (1983), de Adrian Lyne. Tiene todo el sentido del mundo que William Brent Bell lo recupere en esta precuela de La huérfana (2009). No en vano, el tema en cuestión se inspiraba en un sórdido slasher de 1980, Maniac, de William Lustig, protagonizado por un asesino en serie al que dio vida Joe Spinell.
En Maniac y en otros films similares, el bajo presupuesto y la costumbre dieron lugar a una estética peculiar. En busca de un realismo sucio, estas películas solían caracterizarse por una fotografía ligeramente nebulosa, oscura y con bastante grano, que nos daba la impresión de ver un reportaje rodado en 16 mm. Muy acertadamente, o quizá haciendo de la necesidad virtud, La huérfana: Primer asesinato recupera esa atmósfera, que el espectador moderno puede confundir con eso que genéricamente llamamos «formato televisivo», pero que los veteranos asociarán con los cines de sesión continua y los videoclubs.
La protagonista de La huérfana, esa niña que en realidad es una adulta asesina, regresa en esta película interpretada por la misma actriz, Isabelle Fuhrman. Su impecable trabajo actoral, sumado a la inteligencia del guion, hace que el público lo pase estupendamente a pesar de la humildad de la propuesta.
La huérfana: Primer asesinato es una película ingeniosa y cargada de humor negro, que retuerce la premisa original y consigue algo difícil a estas alturas: sorprender al espectador. Sobre todo si este sabe apreciar aquella artesanía barata que tan felices nos hizo en los primeros ochenta.
El film nos sitúa varios años antes de lo que sucedía en la cinta de 2009. La pequeña Esther (Fuhrman) es una de las psicópatas más peligrosas de un hospital de Estonia. Parece tener nueve años, pero en realidad tiene treinta y es una adicta al homicidio. Lo peor de todo es que no acepta el encierro y se las arregla para fugarse. Poco después, esta estafadora y criminal se infiltra en una familia estadounidense con la que va a jugar al gato y al ratón, de forma bastante impredecible, a lo largo de todo el metraje.
Sangre, malicia y giros escabrosos. De todo ello hay en esta película que, sin darse la menor importancia, logra que el patio de butacas recupere el placer de ver una sugerente y divertida historia de terror. ¿Hubiera sido mejor en manos de un director más ambicioso? Seguramente sí, pero incluso en esta sencillez me recuerda a la mayoría de los slashers de los ochenta.
Dejo para el final el otro elemento que anima la función. Me refiero a la madre de Esther, Tricia Albright (Julia Stiles), un personaje bien escrito, excelentemente interpretado y decisivo en la vida de la protagonista.
Sinopsis
Lena (Isabelle Fuhrman) consigue escapar del psiquiátrico ruso en el que está recluida y viaja a Estados Unidos haciéndose pasar por la hija desaparecida de una familia adinerada. Pero su nueva vida como Esther no será como ella esperaba, y se enfrentará a una madre que protegerá a su familia a cualquier precio.
Precuela del filme de terror La huérfana (2009), que narraba la historia de una pareja que, tras perder a su bebé, adoptan a una niña de 9 años que no es tan inocente como dice ser. La película fue dirigida por Jaume Collet-Serra y protagonizada por Vera Farmiga, Isabelle Fuhrman y Peter Sarsgaard.
En esta ocasión William Brent Bell (The Boy: La maldición de Brahms, Stay Alive) se pone tras las cámaras para dirigir a Julia Stiles (La profecía, Estafadoras de Wall Street) e Isabelle Fuhrman (La huérfana, Los juegos del hambre), que repite en el papel de Esther.
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