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Una civilización enterrada

Hace meses, puede que incluso más de un año, me encontré con este libro en una de mis habituales incursiones librescas. Me lo compré por la colección a la que pertenece. Y lo dejé en uno de los muchos montones de libros que inundan mi cuarto propio. Hoy lo he recordado y, después de una búsqueda más o menos intensa, lo he encontrado.

No sé quién es Jacques Huynen. Por lo que encuentro, El enigma de las vírgenes negras fue su primer libro (1972). Siete años después, escribió otro, La mascarade sacrée. Binche témoigne (1979), dedicado a uno de los carnavales más antiguos de toda Europa, el celebrado en la ciudad belga de Binche. Binche, pienso, de donde vinieron los jardineros y destiladores flamencos a los que Felipe II encargó el primero de sus jardines y destilatorios, el de Aranjuez. Jardineros y destiladores que heredó de su tía, la todopoderosa María de Hungría, una de las grandes mecenas (con A de mujer) de la Europa renacentista…

Huynen escribe un interesante prólogo a su estudio sobre las vírgenes negras, donde nos cuenta, además de cómo las descubrió y cómo se lanzó en su busca, lo que para él es la Edad Media:

“La historia de la Edad Media no solamente nos ha sido enseñada siempre de una manera mutilada, sino que cuando tratamos de abordar esa época liberados de nuestros prejuicios escolares, se nos hace tan difícil descifrarla como aquéllas respecto a las que no poseemos huellas escritas, pues, si bien los hombres de aquel tiempo escribían, no lo hacían nunca dando a las palabras el mismo sentido que nosotros, aún cuando utilizaban el latín y el francés (…).

Durante mucho tiempo, la Edad Media fue considerada como bárbara por gentes que, pretendiendo vivir en el ‘siglo de las luces’, se avergonzaban de semejantes antepasados y preferían hablar de ellos sólo con desprecio. El Romanticismo la redescubrió un poco, pero se limitó a los aspectos exteriores como la simple belleza de la arquitectura o la estatuaria. (…) Los hombres de finales del siglo XX comienzan a comprenderla porque se dan cuenta de que, a pesar de las similitudes aparentes de lengua, raza o religión, esta civilización fue, en todos los sentidos, una civilización distinta a la nuestra.

El error ha sido siempre creer que la Edad Media no era otra cosa que nosotros, pero en una versión más primitiva. La historia de Francia y de Europa no es una lenta ascensión desde el invasor germánico hasta el Renacimiento, la Revolución y el Maquinismo. El Renacimiento no debe nada a la Edad Media. Bebió directamente en las fuentes griegas y romanas y es a partir de su humanismo como se modeló el hombre moderno. Antes, está la construcción de una civilización diferente que alcanza su apogeo en los siglos XII y XIII, y luego se inicia su decadencia y sus claves se pierden cuando el espíritu del Renacimiento invadió Europa. En el pleno sentido de la palabra, la civilización medieval es una civilización enterrada. Es preciso, pues, abordarla exactamente con el mismo espíritu que tenemos frente a los misterios de los mundos faraónico, maya o estrusco…”.

Me ha gustado este pensamiento. De hecho, ayer tenía uno similar, referido a determinados aspectos de la Historia de España que determinados historiadores pretenden explicar desde un supuesto continuismo, como si cualquiera de nosotros fuera heredero directo de, por ejemplo, uno de aquellos españoles que se embarcaron camino del Nuevo Mundo o, sin irnos tan lejos, uno de los que sufrió en sus propias carnes la violencia desatada de una guerra civil. Tan lejanos nos quedan los unos como los otros. Nada de lo que otros vivieron puede asimilarse a lo que vivimos actualmente. De hecho, ni siquiera podemos compararnos entre ciudadanos de un mismo mundo y un mismo periodo, porque nuestras realidades son sólo nuestras. No se puede comparar lo incomparable.

Copyright del artículo © Mar Rey Bueno. Reservados todos los derechos.

Mar Rey Bueno

Mar Rey Bueno es doctora en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid. Realizó su tesis doctoral sobre terapéutica en la corte de los Austrias, trabajo que mereció el Premio Extraordinario de Doctorado.
Especializada en aspectos alquímicos, supersticiosos y terapéuticos en la España de la Edad Moderna, es autora de numerosos artículos, editados en publicaciones españolas e internacionales. Entre sus libros, figuran "El Hechizado. Medicina , alquimia y superstición en la corte de Carlos II" (1998), "Los amantes del arte sagrado" (2000), "Los señores del fuego. Destiladores y espagíricos en la corte de los Austrias" (2002), "Alquimia, el gran secreto" (2002), "Las plantas mágicas" (2002), "Magos y Reyes" (2004), "Quijote mágico. Los mundos encantados de un caballero hechizado" (2005), "Los libros malditos" (2005), "Inferno. Historia de una biblioteca maldita" (2007), "Historia de las hierbas mágicas y medicinales" (2008) y "Evas alquímicas" (2017).

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