“¡El milenarismo va a llegar!”, anunciaba “lúcidamente” en los años 80 Fernando Arrabal. A finales de los 90 llegó, y junto a él, un revival de las películas de catástrofes, algunas de nivel global, como Deep Impact o Armaggedon.
Tardíamente llega a las pantallas otra muestra de desgracias a gran escala. En The Core (El núcleo), se conjetura sobre las consecuencias de una parada en la rotación del núcleo de nuestro maltratado planeta, que provocaría una larga serie de alteraciones electromagnéticas de todo tipo. Entre las buenas, la inutilización de todos los teléfonos móviles, entre las malas, la fritura del globo terráqueo por parte de los rayos solares.
Repleta de especulaciones científicas de dudosa verosimilitud para el profano de letras, The Core se muestra más como una película de animosa ciencia-ficción que como un film de catástrofes.
Aunque asistimos a la obligatoria destrucción de construcciones conocidas para todos como el Coliseo de Roma o el Golden Gate, la acción se centra en la imposible aventura de un grupo de científicos para salvar al mundo. Con un espíritu camp cercano a los filmes de ciencia-ficción de los años sesenta, los simpáticos y prototípicos protagonistas se introducen en las entrañas de la Tierra con una nave taladradora herencia de aquella inventada por Peter Cushing en la adaptación de la novela de Edgard Rice Burroughs En el Corazón de la Tierra.
Si en aquella película de la Amicus los protagonistas encontraban un mundo con seres humanos esclavizados por hombres-topo liderados por una raza de pterodáctilos con poderes mentales, en The Core los “terranautas” se sumergen en un extraño mar de magma plagado de flotantes obstáculos rocosos.
Los, tirando a malos, efectos especiales y lo insólito del paisaje y del periplo acercan esta película más a Viaje Alucinante que a Armaggedon. A medida que avanza la película, la credibilidad da paso a la fantasía, como por ejemplo la invención de un socorrido material que absorbe la presión y el calor, transformándolos en energía, que usan para crear la nave (cuyo aspecto sería protagonista de unos cuantos chistes en un film de Austin Powers). La música también aporta su granito al toque camp, inspirándose en las bandas sonoras de las películas de Godzilla y otros monstruos de la Toho.
Por otro lado, y gracias a esta libertad, digamos, creativa, el film presenta una serie de escenas bastante vistosas, sobre todo las que se desarrollan al principio, como el incidente de los marcapasos, el homenaje a Hitchcock en pleno Trafalgar Square o el aterrizaje del Endeavour (que se nos dijo en su momento era el Columbia, posiblemente cambiado de nombre en postproducción después del accidente) en el canal seco de Los Angeles.
También hay que destacar la escena de la geoda, similar a la de la fundacional novela de Julio Verne.
Lo más positivo de esta película, en todo caso, es el sentido del humor de los diálogos y personajes, como ese hacker absolutamente freak o el cabroncete con corazón interpretado con desparpajo por el genial Stanley Tucci. En el reparto también encontramos actores de carácter como Tchéky Karyo, Delroy Lindo, Bruce Greenwood (genial secundario, sobre todo en comedias, que aquí aparece como coronel maloso), el guaperas Aaron Eckhart y la poco convencional belleza de Hilary Swank.
The Core es una película de las de usar y tirar, llena de las denominadas “fantasmadas” y efectos especiales de segunda. En este filme los americanos vuelven a salvar al mundo, sí, pero también son los culpables del problema. Un simpático divertimento cercano a la serie B sin mayor interés, pero que se disfruta mientras se ve, aunque se olvide según se sale del cine.
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