M. Night Shyamalan se pasa al cine de aventuras para todos los públicos con esta adaptación de la exitosa serie de animación Avatar: la leyenda de Aang. El director vuelve a desplegar su evidente talento para la puesta en escena cuidada y elegante, pero fracasa en su faceta de guionista con una historia aburrida y mal desarrollada.
He de avisar al lector que quien esto escribe siempre suele estar equivocado en sus juicios del cine de Shyamalan, si nos fiamos de la opinión generalizada.
El brillo de las antorchas se ha reflejado en mis gafas en más de una ocasión cuando he defendido las películas de un director al que considero extraordinario, y además es un guionista con sus altibajos, pero que ha desarrollado historias muy personales a partir de las convenciones clásicas de la ciencia-ficción y del fantástico.
Si la mayoría siempre tiene razón, repito que estoy equivocado.
Según ese criterio predominante, Shyamalan es uno de los cineastas vivos más nefastos, a la altura de Michael Bay o de Uwe Boll, sin importar que el realizador sea uno de los pocos que quedan en el negocio capaces de dominar y hacer suyos conceptos antaño básicos para el lenguaje cinematográfico como el encuadre, la profundidad de campo, el ritmo interno del plano o la utilización del fuera de campo, por no hablar del uso del montaje con fines narrativos y dramáticos, y no sólo para provocar la epilepsia en el espectador.
Los films de Shyamalan se ven influenciados por el cine de Spielberg, Hitchcock y Bergman, entre otros muchos, pero su estilo es muy personal, al igual que le ocurre a sus guiones, que siguen el modelo literario del fantástico americano –Rod Serling, Richard Matheson, Stephen King–, pero siempre desde un punto de vista único y alejado de las modas, algo que provoca rechazo entre el público y crítica, que se dan de bruces con una película distinta de la que esperaban ver. Y eso es algo que hoy en día está visto como un grave error. La originalidad es un pecado.
Si hasta la fecha ha sido un trabajo duro y laborioso el defender el cine de Shyamalan, incluyendo a la vilipendiada y desconcertante El Incidente, para el seguidor del director resulta sumamente doloroso tener que admitir que Airbender: El último guerrero es una película fallida, una supuesta obra de entretenimiento para niños que resulta tan tediosa como cualquier film de Manoel de Oliveira.
No se trata tanto de que los diálogos sean tan anticuados como los de cualquier vetusto serial de aventuras –al fin y al cabo, también lo eran las líneas que recitaban los actores de La Guerra de las Galaxias, El Señor de los Anillos o Flash Gordon, películas tremendamente divertidas–, o que algunos actores juveniles sean notoriamente malos, ni siquiera de que la conversión a 3D sea tan irrelevante como inefectiva; el problema está en la pobre adaptación de la serie original.
Shyamalan elimina gran parte del humor de los dibujos animados, reduciéndolo a un par de chistes, y haciendo que el personaje de Sokka –el típico chaval torpe y gracioso, aunque valiente– se quede en un simplón héroe guaperas.
De hecho, el pequeño mono que acompaña a los héroes apenas se hace notar en una película escasa en monerías. A la falta de humor –que es lo mismo que decir «falta de diversión»– hay que añadir una narración nefasta, que elimina de manera evidente grandes fragmentos de la historia y rellena los huecos con una voz en off que nos va contando lo que nos hemos perdido, creando un efecto de bola de nieve creciente respecto al aburrimiento del espectador.
Si el guión es un ejemplo de incompetencia, más loables son las escenas de acción de Shyamalan, que se sitúan en las antípodas del sistemático meneo de cámara y montaje histérico del cine de acción actual.
El director se permite rodar una escena de escaramuza multitudinaria en plano secuencia, con alardes coreográficos y estilo deslumbrante: un momento Stanley Donen que no sirve para redimir los pecados del film, pero que se queda cerca de hacerlo.
Por desgracia, Shyamalan cede a la tentación de acercarse a «lo moderno», e incluye en algunas de las peleas zooms digitales y combinación de distintas velocidades al más puro estilo 300 (Zack Snyder, 2006), desprendiéndose de su propia personalidad como realizador.
Si Shyamalan es uno de esos tipos cuyo apaleamiento por parte de espectadores y críticos es oficialmente legal –como sucede con Tom Cruise o Mel Gibson–, poco le favorece el estreno de una película tan poco satisfactoria.
Airbender: El último guerrero es un fracaso del que le va a ser muy difícil salir, lo cual causa cierto entusiasmo entre sus detractores. Pero es sumamente triste que, habiendo tan pocos directores buenos en su trabajo, el mundo del espectáculo, la prensa «especializada» y el propio público se esfuercen tanto en deshacerse de ellos.
Sinopsis
Aire, Agua, Tierra, Fuego. Cuatro naciones unidas por el destino. La nación del Fuego comienza una guerra brutal frente a las otras. Ha pasado un siglo sin esperanza para cambiar el rumbo de esta destrucción.
Atrapado entre el combate y el coraje, Aang (Noah Ringer) descubre que el es el unico con el poder de manipular los cuatro elementos. Aang y su equipo: Katara (Nicola Peltz), un Maestro del Agua y su hermano Sokka (Jackson Rathbone) para restablecer el equilibrio de un mundo desgarrado por la guerra.
Basada en la serie animada de mayor éxito de Tv de Nicklodeon, la película de acción Airbender: El último guerrero es el primer capítulo en la lucha de Aang para sobrevivir.
Copyright del texto © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.
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