Cualia.es

Crítica: «Nightcrawler» (Dan Gilroy, 2014)

El protagonista de esta película sería el orgullo de un profesor de empresariales, la pesadilla de uno de ética y el material lectivo de uno de psiquiatría.

Jake Gyllenhaal degusta este papel–bombón que hereda aspectos de otros personajes, que bien podrían ser los protagonistas de Risky BusinessEl ojo público o Taxi Driver. Nos encontramos ante Lou Bloom (Gyllenhaal), un psicópata no (demasiado) violento, incapaz de conectar emocionalmente con sus semejantes, pero que entiende bien intelectualmente el funcionamiento del mundo.

Este sociópata no termina de encontrar su objetivo vital hasta que decide ser reportero freelance, vendiendo su material a un canal de medio pelo que demanda carnaza.

Nightcrawler es una película muy bien dirigida, de narrativa astuta y con interpretaciones resultonas. Como thriller y comedia negra funciona a la perfección; como crítica al sensacionalismo periodístico, no tanto. El principal problema es que la cinta se centra únicamente en la basura del medio televisivo, algo ya comentado y explotado hasta la saciedad por el cine desde hace décadas (pongamos el ejemplo de la desquiciada Asesinos natos).

El discurso de Nightcrawler se queda un poco anticuado al no tener en cuenta el principal mal que afecta al periodismo en la actualidad: internet. Es una lástima, porque en realidad la película está hablando de eso, de cómo hoy en día cualquier pringado con una cámara o un blog (y sin escrúpulos morales) se considera a sí mismo como periodista o miembro de los medios de comunicación, y de cómo la prensa ha terminado mordiendo el anzuelo y vendiéndose a este derivado venenoso del mundo de la “información”.

En el film, el periodismo de toda la vida está encarnado por Rene Russo, que aquí encarna a una veterana de esa cadena de televisión, cada vez más dependiente de quien parecía un mindundi rarito e inofensivo.

Para algunos puede ser un problema que el personaje protagonista sea antipático y no podamos identificarnos con él, pero no todas las películas tienen que ser protagonizadas por buena gente. Y en el caso de que a algún espectador le parezca atractivo y admirable dicho personaje, será mejor que consulte con su médico.

Sí, el “reportero” exhibe una elocuencia y un arrojo envidiables, pero resulta más recomendable ser más lento y mejor persona.

Nightcrawler ha levantado ciertas pasiones, y posiblemente no sea la sensación de culto que algunos pretenden, pero tampoco la tomadura de pelo que proclaman otros. Es una historia no tan original como cree ser, pero está bien contada y alberga un estimable terror latente, cortesía del buen oficio del director y del espeluznante semblante que luce Jake Gyllenhaal.

Además, el film contiene una de las mejores persecuciones de coches que se han visto en mucho tiempo. Eso siempre es un grandísimo punto a favor.

Sinopsis

Nightcrawler es el debut en la dirección de Dan Gilroy, que también firma el guión. Gilroy es un reconocido guionista de títulos como El legado de BourneThe Fall o Apostando al límite. Thriller protagonizado por Jake Gyllenhaal (PrisionerosZodiac), Bill Paxton (Al Filo del Mañana, serie ‘Big love’), Riz Ahmed (Four Lions) y Rene Russo (En la línea de fuegoEl Secreto de Thomas Crown), entre otros.

Cuando Dan Gilroy oyó hablar por primera vez del turbio y nocturno mundo de los «nightcrawlers» (merodeadores nocturnos), la versión televisiva de los paparazzi de las revistas, armados con videocámaras, que aparecen rápidamente en escenas del crimen, accidentes de tráfico e incendios para captar imágenes que luego venderán a las televisiones, enseguida tuvo la intuición de que aquello era tierra fértil para una película.

«Hace unos años oí hablar de los llamados nightcrawlers, que conducen a toda velocidad por Los Ángeles escaneando emisoras de emergencias. Y como guionista que también soy, pensé que este era mundo es fascinante, aunque todavía no sabía realmente qué hacer con él», admite. «Aquello fue parte de la idea. Para mí, las ideas vienen poco a poco, nunca formadas del todo. Y no supe qué hacer con aquello hasta que pensé en Lou, el personaje que protagonizaría la historia».

«Una vez conectado el personaje con aquel mundo, fue como tener dos partes complementarias del átomo, y de repente todo cobró sentido. Ya sabía qué hacer con el mundo de los nightcrawlers y con el personaje».

El resultado es la película Nightcrawler, y su personaje central e inolvidable es Lou, un ambicioso joven con ansia de triunfar y de vivir el sueño americano –aunque ello conlleve filmar las pesadillas de los demás.

Entrevista con Dan Gilroy, director de Nightcrawler

P: ¿Cómo se le ocurrió la idea?

R: Hace muchos años me interesé enormemente por un fotógrafo de escenas de crimen de los años 30 y 40 llamado Weegee (pseudónimo de Ascher Fellig). Sus instantáneas eran verdaderas perlas entre los coleccionistas. Fue el primero en ponerse un escáner de emisoras de policía en el coche, en Nueva York. Eso fue sobre 1940. Se ponía a conducir por la ciudad y se las arreglaba para llegar a las escenas del crimen antes que nadie. Era un fotógrafo extraordinario, pero no encontré la forma de realizar un filme ambientado en la época, así que aparqué la idea y me mudé a Los Ángeles. Hace unos años oí hablar de los nightcrawlers, esa gente que conduce por Los Ángeles a 160 por hora con los escáneres en marcha. Como guionista, pensé ‘Este mundo es fascinante’, pero no supe exactamente qué hacer con él. Solamente era parte de la idea. Para mí, las ideas llegan poco a poco, nunca formadas del todo. Aquello era parte de la idea, y no supe qué hacer con ella hasta que pensé en Lou, el personaje que la iba a protagonizar. Una vez conectados el mundo y el personaje, fue como tener dos partes complementarias del átomo, y de repente todo cobró sentido. Entonces ya supe qué quería hacer con aquellos dos elementos.

P: ¿Conocieron a algún nightcrawler real?

R: Sí, Jake y yo, junto con el director de fotografía Robert Elswit, fuimos un par de noches con un tipo llamado Howard Raishbrook, que nos hizo de asesor técnico. Fue espeluznante. La primera acción que vimos fue un horrible accidente de tráfico, en el que tres niñas habían salido disparadas del coche tras chocar de frente contra un muro. Sinceramente, creo que en la vida me quitaré esa imagen de la cabeza.

Creo que JakeRobert y yo nos quedamos estupefactos, mirando, mientras que aquel hombre salió de su vehículo con toda profesionalidad, filmó la escena, editó el video en cinco minutos y lo vendió a cuatro televisiones. Tanto él como el resto de personas que hacen esto se ven a sí mismos como legítimos proveedores de servicios. En sus cabezas, las historias que están filmando sólo son las noticias de apertura de los informativos locales de Los Ángeles, así que si hay demanda de este material, ¿quién soy yo para juzgarles o para decir que lo que hacen está mal?

Obviamente, el personaje de Lou cruza la línea roja en varios momentos y deriva hacia un mundo amoral, pero yo nunca he querido retratar así a estas personas, ni a los medios informativos, ni siquiera a Lou. Nunca quise ponerle una etiqueta moral y decir ‘Esto está mal’. Creo que en cuanto el cineasta aplica la inmoralidad a algo está impidiendo que el espectador tome sus propias decisiones al respecto.

Mi moralidad puede ser muy distinta a la tuya, y lo que para mí es importante, podría no ser tan prioritario para ti. Quisimos reflejar este pequeño nicho de mercado y los medios de Los Ángeles de la forma más realista posible, y dejar que espectador decida quién es el malo y dónde radica el problema

P: ¿De dónde viene la demanda de este tipo de imágenes?

R: Viene de nosotros mismos, porque estadísticamente, como raza, parece que a los humanos nos gusta ver las cosas de forma gráfica y cruda. Probablemente se remonte a los neandertales, que miraban cómo los leones mataban a las gacelas y pensaban ‘Ahí hay sangre, eso es interesante’. Y parece que nosotros tendemos a mirar la violencia. Quizá no todos, pero sí es cierto que mucha gente lo hace. Sólo hay que fijarse al dilema en que se encuentra el personaje de Rene [Russo] como directora de informativos. Sus audiencias se basan en lo que muestra, y cuanta más sangre, más audiencia.

Creo que mi principal esperanza, al final de la película, es que la gente salga pensando ‘yo soy de los que miran esas cosas en televisión. Eso no me convierte en mala persona, pero ¿qué está diciendo de mí? ¿Por qué siento esta extraña conexión con Lou? ¿Por qué lo que él ve interesante a mí también me lo parece, y por qué no me voy ahora mismo del cine? Porque lo que está haciendo es del todo reprensible. En realidad no le juzgamos, y de hecho, hasta legitimamos lo que consigue o incluso lo celebramos.

P: ¿Cambió su propia visión del periodismo durante el rodaje?

R: No, sigue siendo la misma. Yo fui periodista, trabajé para Variety hace muchos años, así que el periodismo me interesa directamente, pero soy consciente de que en los Estados Unidos, hace décadas, las cadenas de televisión decidieron que las secciones de Informativos tenían que ser rentables, cuando nunca había sido así.

Creo que en cuanto se pretende que los informativos de un medio ganen dinero, las noticias se convierten en un entretenimiento, y pienso que todos perdimos un gran valor cuando aquello sucedió, porque más que obtener historias en detalle que nos educan y nos informan, nos dan narrativas confeccionadas para vender un producto.

La narrativa de Los Ángeles, y creo que la de la mayoría de cadenas de información locales –Michael Moore lo trató en Bowling for Columbine–, es la narrativa del miedo. Es una regla de tres: si no estás viendo mi canal estás en peligro porque ahí fuera hay cosas que te pueden matar a ti y a tu familia, y si no estás viendo esto (con publicidad intercalada, por supuesto), no sabrás lo que es. Es una fórmula muy potente y eficaz. Esto es lo que resuelve toda la ecuación.

P: ¿Qué debería cambiar?

R: Es un problema de tales dimensiones que no le veo una solución. Sinceramente, no quisiera ser la persona que ponga una barrera moral que separe lo que puede verse y lo que no. Mi única esperanza es la autoconciencia. Por ejemplo, si vas conduciendo por la autopista en Los Ángeles y hay un atasco, y llegas al origen del colapso, donde te encuentras cinco muertos por un accidente en un carril que va en sentido contrario, la gente lo que hace es reducir la velocidad para mirar qué ha pasado. Y yo me digo: ‘no mires. No te conviertas en parte del problema’.

A veces lo consigo y a veces no. Y lo que me gustaría es que cuando los espectadores vean la película, reflexionen y cobren un poco más de conciencia al respecto –¿Por qué miro esto? Ya no tanto si deben o no deben mirar–, sólo para ser conscientes del mundo en que vivimos, lo cual sería para mí la principal esperanza.

P: ¿Cree que las noticias de la televisión están yendo demasiado lejos, como lo hace el personaje de Rene?

R: Pondré un ejemplo muy claro. Como es sabido, Los Ángeles es la capital mundial de persecuciones automovilísticas. En las cadenas locales, la emisión en directo tiene seis segundos de diferido, porque a veces disparan a alguien, y teóricamente una emisora ética de noticias locales no debe mostrar tales imágenes. Pues bien, en los últimos años, ese retraso no ha funcionado o no ha servido para evitar la retransmisión en directo de una ejecución. Ves eso y empiezas a pensar que a uno u otro se le habrá ocurrido lo de «¿Para qué demonios necesitamos el diferido de seis segundos? ¡Si la audiencia se va por las nubes cuando mostramos la ejecución!»

Las sanciones de la Comisión Federal de Comunicaciones no son tan altas como para evitar tales situaciones.

P: ¿Deberían elevarse las multas?

R: No pretendo proponer una solución. Yo lo que quiero es tratar de presentar un retrato preciso de lo que está pasando. Tengo mi propia opinión de lo que sucede, pero creo que la gente debería estudiar el problema personalmente. Deberían hablar y pensar acerca de esta situación.

P: ¿Lo pondría al mismo nivel de las recientes ejecuciones de Estado Islámico y la disponibilidad de los vídeos de los degollamientos?

R: Absolutamente. Para mí esa es la línea roja. Yo soy incapaz de ver esas imágenes. No las quiero tener en mi cabeza. Hay determinadas cosas que no puedo mirar, como aquel accidente, sigo sin poder olvidar aquella noche. Pero sí, es cierto que hay mucha gente proclive a mirar escenas escabrosas. Se dice que la violencia instiga más violencia en la sociedad, y no sé si eso es cierto. No sé si mirar esas imágenes desensibiliza a la gente o no, no estoy seguro. No creo que, como sociedad, sea sano para nosotros consumir esos videos al nivel que los consumimos, pero es como la comida rápida. Odio pontificar sobre eso, pero se podría mirar a los proveedores de comida rápida y decir ‘son unos criminales; nos están perjudicando la salud’. Sin embargo, nosotros seguimos queriendo comer fast food. Por tanto, ¿quién es el malo?

P: ¿Esta película trata sobre la falta de privacidad?

R: Bueno, no es muy distinta de TMZ, la web de chafarderío, y lo que hacen sus paparazzi. Lo que hace Lou es en realidad la versión de telenoticias de lo que hacen los paparazzi en la prensa rosa, y creo que la línea ahí es muy difusa. Este tipo de cobertura mediática puede hacer daño a la gente. A la gente la pueden matar, y tú vas y lo filmas.

P: Lou parece representar a millones de jóvenes en paro, a los que cada día les piden que vayan más y más lejos para probar su valía.

R: Ésa es exactamente la génesis del personaje. Soy muy consciente de que existen decenas de miles de jóvenes en todo el mundo que carecen de un trabajo, ya sea a causa de la globalización, o por la corporatización, o por como queráis llamarle. La juventud tiene cada vez menos esperanzas de encontrar una salida profesional. Las prácticas no conducen a nada, no hay seguridad social, y yo tengo todo esto muy presente. Los jóvenes cada vez tienen más dificultad para encontrar carreras con salidas. Las prácticas quedan en nada, no hay seguridad social, y yo tengo muy presente todo esto.

Comencé con Lou como un personaje desesperado por encontrar empleo, hablando con el dueño de una chatarrería, lo que en el argot del parado sería una ‘presentación de ascensor’. Y se llama ‘de ascensor’ porque en el día menos pensado te puedes encontrar en un ascensor con alguien que te podría dar trabajo, así que tienes que ser capaz de venderte en 30 segundos. Y Lou quería ese trabajo en la chatarrería. Aquél habría podido ser un buen trabajo para él, sin tener que salir a hacer daño a los demás. Sólo es un joven desesperado, y en el mundo hay muchos jóvenes desesperados que se ven forzados, según mi parecer, a tomar decisiones y a aceptar trabajos que en condiciones normales rechazarían.

P: Por varios motivos, ésta es la historia de un éxito. ¿Está criticando un mundo en el que Lou puede obtener recompensa de este tipo de trabajo?

R: Podría verse como una crítica, pero yo lo que me propuse fue retratar de forma objetiva lo que creo que es una realidad. Tengo la sensación de que si volviera al cabo de diez años, Lou sería el dueño de una gran empresa. Creo que mucha gente que asciende a lo más alto de una multinacional toma decisiones mucho peores que las de Lou, así que Lou estaría perfectamente preparado para entrar en ese mundo.

Cuando eres capaz de dejar sin pensión a 40.000 personas y luego comprarte un yate de 120 metros, eso es mucho más criminal que lo que hace Lou. Con su experiencia como nightcrawler, Lou prosperaría en el consejo de administración de una gran empresa, para bien o para mal –y creo que eso se puede ver como una crítica. Pero yo lo que intenté es reflejar lo que creo que es la realidad.

P: ¿Cómo creó el lenguaje específico que usa Lou?

R: Cuando tuve la idea de que Lou padecía un desajuste social –quizá por algún trastorno del espectro del síndrome de Asperger o autismo, si cabe el diagnóstico– y también un cierto abandono, y al ver que no tenía ningún tipo de apoyo emocional, imaginé que Internet podría convertirse en su verdadera familia, de modo que todo lo que dice lo saca de Internet. Lo tiene todo memorizado y lo recita cuando cree que es apropiado, pero a menudo no lo es.

Todo lo que dice tiene algún matiz fuera de lugar, y al fin y al cabo de ahí le sale el humor, porque la mitad de lo que expresa es absurdo. Hay una frase al final, cuando Rick pide más dinero y la tensión aumenta, en que Rick dice una palabrota, a lo que Lou responde: ‘¿Sabía que nunca he dicho una palabrota ante un jefe?’. Es un sinsentido, es absurdo. Adopta una especie de conducta corporativa respetable que no tiene conexión alguna con lo que está pasando. Está desconectado.

P: ¿Cómo fueron sus conversaciones con Jake?

R: Muy intensas y profundas. Viajé a Atlanta cuando estaba rodando Prisioneros para proponerle el papel. Fuimos a cenar y enseguida decidimos que íbamos a colaborar muy intensamente, con mucho ensayo previo. Yo soy una especie de jugador descerebrado y me gusta asumir riesgos, y Jake no le teme a nada y quería probar cosas nuevas. Respetó el guión y no tocó ni una coma. Lo quiso enfocar como si se tratara de una obra de teatro.

Yo trabajé muy contento con él, porque respeta el trabajo, y yo por mi parte quise respetar su capacidad de llegar y dar nueva vida al proyecto de una forma en que yo no habría sido capaz. Por ejemplo, la pérdida de peso: ¡fue una idea de Jake!

P: ¿Cómo te lo propuso?

R: Estuvimos hablando mucho acerca del símbolo del personaje, y nos imaginamos un coyote. No hay coyotes gordos, todos están permanentemente flacos. Siempre están famélicos y por la noche bajan de las montañas para comer. Así que ideamos a Lou como un depredador nocturno. Jake dijo: ‘Los coyotes están siempre flacos. Estoy pensando en ponerme aspecto de coyote’. A lo que respondí: ‘Muy bien’, pero sinceramente, como director con responsabilidades sobre las personas, aquello era una propuesta que me daba miedo.

Ahora todo tiene sentido, pero creedme que me entró miedo cuando llevaba 10 kilos perdidos y empezaron los rodajes diarios. Empiezas a mirarle y piensas ‘Oh, Dios, ¿realmente tenemos que pasar por esto?’ Pero ahora veo que funcionó a la perfección.

Cuando ves Prisioneros, ves que Jake creó aquel personaje, con sus tatuajes y su tic en el ojo. Esto es lo mejor que le puede pasar a un director. Por eso me vi obligado a aceptar la propuesta y responderle ‘Es una idea interesante. Vamos a probarla’.

Jake quiere probarlo, y sabía que dejarle probar una idea suya era conseguir sacar el máximo partido de Jake. Creo que hicimos tan buenas migas porque a ninguno de los dos nos da miedo probar cosas nuevas. Hubo momentos en que Jake hacía algo en el set de rodaje e incluso yo tenía mis dudas. Pensaba: ‘Ahí creo que se ha pasado’. Pero luego lo ves en la sala de edición y dices ‘¡Maldita sea, es justo lo que quería hacer!’ Fue un auténtico placer trabajar con él.

P: ¿Los que salen en la emisora son periodistas reales?

R: Todos los periodistas que salen en la película son reales. Son las estrellas de las noticias locales de Los Ángeles.

P: ¿Alguno de ellos se lo tuvo que pensar para participar en la película?

R: Yo les pregunté: ‘¿Habéis leído el guión? ¿Queréis participar?’ Y todos respondieron: ‘¡Pues claro!’ Y creo que además pensaron: ‘Ésta no es nuestra emisora. Son las otras, las que hacen eso’.

P: ¿Han visto ya la película los verdaderos nightcrawlers?

R: ¡Oh, sí!, Howard la vio con sus hermanos –trabajan juntos–, y les encantó. Les gustó mucho porque es fidedigna, y para ellos eso era muy importante. Al principio fueron reacios a participar, pero después se preocuparon de que los códigos de la policía fueran los correctos y que las cosas se dijeran según su argot. Argumentaron que si se implicaban, aquello tenía que ser real, que había que mostrarlo todo tal como es. Y es del todo real.

Todo lo que mostramos lo es, incluso gente como el personaje que interpreta Bill Paxton, que es un hombre que existe de verdad y tuve la ocasión de conocer personalmente. Éste es el mundo en que vivimos. Esta noche también saldrán. Salen a merodear los siete días de la semana.

P: ¿Y es lucrativo?

R: Sí, se ganan 50, 75, 100.000 dólares al año. Es lucrativo, comparado con otros trabajos.

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Bold Films, Open Road Films. Cortesía de Filmax. Reservados todos los derechos.

Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).