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Conozcan a Fernando Hilbeck: ¡el primer zombi peruano de la historia del cine!

De niño en Barcelona sentí admiración por dos figuras del espectáculo sin saber que eran peruanos: el maravilloso showman Kiko Ledgard fue uno… el otro, el actor Fernando Hilbeck.

Hilbeck (1933-2009) era un habitual de la ficción cinematográfica y televisiva española de los años 70. Yo lo veía, creo recordar que a diario hacia las 7 u 8 de la noche, en la telenovela apropiadamente titulada Novela (1974-1977), que en blanco y negro ofrecía seriales inspirados en novelones literarios. Entre visillos, adaptación de la primera obra ‒y Premio Nadal– de Carmen Martín Gaite, fue uno de ellos.

De Hilbeck me impresionaba su porte elegante, sus facciones altivas, su mirada de lord decadente y esa extraña voz viril pero sorda, tal vez resultado de neutralizar su acento. Como en el caso de Ledgard, a ningún niño español de aquellos tiempos se le hubiese ocurrido pensar que Hilbeck era peruano, dato que descubrí entusiasmado mucho tiempo después.

Y fue Mario Vargas Llosa quien me lo confirmó en persona, pocos años antes de que falleciese el magnífico actor.

El caso es que Fernando José Hilbeck Gavalda nació en Madrid en 1933, pero se crio en Lima: es posible que guardara alguna relación con la familia de hacendados de origen inglés asentada en Piura. ‘Tachi’ Hilbeck, como lo conocían los íntimos, fue compañero en la Facultad de Derecho de Luis Loayza, por aquella época (años 50) amigo inseparable de Vargas Llosa junto a Abelardo Oquendo. Hilbeck también alternaba con ellos y el Premio Nobel llega a dedicarle un párrafo entero de su autobiografía El pez en el agua:

“Otro frecuentador de aquellas reuniones era Fernando Hilbeck, compañero de Lucho en Derecho y actor. Loayza contaba que un día, en el último año de la carrera, por primera vez en siete años, Tachi se interesó por una clase: «¿Cómo, profesor, hay varios códigos? ¿No están todas las leyes en un solo libro?» El profesor lo llamó aparte: «Dile a tu padre que te deje ser actor y que no te haga perder más tiempo con el Derecho.» El padre de Tachi se resignó, apenado de que su hijo no fuese la estrella de los tribunales con que él soñaba. Lo envió a Italia y le dio dos años para que se hiciera famoso en el cine. Yo vi a Tachi en Roma, poco antes del fatídico plazo. Sólo había conseguido ser un furtivo centurión romano en una película, pero estaba feliz. Luego se fue a España donde hizo carrera en el cine y en el teatro y finalmente —otro peruano más de los que elegían la invisibilidad— se esfumó. En las sesiones de espiritismo o en el juego de la risa, Tachi Hilbeck era imbatible: su facultad histriónica transformaba la sesión en un espectáculo delirante.”

Durante un encuentro que mantuve con Vargas Llosa y su esposa Patricia en Lima, el nombre de Hilbeck salió a colación, todavía no recuerdo por qué feliz coincidencia. Yo me quedé de piedra al saber que ese estupendo actor había sido amigo de juventud del escritor arequipeño, incluso tengo entendido que participó en la adaptación que el propio VLL dirigió de Pantaleón y las visitadoras en 1975: el matrimonio me habló con entusiasmo de Hilbeck, me contaron algún detalle de su vida y puedo constatar que quedaron muy apenados por su fallecimiento en 2009.

Fernando Hilbeck inició pues su carrera como actor de cine en Italia, durante los años 60, en papeles secundarios. Más tarde, ya en España, participó en toda suerte de películas del Oeste europeas y en los 70 empezó a intervenir en innumerables largometrajes y series televisivas ibéricas: como en La barraca (1979), popular adaptación de la obra homónima de Blasco Ibáñez, o incluso como protagonista de una adaptación a TV de El túnel (1977) de Ernesto Sábato. Más tarde fue uno de los papás de la muchachada protagonista en la célebre Verano azul (1981-82).

Pero sin duda mi generación le recordará siempre por el impacto que supuso una de las películas en las que participó durante la década de los 70: la tremenda No profanar el sueño de los muertos (The Livind Dead at Manchester Morgue), coproducción hispano-italiana dirigida por el catalán Jorge Grau.

Ahora que está tan de moda debatir sobre el incumplimiento de reglamentos en la programación en horario infantil, causa cierta gracia recordar a qué tipo de barbaridades estábamos expuestos los pequeños (y con qué placer para nosotros) en la televisión pública española de los 70/80/90.

Pese a que se emitió de noche,  No profanar el sueño de los muertos la vimos muchos niños españoles el 16 de noviembre de 1981 en el programa contenedor Mis terrores favoritos; y seguro que fuimos unos cuantos los que tuvimos que abandonar su visionado a medio metraje por lo brutal de su contenido, para la época y para la edad: estábamos acostumbrados a ver la «peli de miedo» de ese programa cada lunes noche y comentarla en el patio del colegio al día siguiente. (Ese descontrol en la programación de cara a los menores continuó hasta los años 90, como se puede certificar con el pase a las 4 de la tarde, siempre por parte del canal público, de un filme que contenía desnudos integrales, muertes reales de animales y hasta una –escenificada pero explícita– castración…).

Hilbeck es el primer muerto viviente que aparece en No profanar el sueño de los muertos, un vagabundo fallecido una semana antes que vuelve de la tumba debido a la emisión de ultrasonido de una moderna maquinaria agrícola: y es también el primero en atacar a la heroína, destripar a una víctima y comer sus vísceras, exhibiendo unas pupilas rojas eléctricas que conforman una de las señas de identidad visuales del filme (incluso le hace protagonizar los psicotrónicos títulos de crédito). El trasfondo de su personaje es religioso (se juega con la idea de que se trate de un beato fanático que se quitó la vida) y de hecho juega el rol de «Mesías» del bando zombi.

La película está considerada ya un clásico del subgénero zombi, rezuma gore, inteligencia y mala leche.

La mayor sorpresa que Hilbeck me dio en los años 80 fue aparecer encarnando en la gran pantalla al muy innoble noble Arnolfini en una de las mejores y más impactantes películas del gran cineasta holandés Paul Verhoeven: Flesh and Blood (1985), retitulada en España Los señores del acero, con una vibrante banda sonora de Basil Poledouris. El papel de Hilbeck era corto pero significativo y su presencia inolvidable por su aplomo y ajuste al personaje.

A partir de los años 90 sus intervenciones se harían más escasas en la producción de ficción nacional y lamentablemente terminó por perdérsele la pista, dejando de trabajar definitivamente a partir del nuevo siglo. En 2009 fallecía con 75 años de edad.

Ojalá este texto contribuya a revivir el interés por aquel excelente actor peruano, nunca del todo aprovechado en los papeles que interpretó. Tal vez podamos resucitarlo para el público tal como él resucitaba, para nuestro espanto, en No profanar el sueño de los muertos

Vamos a profanarlo con todas las consecuencias, a ver si logramos rescatar su nombre del olvido.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Publicado previamente en Utero.Pe con licencia CC.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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