Cixin Liu (Yangquan, 1963) es el autor de la Trilogía de los Tres Cuerpos, una obra de ciencia-ficción que abarca 1.800 páginas. La componen tres novelas: El problema de los tres cuerpos (2006) ‒galardonada con el premio Hugo‒, El bosque oscuro (2008) y El fin de la muerte (2010).
En una entrevista que le hizo Preston Grassmann, el escritor describía los orígenes de su obra: «La Revolución Cultural ‒dice Cixin Liu‒ brinda los antecedentes necesarios para esta historia. Lo que quería contar exigía un protagonista que renunciara a toda esperanza en la humanidad y en la naturaleza humana. Creo que el único episodio en la historia moderna de China capaz de generar tal respuesta es la Revolución Cultural. Fue un momento tan oscuro y absurdo que incluso distopías como 1984 parecen poco imaginativas en comparación. Hay pocas obras de ciencia-ficción en la China contemporánea que tengan una visión positiva del desarrollo científico y una actitud optimista hacia el futuro. Como la mayor parte de la ciencia-ficción estadounidense actual, la que se escribe en China se preocupa por los efectos negativos del avance científico y sus consecuencias más oscuras en el porvenir. A este respecto, soy un poco raro entre los escritores de mi país. Al comienzo de mi carrera, otros me criticaron y se burlaron de mí por ese optimismo».
«Escribo ciencia-ficción ‒añade‒ porque amo la ciencia, y quiero expresar de forma literaria su belleza. Las ideas sobre ciencia y tecnología forman el núcleo de mis historias. En todo caso, hay una diferencia entre el enfoque de la ciencia-ficción y el pensamiento científico. La ciencia representada en la ciencia-ficción se mezcla con una gran dosis de especulación imaginativa, y ya no es, estrictamente hablando, ciencia en absoluto, sino una proyección ficticia de la ciencia».
Como bien saben sus lectores, Cixin Liu no deja que la fantasía le aparte del rigor. En este sentido, la Trilogía de los Tres Cuerpos es un un relato largo, minucioso, apasionante, y sobre todo, tremendamente didáctico, dado que pone sobre el tapete todas las teorías de la física moderna, desde las supercuerdas y las múltiples dimensiones de la materia hasta la posibilidad de viajar a velocidades superiores a la de la luz.
No sólo habla de física, sino también de sociología. Según queda implícito en la Trilogía, la teoría de juegos podría estar implícita en las relaciones entre civilizaciones del universo. En concreto, partiendo de que el universo es inmenso pero finito (y escaso), y de que existirían muchas civilizaciones (y no hay sitio para todas), se produciría el fenómeno de que una civilización no podría conocer la bondad de las otras por mera especulación. Ello conduciría, a través de cadenas de sospecha, a la desconfianza.
A su vez, la desconfianza implicaría el intento de destrucción de cualquier civilización de la que se tuviera noticia. Por consiguiente, el universo sería un “bosque oscuro”, habitado por cazadores acechándose entre sí.
Esta hipótesis solucionaría la paradoja planteada por Enrico Fermi en 1950: la contradicción aparente que hay entre la elevada probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en el universo, y la total ausencia de evidencia de dichas civilizaciones. En la ficción de Cixin Liu, todas las civilizaciones se ocultarían para no ser destruidas.
Imagen superior: detector ATLAS del Gran Colisionador de Hadrones (LHC) del CERN en Ginebra (Suiza).
Las tres novelas contienen, además, múltiples ejemplos de Gedankenexperiment, una combinación de palabras que en alemán significa «experimento mental». Einstein lo utilizó como mecanismo para la elaboración de sus teorías.
Cixin Liu describe la posibilidad de desdoblar las dimensiones ocultas en la materia que recoge la teoría de supercuerdas. De acuerdo con esta teoría, las partículas subatómicas son cuerdas (objetos bidimensionales) del mismo tamaño, equivalente a la longitud de Planck, y se diferenciarían al vibrar en diferentes frecuencias. La gravedad se definiría en un mundo ampliado a nueve dimensiones más el tiempo y una más que las englobaría, formando membranas. O sea, once dimensiones.
Imagen superior: sección bidimensional de una variendad quíntica de Calabi-Yau de seis dimensiones. Se trata de una representación matemática en dos dimensiones, proyectada en 3D, de un espacio de seis dimensiones.
En nuestro universo de tres dimensiones las seis dimensiones restantes estarían curvadas (dobladas dentro de) con un tamaño inferior al de una cuerda. De esta manera, nos resultarían invisibles.
En la Trilogía se especula con la posibilidad de desdoblar (en todas sus dimensiones) un objeto tridimensional, un protón, y convertirlo en un espacio bidimensional de un tamaño cercano al de un planeta. Aparentemente, esto está alejado de nuestro mundo habitual. Sin embargo, el catalizador de los vehículos de motor de explosión puede explicar la paradoja: contiene un material cerámico (cordierita) con circunvoluciones internas (celdillas panal) cuya superficie (100 m2/gramo), si la desplegáramos, equivaldría a varios estadios de fútbol.
«La inspiración para escribir El problema de los tres cuerpos ‒le dice Cixin Liu a Grassmann‒ provino de un artículo científico sobre el problema de los tres cuerpos en la mecánica clásica, que involucra el movimiento de tres cuerpos bajo atracción gravitacional mutua. Es algo impredecible con las matemáticas y la física actuales. Leí ese ensayo y de repente pensé: ¿y si los tres cuerpos fueran tres soles? ¿Cómo se desarrollaría la vida inteligente en uno de los planetas de un sistema semejante? Esta fue una buena idea de ficción, sólida en términos científicos, pero también evocadora desde el punto de vista narrativo. Hasta la fecha, no hemos descubierto ningún sistema estelar trinario en el que las estrellas se muevan de esta manera caótica. Por otra parte, mi mayor desafío es crear historias interesantes a partir de los últimos resultados de la investigación científica. Tomemos la física como ejemplo. En comparación con la física clásica, la física contemporánea es extremadamente abstrusa. Las matemáticas no solo son complicadas, sino que sus teorías están lejos de la experiencia diaria de la persona promedio. Cuando se le da una explicación adecuada, incluso una persona analfabeta puede comprender las tres leyes del movimiento de Newton, y la relatividad especial solo requiere el nivel matemático de un estudiante adolescente. Pero es casi imposible para alguien de la calle comprender las teorías avanzadas de la física contemporánea. No obstante, el Universo revelado por la ciencia contemporánea es aún más maravilloso y rico que el Universo de la ciencia clásica, y mucho más grandioso. Este es un vasto territorio que puede explorar la ciencia-ficción, y quizá ello sirva para revivir al género tras sus recientes signos de agotamiento».
Copyright del artículo © Joaquín Sanz Gavín. Reservados todos los derechos.