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«Bloodstar» (1976), de Richard Corben

El mundo del cómic norteamericano de los años setenta, junto al auge de los géneros de terror y fantasía, fue testigo de la aparición de un formato híbrido explorado por algunos artistas inquietos y que, a la postre, no consiguió entonces atraer el favor de los lectores: la cómic-novela, o como también se lo llamó, “novela gráfica”. Gil Kane fue uno de los pioneros en ese campo con obras como His Name is Savage (1968, con texto de Archie Goodwin) o Blackmark (1971). Fue precisamente Kane quien sugirió a Richard Corben el plantearse un proyecto de estas características destinado a una edición directa en álbum por la editorial que el propio Kane había creado, Morning Star Press, un planteamiento harto arriesgado en el mercado norteamericano de entonces, en el que los cómics seguían distribuyéndose en supermercados y quioscos y las tiendas especializadas eran una mera anécdota.

Pero Corben, autor inquieto donde los hubiera, recoge el guante. Kane le recomienda un relato de carácter fantástico escrito por el maestro del género, Robert E. Howard, El valle del gusano, pero al dibujante no le acaba de convencer ni el racismo de ese escritor ni su gusto por la violencia gratuita. Con el fin de orientar la historia en otro sentido, recluta la ayuda del novelista de ciencia ficción John Jakes. Éste había colaborado hacía poco en Marvel, creando los plots de un par de números de Conan el Bárbaro dibujados por Barry Smith, así como para aventuras de Kull y Thongor. Pronto, un bárbaro de su propia creación, Brak, protagonizaría algunas páginas del magazine de Marvel Savage Tales, desde donde, a través de Gil Kane, entraría en contacto con Richard Corben (más adelante, Jakes se convertiría en un escritor superventas con sagas históricas como Norte y Sur).

En 1976, tras nueve meses de intenso trabajo, Morning Star Press lanza por fin Bloodstar en una edición limitada de 5.000 ejemplares, en tapa dura y en blanco y negro. Tres años después, en septiembre de 1979, con Morning Star ya desaparecida victima de la nefasta distribución, Ariel Books realiza una reedición en rústica de peor calidad, con nueva rotulación y un texto revisado por John Pocsik. Entre 1980 y 1981, Heavy Metal (nº 45-52) la serializó en sus páginas, ahora ya con el color añadido por el propio Corben y un par de sus ayudantes.

A los teóricos del cómic les encanta discutir sobre cronologías y nombres, como ¿Quién hizo antes qué? ¿Cuál fue el primer superhéroe que puede ser considerado como tal? ¿Y el primer cómic en su forma reconocible? ¿Cuándo se utilizó por primera vez tal o cual recurso? Sobre la cuestión de la primera novela gráfica también han corrido ríos de tinta. No voy a entrar ahora en esa cuestión (para empezar habría que determinar qué se entiende exactamente como “novela gráfica”), pero a menudo se le concede el mérito a Contrato con Dios, realizada por Will Eisner en 1978. Sin embargo, y si prescindimos de auténticos pioneros como el mencionado Gil Kane, no sería descabellado decir que Richard Corben se le adelantó dos años; pero claro, la fantasía heroica nunca ha gozado del mismo prestigio que las historias intimistas de corte autobiográfico, a las que los críticos con pretensiones les atribuyen a priori más profundidad temática y mérito artístico.

Bloodstar consta de tres partes bien diferenciadas. En la primera, una suerte de prólogo, se nos cuenta cómo una catástrofe cósmica desencadena un cambio drástico en el clima y la corteza terrestres. La Naturaleza se transforma y la civilización humana tal y como la conocemos desaparece. Este fragmento, claramente encuadrable como ciencia ficción postapocalíptica, es una adaptación casi literal del relato corto “La estrella”, escrito por H.G. Wells en 1898.

El cuerpo principal de la historia, no obstante, transcurre en un mundo postapocalíptico que tiene que ver más con la fantasía heroica que con la ciencia ficción y que, como he dicho más arriba, es una adaptación del relato El valle del gusano, de Robert E. Howard, el inmortal creador de personajes como Conan, Kull o Solomon Kane. Así, en la segunda parte del álbum se nos presenta a quienes van a ser los actores del drama: Bloodstar y Loknar, dos fornidos guerreros de una tribu aria que emigra a un nuevo territorio; Helva, la hija del ya anciano jefe del grupo, Byrdag; y Grom, uno de los habitantes de la raza de aspecto vagamente simiesco que habitaba aquellas tierras en primer lugar.

Esta segunda parte marca el nacimiento de la amistad entre Bloodstar y Grom, y el brote de la animadversión mutua con su antiguo camarada Loknar a raíz de la atracción que ambos sienten hacia Helva. Los sentimientos amorosos de Bloodstar son auténticos, pero el deseo de Loknar, además de con la lujuria, tiene más que ver con el ansia de asegurarse una posición de liderazgo en la tribu.

La amistad, el amor, la traición y el odio marcarán esta etapa, que finalizará con el exilio de Bloodstar, Helva y Grom. Los tres pasan a formar entonces una suerte de familia que se amplía con el nacimiento del hijo de Bloodstar y Helva. Bloodstar, pese a ser un gran guerrero, muestra un talante conciliador, incluso pacifista, muy diferente del ímpetu y costumbres violentas propias de su tribu. La rebelión contra leyes injustas y la determinación a poner el amor y la libertad por encima de las presiones de la colectividad son dos de los temas subyacentes.

A continuación sigue un breve inciso en el que se hace hincapié en la utópica vida natural de los tres desterrados, felices y efímeros momentos que darán paso a la dramática tercera parte en la que, a través de un largo clímax –toda la última parte está repleta de tensión y anticipación de una inminente tragedia– culmina en un heroico final en el que Bloodstar se enfrenta a una espantosa criatura de inspiración lovecraftiana.

Posiblemente, la adaptación más fiel del relato de Howard (publicado originalmente en la revista pulp Weird Tales en 1934) sea la que de él realizaron en 1973 Gerry Conway, Roy Thomas, Gil Kane y Ernie Chan para el número 3 de la revista Supernatural Thrillers de Marvel.

Corben, sin embargo, en lugar de ceñirse al texto original, lo utiliza como base para crear una historia algo más larga y detallada. Así, aunque la trama es básicamente la misma, ésta no tiene lugar en un pasado mítico, sino en un futuro postapocalítpico, algo más a tono con la sensibilidad de la época.

Pero aparte de eso y los cambios en algún nombre (como el del protagonista, que Howard llamaba Niord), la diferencia más importante es en el tono y el peso de los personajes. Cierto, la historia reúne todos los ingredientes propios de un relato típico de espada y brujería de Howard: básicamente un bárbaro musculoso de naturaleza salvaje pero noble, su fiel compañero de distinta raza y un monstruo sobrenatural al que enfrentarse. Sin embargo, Corben la enriquece al diluir buena parte de la violencia que impregnaba la obra original mediante la introducción de una carga emocional ausente en aquélla.

Bloodstar es algo más que un mero soporte para la tradicional trama de fantasía heroica centrada en la acción y el suspense: es un antihéroe humanista, alguien que trata de sobrevivir en un mundo hostil al tiempo que protege a su familia y su propia libertad (un modelo que solo un año después adoptaría el belga Jean van Hamme para su magnífica serie Thorgal).

Lo que Robert E. Howard pretendió con su relato fue narrar una leyenda arquetípica, la del hombre contra el monstruo, que se ha venido repitiendo de generación en generación desde los albores de la humanidad. En cambio, Corben y Jakes la transforman en una tragedia de tintes griegos, en la que se dan cita la guerra, el amor, la lujuria, los celos, la venganza y la muerte, añadiendo no sólo profundidad y matices a los dos personajes principales, Bloodstar y Grom, sino añadiendo otros dos que estaban ausentes del cuento original: Loknar y Helva, en relación a los cuales se define el héroe.

Para aumentar en el lector la sensación de proximidad, los autores deciden que el relato esté narrado en primera persona por un envejecido y moribundo Grom, quien cuenta al hijo de Bloodstar, de quien ha sido guía y mentor, las hazañas de su padre. Howard, en cambio, hizo que El valle del gusano fuera contado por un hombre de nuestros tiempos, un tal James Allison (que también apareció en otras historias cortas del escritor), capaz de recordar sus encarnaciones pasadas.

Hay pocos diálogos y el texto consiste básicamente en textos de apoyo. Siguiendo el modelo de la cómic-novela que entonces luchaba por abrirse paso, insertos de texto novelado sin ilustraciones separan los diferentes episodios de la trama a modo de introducción de lo que se contará acto seguido. Personalmente, no me extraña que este tipo de experimentos no gustara a la gente. La introducción de páginas de texto tiende a romper el ritmo de lectura de lo que es esencialmente una narración visual y, lo que es peor, esos insertos no aportan nada verdaderamente relevante a la historia o, al menos, nada que Corben no hubiera podido mostrar con dibujos de forma mucho más directa.

En el aspecto gráfico, se puede apuntar que Corben contiene su tendencia al efectismo y exuberancia gráfica, para dotar al relato de la atmósfera apacible y metafórica de la que disfrutaban muchas de sus mejores historias de la época underground. En este aspecto, las caracterizaciones están ejecutadas de forma sobresaliente: rostros, miradas, escenas intimistas, la profunda desesperación de Bloodstar ante la masacre de su gente, el palpable odio de Loknar, la lealtad sin límites de Grom… están reflejados de tal forma que definen gráficamente a unos personajes que no viven inmersos en el torbellino sangriento de, por ejemplo, Den o Conan, de tal forma que el lector puede identificarse con ellos.

Incluso los dos personajes secundarios de cierta relevancia, Loknar y el viejo Byrdag, están notablemente bien delimitados en personalidad y comportamiento: el uno, ambicioso y hambriento de poder; el otro, firme como líder pero doblegado y humanizado por la vejez y la amargura.

Aunque los planos generales y los fondos nunca han sido el fuerte de Corben, en Bloodstar hace un esfuerzo para situar a los personajes en un entorno concreto y sacarlos del limbo en el que sus figuras solían evolucionar en obras anteriores. El detallista dibujo de Corben, perfilado con aerógrafo, retrata un mundo primitivo de guerreros, batallas y criaturas monstruosas. Su inteligente uso de la iluminación y el color añade una capa extra de consistencia y textura a sus características formas redondeadas de aspecto underground.

Hoy resulta un recurso muy habitual utilizar el color digital para embellecer los dibujos a lápiz y aportar profundidad y peso –especialmente en el cómic de superhéroes–, pero Corben lo hizo hace cuarenta años y, además, utilizando el sombreado. No se limita a rellenar de color los espacios delimitados por las líneas, sino que construye con él formas completas de una forma más cercana a la pintura que a la ilustración convencional.

Bloodstar está considerada por muchos como una de las mejores adaptaciones de un relato de Robert E. Howard, porque sin perder la atmósfera de misterio y amenaza inminente que destilaba aquél, amplía y mejora lo que era un sencillo cuento de espada y brujería destinado al mercado pulp de los años treinta, adaptándolo a las nuevas sensibilidades de los años setenta como una historia que ensalza no tanto la violencia como medio de imponerse al entorno como algunas de las virtudes propias del ser humano, como el amor a la familia, la lealtad, la nobleza de carácter, el poderío físico, el rechazo a la violencia gratuita…

En definitiva, una de las obras más logradas de Corben y una excelente historia de espada y brujería que ha aguantado perfectamente bien el paso del tiempo. Para amantes de la obra de Corben, de Robert E. Howard y/o de la fantasía heroica.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".