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«Aliens: Alchemy» (1997), de Richard Corben y John Arcudi

Cuando en 1988, tras el estreno de la segunda película de la saga cinematográfica de Alien, la editorial Dark Horse consiguió los derechos de adaptación al cómic de lo que ya se había convertido en una franquicia, sin duda lo hizo teniendo bien presentes las excelentes posibilidades comerciales que brindaba la criatura salida de la imaginación de Giger y Scott. Lo que posiblemente no pudieron prever es que el monstruo les reportaría tantos beneficios y durante tanto tiempo.

En buena medida, ello se debió a la política editorial que se decidió adoptar en la nueva línea: una sucesión de series limitadas, volúmenes únicos e historias cortas en vez de la más tradicional serie regular. De esta forma, se podía dar entrada a una variedad de autores que pudieran aportar libremente sus personales interpretaciones de este universo de ficción, evitando la presión derivada de las fechas de entrega y la fosilización creativa. Por desgracia, por acertada que pudiera ser esa política en un principio, si se deja pasar el suficiente tiempo, aquellos elementos negativos acabarán siempre por aparecer.

Efectivamente, Alien, como su primo Predator o la veterana Star Trek, se ha convertido en una pieza más de la gran industria de entretenimiento multimedia. En el caso del cómic eso significa la existencia de una amplia base de clientes/aficionados que regularmente adquieren su dosis viñetera de la franquicia correspondiente independientemente de su calidad. Y ésta, por desgracia, no suele ser muy alta por la sencilla razón de que el «producto» se vende solo y la editorial no necesita esforzarse por mantener alto el listón. De vez en cuando, eso sí, tratando de llegar a un público más amplio que el que regularmente compra los cómics de esa franquicia, se contratan los servicios de autores de prestigio.

Desafortunadamente, suele ocurrir que la firma de un guionista o dibujante consagrados no conlleva automáticamente la calidad que podría esperarse a la vista del currículo previo de sus reputados autores. Y es que las limitaciones a las que se tienen que ajustar, las directrices del estudio cinematográfico que deben seguir o el propio formato de la obra impiden a menudo que el proyecto sea algo más que un trabajo alimenticio que se acepta por su jugosa remuneración y se solventa con oficio pero sin entusiasmo. Este es el caso de Aliens: Alchemy (septiembre-diciembre de 1997).

Richard Corben (1940-2020) fue uno de los autores más admirados de la industria. Su mezcla única de trazo underground y realista, utilización del sombreado para añadir densidad emocional y la riqueza y matices de su color le merecieron un puesto de honor entre los grandes aun cuando su trabajo a menudo apareció publicado en los márgenes de la poderosa industria del comic-book.

Eso cambió a mediados de los noventa, cuando Corben abandonó en gran medida los proyectos propios (sus intentos de autoedición se habían saldado con fracasos) para aceptar encargos bien pagados de las grandes editoriales de comic-books, Marvel y DC, encantadas de tener a un autor de su talla en sus respectivos catálogos. Así, en 1996, colabora con una historia corta en Batman: Black & White. Más tarde seguirían miniseries de Hulk, Hellblazer, Punisher o Powerman, pero entre medias dibujó una miniserie de Alien de tres números para Dark Horse, en colaboración con el guionista John Arcudi, quien ya había firmado anteriormente otra miniserie de la criatura.

En la aislada colonia de Emerson, emplazada en un planeta árido y hostil, tiene lugar un enfrentamiento entre dos facciones: una, encabezada por los sacerdotes de un culto poco definido –pero claramente identificable con el cristianismo– quieren detener un progreso industrial que amenaza el medio ambiente; mientras que otra parte desea continuar con los avances. El clérigo principal, el Legado Muir, fuerza la situación utilizando a uno de sus acólitos como «incubadora» de uno de los aliens que encuentra en los restos de la nave en la que, cientos de años atrás, llegaron los antepasados de los colonos.

La criatura no tarda en sembrar el caos en la colonia. El sacerdote anuncia que se trata de una plaga mutante consecuencia de la contaminación, intentando de esta forma atraer aterrados conversos a su bando. Sólo dos mujeres de indomable personalidad lograrán vencer el pánico para tratar de acabar con el alien y descubrir el misterio que se esconde tras él.

Estamos ante un guión sencillo, con algunas ideas interesantes pero desarrollado a base de tópicos y lugares comunes dentro de la saga: un alien masacrando uno a uno a los aterrorizados miembros de una comunidad aislada; un misterio que resulta ser una conspiración en la que participa un androide; y una figura femenina fuerte y decidida… En fin, nada nuevo para todo aquel que haya seguido las entregas cinematográficas de la saga. Tampoco resulta novedoso el personaje del religioso cruel y manipulador (para más inri obeso y con rostro porcino), caricatura ésta explotada hasta el cansancio.

Para no ser completamente negativos, digamos que la historia que relata el origen de la pequeña comunidad de Emerson resulta interesante aunque merecedora de un mayor desarrollo (se solventa en seis páginas).

Arcudi es también capaz de ir articulando la narración de forma ascendente, aumentando su complejidad y suspense conforme se alcanza el clímax, y añadiendo información que clarifica paulatinamente el pasado de la colonia y las relaciones entre los personajes.

En cuanto al aspecto gráfico, incluso una obra menor y alimenticia de un gran autor suele superar a los trabajos de sus colegas y esta no es una excepción. Corben domina perfectamente la narrativa propia del género de terror, la distribución de la acción en viñetas, la disposición en ellas de los elementos de la acción, la expresividad facial y corporal y la aplicación del sombreado que mejor se adapta al momento emocional de la escena (en este caso el color, dominado por los tonos amarillentos y ocres, corre a cargo de John Pound). Pero aunque superior a la media, no es uno de sus mejores trabajos y se diría ejecutado a demasiada velocidad. A destacar también las espectaculares portadas pintadas, también a cargo de Corben.

En resumen, una obra para incondicionales de la saga Alien y seguidores de la carrera de Richard Corben. El resto podrá encontrar cómics de ciencia ficción mucho más merecedores de emplear en ellos tiempo y dinero.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".