La breve vida de Nikos Skalkottas (1904-1949) bastó para convertirlo en el músico nacional griego y para poner a Grecia en el escaparate de la música europea. Para ello debió sortear algunos desafíos, quiero decir comodidades que se convierten en obstáculo.
La mayor comodidad, insisto, era la nacionalista. Seguir las huellas ilustres de Bartok, Enescu, Falla, Stanford o Katchaturian. Finalmente, Grecia, entre su herencia dórica y su impregnación turca, daba para mucho en lo folclórico.
Sin desdeñar algunos sutiles toques de esa índole, Skalkottas optó por el cosmopolitismo de Stravinski, especialmente el de la segunda manera, explorando disonancias, tonalidades superpuestas, pequeñas unidades melódicas de austero desarrollo, oposición de timbres. Así conseguimos encajar el tercer concierto para piano (1939): teclado más instrumentos de viento.
Tampoco renuncia el griego al inevitable magisterio del ruso, uno de los grandes de su tiempo, cuando compone, el mismo año, la música de ballet Los gnomos, que evoca al Stravinski que sale a escuchar músicas de feria y a contarnos fábulas de zorros parlanchines e historias de soldados y demonios.
Ritmos de bailes aldeanos, fanfarrias de bandas provinciales, fantasmillas y trasgos de cuento infantil, se citan y se divierten en esta partitura que convendría hacer danzar, de vez en cuando, a quien corresponda.
Disco recomendado: Nikos Skalkottas (1904-1949): Concierto para piano & diez instrumentos de viento; Los Gnomos (ballet) / Geoffrey Douglas Madge, piano.
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