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Crítica: «El Llanero Solitario» (Gore Verbinski, 2013)

Empecemos con algo positivo: Gore Verbinski satisface al público infantil con un artefacto entretenido y ágil, que aprovecha los recursos de un magnífico diseño de producción. Por desgracia, El Llanero Solitario no es fiel a ese admirable personaje al que pretende homenajear, y para oscurecer aún más las cosas, la película se debate entre tantos estados de ánimo que acaba aturdiendo a cualquier espectador que espere algo más que saltos y carreras.

Crecí leyendo los tebeos de la Editorial Novaro que nos llegaban desde México. Entre mis predilectos, figuraban varios cómics protagonizados por figuras del Oeste: Hopalong CassidyRed RyderKing de la Policía Montada, el pre-western TomajaukRoy Rogers… y mi favorito entre todos ellos, El Llanero Solitario, que adaptaba al español la serie lanzada desde 1948 por Western Publishing y Dell Comics, realizada, entre otros, por el guionista Paul S. Newman y el dibujante Tom Gill.

Gracias a aquellos cómics, muchos niños españoles e hispanoamericanos conocimos al ranger enmascarado y a su valiente y digno compañero, el indio Toro (Tonto en el original). Aquella pareja venía a reproducir un planteamiento que tiene su origen en otro personaje, El Zorro, y que aún prospera en el mundo de los superhéroes. Me refiero a la fórmula del paladín que oculta su rostro con un antifaz y que se dedica a imponer justicia allí donde se necesita.

Por aquel entonces, no sabíamos que el Llanero había comenzado a cabalgar en un serial radiofónico, en 1933, gracias al ingenio del dueño de la emisora WXYZ de Detroit, George W. Trendle, y al guionista que trabajaba para él, Fran Striker. Entre 1949 y 1957, el héroe dio el salto a la televisión, interpretado por Clayton Moore, consolidando así una fama que aún perdura entre los nostálgicos.

En el recuerdo de sus admiradores, el Llanero Solitario es un personaje tan respetable como Batman. Y desde luego, nadie –salvo Joel Schumacher– se tomaría en serio una adaptación al cine en la que el Hombre Murciélago y Robin dedicasen más tiempo a hacer reír a los chavales de la sala que a descubrir a los villanos de turno e imponer la ley.

Esto último me ha condicionado mucho a la hora de apreciar la película de Gore Verbinski. El problema no es el estilo narrativo del film –Verbinski domina formidablemente los movimientos de cámara–, ni la soberbia ambientación o los imponentes escenarios de Monument Valley donde evoluciona la historia. Todo eso está entre lo bueno y lo excelente. El problema –para quienes lo quieran ver así– es que ni Armie Hammer es el Llanero que yo admiré, ni Johnny Depp se parece en lo más mínimo al indio Toro de los tebeos.

Esta producción de Jerry Bruckheimer seguramente gustará a los niños de hoy, aficionados al vaivén de las montañas rusas, y también a los jóvenes menos exigentes. Pero si uno intenta sacar algo en claro de la historia, seguramente acabará decepcionado ante un cóctel imposible de farsa, épica familiar, drama, slapstick de dibujo animado, cine fantástico, western crepuscular, goticismo a lo Tim Burton e incluso burlesque.

¿A qué carta quedarse? No parece que Verbinski lo tenga claro, y quizá por ello el tono del film va oscilando entre la luz y las tinieblas, a través de constantes cambios de humor, salpimentados con chistes que unas veces funcionan y otras no.

Como es fácil de imaginar, el verdadero protagonista es Johnny Depp. Su enloquecida interpretación de Toro va de lo gracioso a lo inquietante. En cierto modo, da vida a un demente, que a ratos parece el Barón de Münchhausen –¿es verdad todo lo que cuenta?–, a ratos recuerda a Jack Sparrow, y a ratos nos conmueve con un pasado trágico, propio de los westerns reivindicativos de la década de los setenta.

Por lo demás, parece que Depp llegó a este proyecto imaginándose una versión comanche de Buster Keaton (Lo cual tiene su lógica, sabiendo que un par de persecuciones remiten a El maquinista de la General). Su química con Armie Hammer es totalmente inexistente.

Entre los secundarios, quiero destacar a quien interpreta al malvado Butch Cavendish, el actor de carácter William Fichtner. También están impecables Tom Wilkinson como el potentado Latham Cole, Helena Bonham Carter como una sofisticada Madame sureña y James Badge Dale como el heroico ranger Dan Reid.

Las escenas de acción son magníficas, siempre dentro de ese tono colosal y disparatado que ya dio sus frutos en la saga Piratas del Caribe. Quienes busquen realismo pueden abstenerse, salvo en algún momento que roza el gore sin anestesia.

Es una lástima que, más allá de sus extravagancias y de su ausencia de enfoque emocional, uno sienta que El Llanero Solitario esconde valores que hubieran debido figurar en primer término. Por eso mismo, la impresión de oportunidad perdida es lo que prevalece cuando llegan los títulos de crédito finales.

Sinopsis

El guerrero nativo americano Toro (Johnny Depp) narra la hasta ahora desconocida historia que transformó a John Reid (Armie Hammer), un representante de la ley, en una leyenda de la justicia. El público se sube a un desenfrenado tren repleto de sorpresas épicas y de momentos cómicos. Estos dos extraños héroes deberán aprender a trabajar juntos y a luchar contra la codicia y la corrupción.

Ochenta años después de que se apoderaran de la imaginación del público, los personajes clásicos del Llanero solitario y Toro siguen poblando el paisaje de la cultura norteamericana. El productor Jerry Bruckheimer señala: «Estos personajes tienen algo que ha atraído a todas las generaciones desde su creación. Yo crecí en Detroit y los programas de radio y televisión de ‘El Llanero solitario’ forman parte de mi juventud y de la de millones de personas». La ininterrumpida popularidad de estos emblemáticos personajes norteamericanos en la radio, la televisión, el cine, los dibujos animados, los cómics, libros, novelas gráficas y videojuegos evidencia la inalterable fascinación que ejercen sobre el público.

El programa se escuchó por primera vez en la radio el 30 de enero de 1933, cortesía de la emisora WXYZ de Detroit, Michigan. George W. Trendle, propietario de la emisora, quería un Western que atrajera al público infantil. El personaje que creó era íntegro, honrado y una figura paterna que los niños podían admirar. Así nació el concepto del Llanero solitario que se puso en manos de Fran Striker, un guionista de Buffalo, y del director James Jewell.

Jewell dirigió la serie radiofónica El Llanero Solitario hasta 1938 y se convirtió en un fenómeno nacional. El suegro de Jewell era propietario del campamento Kamp Kee-Mo-Sah-Bee en Mullet Lake, Michigan, que se convirtió en la inspiración lingüística del nombre de Tonto (Toro) para su amigo, el Llanero Solitario (Toro apareció en el undécimo episodio de la serie). Se cree que el nombre del campamento viene de la palabra ojibwa “giimoozaabi”, que se ha traducido como «explorador en quien se puede confiar», o también «alguien que no sigue el camino trillado”. En inglés, el nombre de Tonto (Toro) también podría provenir de otra palabra ojibwa «N’da’aanh-too” (que se pronuncia “Nduh-on-toe”) y que significa «salvaje» o «cambiar». Jewell también sugirió «La Obertura de Guillermo Tell» de Gioachino Rossini como tema musical del programa.

En Estados Unidos, El Llanero Solitario tuvo 2.956 episodios (el último se emitió el 3 de septiembre de 1954). Se trata de una historia de 21 años que se superpuso a la serie de televisión de enorme éxito, con el leal Clayton Moore en el papel protagonista y el solemne Jay Silverheels en el papel de Toro. Este programa, que se convirtió en un fenómeno internacional, empezó a emitirse en la cadena ABC en 1949 y siguió en antena hasta 1957.

La enorme popularidad de la serie también dio lugar a dos largometrajes, The Lone Ranger (1956) y The Lone Ranger and the Lost City of Gold (1958). Pero ha llegado la hora de que Johnny Depp y Armie Hammer dejen su huella indeleble en Toro y en el Llanero Solitario. Aunque respetan algunas de las tradiciones que se remontan a los últimos 80 años, también se atreven a interpretar sin complejos a estos personajes para que los disfrute una generación completamente nueva.

Al igual que ocurre en otros proyectos tan ambiciosos, llevar a buen término la nueva versión de El Llanero Solitario fue un largo y tortuoso camino. Pero ni el productor Jerry Bruckheimer ni el director Gore Verbinski son hombres que se rinden fácilmente una vez que se deciden entregarse en cuerpo y alma a un proyecto. “Sabíamos que había llegado el momento de resucitar ‘El llanero solitario’ y el género de las películas del Oeste», afirma Bruckheimer. Y añade: «Lo mismo nos pasó a Gore y a mí cuando comprendimos que había recuperar las películas de piratas. Y el resultado fue la primera entrega de ‘Piratas del Caribe’ hace diez años. Es evidente que estos personajes y géneros han hecho las delicias de varias generaciones de públicos. Y sabíamos que si los recuperábamos de una forma original y atractiva volverían a enamorarse de ellos».

Verbinski sólo le interesaba dirigir El Llanero Solitario si podía darle un nuevo giro a la historia clásica. Verbinski apunta: «Si eres fan de la serie original de televisión, la película te va a sorprender porque aunque todo el mundo conoce la historia, nosotros contamos la historia desde la perspectiva de Toro, algo así como si Sancho Panza fuera el narrador de ‘Don Quijote’. Diría que en su esencia, nuestra versión es una historia de colegas y una cinta de aventuras con mucha ironía y suficientes dosis de extravagancia para hacerla original.”

Para escribir una visión innovadora del legendario cuento, los realizadores contrataron al equipo de Ted Elliott y Terry Rossio, que también escribieron las cuatro películas de la saga de éxito Piratas del Caribe. Las tres primeras fueron colaboraciones entre Jerry BruckheimerGore Verbinski, y Justin Haythe, que escribió Revolutionary Road de Sam Mendes.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © 2013 Walt Disney Studios Motion Pictures, Jerry Bruckheimer Films, Blind Wink/Infinitum Nihil. Cortesía de The Walt Disney Company Spain. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.