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Crítica: «La jungla: Un buen día para morir» (2013)

John Boorman tituló su autobiografía Money into light, aludiendo al hecho de que los amantes del cine pagamos por ver unas luces proyectadas sobre una pantalla. Bien poca cosa, en realidad… De cuando en cuando, en esas luces hay arte o diversión. Otras veces, pueden ser más tediosas que placenteras. Hay una tercera categoría, y a ella pertenece La jungla: Un buen día para morir: la de las luces defectuosas y decepcionantes.

Dirige este armatoste John Moore, a partir de un rutinario guión de Skip Woods. Recuerden estos dos nombres, porque ellos son los responsables de que una saga entrañable alcance sus horas más bajas.

Bruce Willis encarna de nuevo a John McClane, y por utilizar un eufemismo, diría que lo hace sin excesivo entusiasmo.

En esta oportunidad, McClane viaja a Rusia para echar una mano a su hijo, Jack (Jai Courtney), quien aparentemente lleva escrita en la frente su adicción a los problemas y a la adrenalina. Pronto descubriremos que el chico lleva una doble vida, y que guarda una acreditación de la CIA en el bolsillo.

Para librarse de lo que parece una condena injusta, Jack va a testificar en el juicio de Yuri Komarov (Sebastian Koch), antiguo delincuente y ahora delator de oscuras operaciones del Gobierno, situado en el centro de un complot de altos vuelos. Antes de que pueda completarse el juicio de Jack y Komarov, un explosivo detonado por un grupo paramilitar nos avisa de que la montaña rusa comienza. Los protagonistas son perseguidos por el esbirro Alik (Rasha Bukvic) y sus secuaces, en una carrera destructiva y aparatosa que viene a ser lo mejor de la cinta. De ahí en adelante, cada nueva persecución precede a la siguiente, y cada tiroteo es solo un anticipo de otro aún más sonoro. Pero por muy buena que sea nuestra disposición, es evidente que la ironía y el tono familiar de la saga Die Hard brillan por su ausencia. Quizá se perdieran en la sala de montaje o, simplemente, nunca han figurado en la agenda de Wood y Moore.

Cuentan que fue idea de Willis poner en peligro a los McLane para mostrar cómo padre e hijo superan sus diferencias. De ser así, me imagino muchas otras maneras de narrar esta historia.

Por supuesto, hay que felicitar a los técnicos de efectos especiales, al soberbio equipo de especialistas y a los encargados de realzar su labor con trucajes CGI. Desgraciadamente, el realizador se encarga de que ese despliegue carezca del interés que se le supone a cualquier entrega de la saga Die Hard.

Sinopsis

Bruce Willis regresa como John McClane en La jungla: Un buen día para morir. Una vez más, McClane se encuentra en el lugar equivocado en el momento equivocado cuando viaja a Moscú para averiguar el paradero de su hijo, Jack, que en su momento se alejó de él, y se queda atónito al descubrir que trabaja clandestinamente para proteger a Komarov, un delator de la corrupción imperante en el gobierno. Los McClane, que se juegan el cuello en la empresa, se ven obligados a superar sus diferencias para poner a Komarov a buen recaudo y frustrar un delito potencialmente desastroso en el lugar más desolado de la Tierra: Chernobyl.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © 2013 Twentieth Century Fox. Cortesía de Hispano Foxfilm. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.