Christopher Nolan es, en la actualidad, uno de los directores mejor aceptados por el público, la crítica y la industria. Sus películas ofrecen entretenimiento hollywoodiense, pero también apelan a la actividad cerebral del espectador. Origen es su nuevo éxito, una cinta de ciencia-ficción con la que vuelve a exhibir su muy personal estilo.
Sería exagerado decir que Origen es una película enormemente inteligente, cuyo entendimiento sólo está al alcance de un público maduro y de mente privilegiada, como también sería un derroche hiperbólico hacer pasar este film por una obra revolucionaria y seminal.
Origen es, sencillamente, una buena historia de ciencia-ficción con altísimas dosis de thriller psicológico.
Sucede que en el cine de entretenimiento actual, a no ser que uno sea Nolan, está mal visto que se intente hacer pensar al espectador. Así que en cuanto el director británico hace que el público tenga que estar pendiente del argumento y desarrolla la psicología de los personajes, ya se le considera como un absoluto genio, creador de complejas y oscuras obras maestras.
En realidad, no es más que una reacción desmedida, provocada por el contraste de una película astuta dentro del bajo nivel intelectual que domina en la actualidad.
En Origen vienen a confluir con acierto distintos subgéneros: el de timadores –pongamos el ejemplo de El Golpe (George Roy Hill, 1973)–, las aventuras en realidades ficticias/oníricas (Matrix, Dark City, Pesadilla en Elm Street 3: Guerreros del Sueño…) y el cine «de misiones» (El Desafío de las Águilas, Misión Imposible…).
Nolan utiliza todos los trucos de estos modelos del cine popular, bien como elementos para la narración, bien para distraer al espectador mientras él se centra en lo que más le suele interesar como cineasta: las psicologías tortuosas.
En realidad, detrás de tanto concepto argumental y alarde visual que nos deslumbra en Origen, lo más importante es descubrir qué horrible secreto encierra –nunca mejor dicho– la cabeza del protagonista, un Leonardo DiCaprio excelente como siempre, y recién salido de otro thriller psicológico –¿psiquiátrico?–, la resultona Sutter Island de Scorsese.
Por las peculiaridades de la historia, las obsesiones, traumas o sentimientos de los personajes no sólo son un añadido que aporte profundidad a la película, sino que determinan los propios riesgos a los que se han de enfrentar los protagonistas, creando todo tipo de situaciones que van desde lo peligroso a lo cómico.
El estilo narrativo de Nolan, e incluso la mayor parte de su soberbio reparto, se ajustan a las señas autorales del director de El Caballero Oscuro, con todo lo bueno y lo malo que conlleva.
Como siempre, los actores están exquisitamente dirigidos y son el principal material de atención de Nolan, quien además lleva a buen puerto un guión con tantos vericuetos, detalles y conexiones que podría estallar en manos de cualquier otro cineasta con menos pericia.
Por otro lado, Nolan vuelve a recurrir a un estilo narrativo en ocasiones molesto, consistente en encadenar escenas de poca duración –a veces un par de líneas de diálogo– unidas por una constante y machacona música de Hans Zimmer, algo que da cierta sensación de trailer e impide que nos metamos del todo en la historia.
Pese a apelar al intelecto del espectador, Nolan tampoco parece estar seguro de la capacidad del público medio, y vuelve a incluir excesivas explicaciones y exposiciones acerca del argumento, las motivaciones de los personajes o las repercusiones de sus actos, sin dejar demasiado espacio a la imaginación o el análisis por parte del que está viendo la película.
Origen es una obra algo pomposa e innecesariamente larga, pero entretenida y rica en contenido. A ratos, resulta incluso hipnótica, y sin duda se presta a distintos visionados. Alimento para los ojos y la neurona, pero sin llegar en ningún momento a la pedantería. Buen cine de ciencia-ficción con alguna que otra posibilidad de convertirse en cinta de culto.
Sinopsis
Dom Cobb (Leonardo DiCaprio) es un hábil ladrón, absolutamente el mejor en el peligroso arte de la extracción, robando invaluables secretos del fondo del subconsciente durante el estado de sueño, cuando la mente se encuentra más vulnerable. La extraña habilidad de Cobb lo hace un codiciado jugador en este nuevo mundo de espionaje corporativo, pero a la vez también esto lo hace un fugitivo internacional lo cual le costará todo lo que ama.
Ahora se le ofrece a Cobb una oportunidad de redimirse. Un último trabajo que podría devolverle su vida solo si es que puede conseguir lo imposible – la creación.
En lugar del robo perfecto, Cobb y su equipo de especialistas deberán lograr hacer todo a la inversa: su tarea no será robar una idea sino implantar una. Si lo logran, este podría ser el crimen perfecto.
Pero ningún cuidadoso planeamiento o experiencia podrán preparar a este equipo para enfrentarse al más peligroso enemigo que parece predecir cada uno de sus movimientos. Un enemigo al que solo Cobb podría ver venir.
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