El nombre algo extraño para estas latitudes de este joven barítono inglés, Huw, que puede parecer una exclamación de ánimo, inmediatamente se familiariza para el aficionado al a la lírica por sus dos apellidos. Montague recuerda a la exquisita mezzosoprano Diana Montague, mozartiana insigne entre otras cualidades; Rendall al interesante tenor que fue David Rendall, quien desde Haendel llegó a cantar el Otello verdiano. La relación que una al recién llegado barítono con ellos (aparte de que Rendall figure como uno de sus docentes), familiar o no, se deja su incógnita a merced de los interesados.
Este recital variopinto (Contemplation, Erato) que nos brinda Montague Rendall incluye ópera, canción de cámara y comedia musical, registrado en noviembre de 2023, dispone de la garantía de quien lo produce: el visionario Alain Lanceron. Este productor música francés nos ha descubierto una multitud enorme de talentos, pues tiene ojo (o mejor un oído) infalibles para ello. Baste recordar a cuatro de sus más distinguidos «promocionados»: Philippe Jaroussky, Michael Spyres, Bruno de Sá y Pene Pati. Asimismo realiza grabaciones completas de ópera.
Por el programa elegido por el barítono inglés para su primer recital, pueden extraerse dos conclusiones: la disposición vocal y sus pretensiones profesionales bien unidas. Se trata de una voz de carácter lírico, asociable a quienes los franceses consideran un barítono Martin. Tipo de voz de claridad tímbrica, ágil y facilitado de un registro superior siempre, claro está, encajado dentro de su cuerda baritonal. En una consideración rápida y familiar sería vulgarmente llamado un barítono “atenorado”. Se utiliza el término ajeno a cualquier ingrediente peyorativo.
El nombre Martin se debe al cantante francés Jean-Baptiste de tal apellido que vivió a caballo de los siglos XVIII y XIX. En el repertorio francés abundan los personajes pensados para esta categoría y algunos de ellos, desde luego, son asumidos en el disco por Montague Rendall: Valentin, Mercutio.
Un repertorio diverso
Sobre su segunda pretensión, Montague Rendall responde a una tendencia actual de no encasillare, de transitar por diversos repertorios lo que le obliga a cantar en varios estilos e idiomas (francés, italiano, alemán, inglés). Un cantante “clásico” no se planteaba semejante exhibición idiomática; puede tratarse de un ejemplo más de la actual globalización.
Hamlet de Shakespeare es un jugoso incentivo para ser objeto de un libreto operístico. De hecho, ya desde el Barroco (Luigi Caruso, 1789) logró plasmarse en pentagramas, adquiriendo más sustanciosas consecuencias el siglo después con el francés Ambrose Thomas (1868) y en algo menor medida con el italiano Franco Faccio (1854). En la actualidad un australiano presentó su muy elogiable visión en Glyndebourne de 2017 Brett Dean.
La ópera de Thomas sube con algo de regularidad a los escenarios, consiguiendo con la gran escena de la locura de Ophélie una presencia constante en la discografía, de la cual ha hecho una lectura fuera de lo común propia de las sopranos ligeras, Maria Callas. Dentro de la parte del barítono titular también se ha popularizado aunque algo menos, el brindis que canta Hamlet antes de la actuación de los titiriteros ante los reyes para desenmascarar su delito. Lo grabaron glorias del pasado como Mattia Battistini, Eugenio Giraldoni o Titta Ruffo.
Pero Montague Rendall no ha tenido en cuenta ese brillante brindis. En su lugar ha elegido el monólogo de Hamlet que comienza, justamente, con la celebres palabra “Ser o no ser”. Fragmento donde la voz se desliza preferentemente por la zona central de su registro y donde lo que es necesario que se exponga un fraseo matizado para que su contenido adquiera realidad y valor. Es lo que hace nuestro cantante, con una voz limpia, regular en registros, atractiva y, sobre todo, con un francés impecable.
Cuando Gounod estrenó Faust en Londres en 1862 (tres años después de su presentación parisina), se encontró que Valentin estaba a cargo de Sir Charles Santley, un barítono de enorme clase musical y artística. Como Valentin no tenía un aria de lucimiento le añadió Avant de quitter ses lieux, a partir de la melodía más lírica de la obertura. En ella aprovechó todas las capacidades vocales del cantante británico, del grave al agudo, que ahora expone con las hábiles posibilidades este colega posterior que es Montague Rendall, además de una exuberancia musical irreprochable. Por las grabaciones dejadas por Santley, realizadas ya entrado en la setentena, se puede constatar que los dos cantantes, el de antaño y el actual, disfrutas de cualidades tímbricas perfectamente adaptables a la página.
La siguiente página de Gounod elegida es la antítesis de la anterior. En ésta predomina un diferente desarrollo y alientos melódicos; es la balada de la reina Mab de Roméo et Juiete donde Mercutio ha de exhibir lo contrario que se le ha exigido a Valentin. Tal como se corresponde con el texto el amigo de Roméo dispone de unas secciones ágiles, saltarinas, casi como si las susurraras, leves y deliciosas, cualidades que transmite, con inusitada disposición nuestro cantante. Valentin y Romñeo son dos partes especialmente adaptadas a la vocalidad de Montague Rendall. Lo mismo que, cambiando de compositor, época y estilo, los cuplés de Beaucaire en la comedieta musical, encantadora, de André Messager Monsieur Beaucaire estrenada en 1919. Esta especie de vals lento tan típicamente asociado al género, demuestra su afinidad este cosmos tan francés.
Una disposición que amplía y redondea Montague Rendall con una de las mélodies más seductoras de Henri Duparc: Chanson triste. Normalmente escuchada en na voz femenina, de ella ha dejado asimismo otro barítono un inolvidable registro el grandísimo Gérard Souzay. Huw Montague Rendall, con la sutil emoción con la que impregna tan delicada canción, con un aterciopelado sonido auténticamente francés da una nueva lección canora. Obviamente el barítono británico ha escogido la versión orquestada por Duparc en 1911 que, sin duda, enriquece la inspiración.
Es posible (así como discutible) que las tres mejores partituras operísticas del siglo XX sean Turandot de Puccini (remate de la mejor tradición italiana), Wozzeck de Alban Berg (portaestandarte del nuevo lenguaje musical) y Porgy and Bess de Gershwin (un punto de partida norteamericano para el género). Quien escribe añadiría Die tote Stadt (La ciudadmuerta)de Korngold, una obra simplemente perfecta. De esta extraordinaria obra, basada en la aún muy disfrutable novela de Rodenbach, Montague Rendall ofrece una soberbie interpretación de la canción de Pîerrot-Fritz en el acto II en medio de la pantomima que montan la bailarina Marietta y sus desenfadados amigos y admiradores en la canalizada ciudad de Brujas. Este personaje es normalmente compartido con el de Franz, amigo del protagonista Paul, un barítono de corte lírico con una tesitura entre el do grave y el mi bemol agudo, ámbito en el que se mueve con comodísima disposición nuestro cantante, es un momento de especial jugo canoro. Se nota.
La presencia de Mozart
El compositor más presente en el disco-retrato de Montague Rendall es Mozart. El barítono mozartiano en general también es adaptable a las disposiciones de Huw, el noble y el plebeyo. Así de unos (conde Almaviva, Don Giovanni) como de otros (Papageno) ofrece ejemplos.
La gran aria de Almaviva permite al cantante sumar la arrogancia del noble español con las motivaciones que en ese momento le se le disparan. Un planteo canónico incluyendo los breves e imprevistos pasajes de agilidad y sin evitar ninguna nota, incluida la del fa agudo que, a veces, es muy incómoda (de hecho la evita) para el bajo que se atreve con el papel a menudo. El diáfano colorido vocal le ayuda a dotar al personaje de una conveniente juvenil apariencia.
Del Don Giovanni propone la serenata que, bajo la ventana, ofrece a la jugosa criada de Doña Elvira, en compañía de la mandolina de Jacques Marmoud. Es de observar la inteligencia del barítono a la par que la sensibilidad musical: las dos estrofas de escritura idéntica, están diferenciadas según los cánones de un buen traductor musical. Se trata de otro de los momentos más destacables del registro.
Como Papageno completa sus interpretaciones mozartianas: su candoroso dúo con Papagena, en boca de la soprano Laura Fromentin. La química entre ambos es absoluta y defienden el momento con similar disposición correspondiente significado, en notas y expresividad. Esa mezcla de sorpresa, entusiasmo, naturalidad y frescura que definen tamaño encuentro entre tan sencillos a adorables personajes.
Del musical a la ópera
Es sorprendente la familiaridad que disfruta Montague Rendall para la comedia musical norteamericana con el soliloquio de Billy Bogelow en Carousel del famoso tándem Rodgers and Hammerstein– Medio cantado, medio recitado con un inglés de manual, el barítono evoca la desenvoltura de Gordon MacRae que lo interpreto en el filme de Henry King de 1956. La generosidad de registros y de comodidad estilística contrasta duramente con la intervención final del disco: otro Billy, Billy Budd, de la ópera del mismo título de Benjamin Britten. Para quien escribe esta partitura y la de Peter Grimes son las más satisfactorias del compositor.
Montague Rendall transita del mundo musical norteamericano al del operista inglés con una soltura de especial relevancia. Toda la tristeza y resignación del sencillo y tartamudo marinero glorificado literariamente por Herman Melville, víctima inocente de unas leyes rígidas e injustas, aparece la inspiradísima intervención final, uno de los más espléndidos e inspirados instantes de la obra que potencian la sensibilidad dramática de Montague Rendall. No se sabe si hasta la fecha lo ha cantado en escena pero es un personaje que le van como anillo al dedo.
Canto de cámara
Dada la riquísima falange baritonal hoy activa en el selectivo canto de cámara alemán, el Lied, Montague Rendall puede integrarse en ella con eficacísima propiedad. Piénsese que entre esos preclaros liederistas están los más veteranos Christian Gerhaher o Matthias Goerne y en los últimos incorporados y bien consolidados ya André Schuen y Konstantin Krimmel. No por casualidad (salvo Schuen que es italiano aunque por apellido parezca lo contrario) todos alemanes. Es productor ejecutivo también del oratorio distribuido hace poco Serpenties de Hasse. Importantísimo.
Pues, Montague Rendall por medio del juvenil ciclo de Mahler, Lieder eines fahrenden Gesellen (Canciones de un compañero errante), se eleva a niveles tan altas similares a los obtenidos por los coetáneos colegas. Rara madurez para un joven cantante no nativo en Alemania o cercanías. Su solidez ejecutiva tan evidente en estas cuatro y hermosas canciones con textos del propio compositor, es un prodigio inesperado.
Para refrendar esa categoría como liederísta añade Ich bin der Welt abhanden gekommen (Estoy perdido para el mundo), perteneciente al grupo de los Rücker Lieder. Canción que difiere bastante del resto del programa mahleriano del cantante. Huw entra de lleno en la profunda intimidad de esta reflexión, una especie de despedida del mundo. Con el magnífico apoyo de nuevo por parte de orquesta y batuta, desarrolla toda la página en una continua y acariciadora media voz (la partitura señala a menudo PP, o sea pianísimo), definiendo así el contenido del mensaje con un canto que tiene bastante de hipnótico. Es una de las canciones más extraordinarias y representativas del compositor alemán y el barítono penetra en su esencia. En fin, un retrato que es a la vez un abanico de posibilidades intenciones futuras para una carrera que, sin riesgo, se puede anunciar de muy provechosa
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