Cuando Benavente estrenó su obra Pepa Doncel en 1928, Enrique Jardiel Poncela se apresuró a hacer un divertido experimento. Sin conocer el drama, leyó los periódicos al día siguiente del estreno y comprobó esta evidencia: los críticos teatrales se dividen en tres grupos ‒diabéticos, acéticos y submarinos‒ y sus críticas son siempre iguales.
«Se llaman diabéticos ‒escribe Jardiel‒ los que tienen un exceso de azúcar y todo lo encuentran bien. Se llaman acéticos los que tienen un exceso de vinagre y todo lo encuentran mal. Y se llaman submarinos los que nadan entre dos aguas».
No puedo resistir la tentación de emplear esas tres categorías al leer cualquier artículo o ensayo. Somos así de previsibles. Está eso en consonancia con una sociedad polarizada, en la que el entusiasmo de unos equivale al rechazo de otros. Resultado: cierto aburrimiento. Sobre todo cuando uno ve lo fáciles de pronosticar que son muchas opiniones.
Que se lo pregunten, por ejemplo, a los periodistas e historiadores expertos en la Leyenda Negra. En cuanto sale a relucir el tema, uno ya adivina el rumbo del viento al observar el ceño del crítico de guardia.
¿Hay una mayoría de acéticos? Vale. Ahí le han dado. Lo típico en un país acomplejado y sin autoestima, dispuesto a creerse cualquier barbaridad que vaya en su contra. Como ya escribió el poeta catalán Joaquín María Bartrina, «oyendo hablar un hombre, fácil es / saber dónde vio la luz del sol. / Si alaba Inglaterra, será inglés / Si reniega de Prusia, es un francés / y si habla mal de España… es español».
En fin, ya ven que vivimos en una tierra oscurecida por los prejuicios, más orgullosa de sus crisis que de sus aciertos. ¿Será posible? Pues lo es.
De un tiempo a esta parte, ha sido un alivio encontrarnos con nuevas investigaciones sobre la Leyenda Negra: libros que corrigen viejas mentiras y que, a la luz de pruebas muy sólidas, contradicen a quienes dibujan nuestra Historia como una pesadilla sin punto final. Entre esos escritores que van a contracorriente, destaca Javier Santamarta del Pozo, autor de títulos tan recomendables como Siempre tuvimos héroes o Siempre estuvieron ellas.
Su último libro, Fake news del Imperio español, insiste en el mismo propósito: borrarnos el estigma de Caín con evidencias históricas bien documentadas. Sin embargo, en esta ocasión Santamarta emplea un arma diferente contra esa hispanofobia tan pertinaz: el buen humor.
Para esquivar al espectro negrolegendario, el autor tira una y otra vez de una ironía elegante y amable. De modo que está uno leyendo un libro de historia, y de repente, empieza a sonreír, porque ‒atención al detalle‒ quizá vaya siendo hora de tomarse a broma lo que dicen los propagandistas cenizos.
Pero aún hay más. Al darle color a esos capítulos que otros pintan de negro, Fake news del Imperio español también eleva la autoestima del lector. Sobre todo, si este último es de los que cree que siempre acertará pensando mal.
Como dice Santamarta, no olvidemos que «los mayores crédulos y propagadores de tales bulos, asumidos como mortificación de cilicio cual culpa judeoprogrecristianolaica, ¡somos los españoles! Los injuriados. Los vilipendiados. Los acusados de los mayores crímenes contra la humanidad. Y encantados de andar promoviendo causas con el eslogan ‘nada que celebrar’ cuando se acerca una efeméride recurrente, o el centenario de alguna gesta».
Ahí tienen el porqué de esta obra. La sobreexposición y la normalización de la Leyenda Negra sólo remitirán cuando ensayos como este modifiquen nuestro estado mental. Pero mientras llega ‒o no‒ ese momento en que por fin domemos a nuestros demonios personales, les aconsejo disfrutar de esta lectura.
El libro de Santamarta aúna la densidad informativa con un ritmo trepidante y una simpatía entrañable. Él único error que percibo es su extensión: 238 páginas. Uno se queda con ganas de más. ¿Para cuándo una segunda parte?
Sinopsis
¡Paren las rotativas, el escándalo salpica de nuevo la Historia de España! ¡Nuevos datos escalofriantes sobre el «genocidio» en América! ¡Fotos inéditas tomadas del natural del Duque de Alba comiendo niños crudos en Holanda! ¡Pruebas inequívocas de que de la Inquisición española mató a Manolete!
Este no es otro libro sobre la Leyenda Negra hispanófoba. Esta es una revisión, con todo el sarcasmo del que hace gala Javier Santamarta, para poner en evidencia tanto odio y sectarismo absurdo hacia la historia de este país.
Y es que, el uso de imágenes y de publicaciones para minar la reputación no son nada nuevo. Son, como se llaman ahora, Fake News. Y aquí van a encontrar un buen repaso sobre todas aquellas que, desde que España se convirtió en la principal potencia del orbe, se vertieron sobre su imperio y su gobierno.
Javier Santamarta del Pozo nació en el barrio de Chamberí en el siglo pasado, aunque durante años se creyó santanderino siendo como era madrileño de pura cepa, bautizado en los Carabancheles. Antes de conseguir el título de bachiller empezó a trabajar como plumilla en un periódico alicantino donde comenzó su idilio con el periodismo. Aunque él quería ser arqueólogo, acabó colegiado como politólogo. ¡Ya ven el cambio! Ha pasado años trabajando en Ayuda Humanitaria en varios conflictos, pero no le pregunten por qué. Él mismo no lo sabe. Ha publicado sobre estos temas en varios libros y revistas especializas, que ya hay que tener ánimo.
Es colaborador habitual en varios programas de radio, con la que tiene un idilio casi enfermizo. De este modo ha logrado tener secciones propias en esRadio sobre historia, en Gestiona Radio sobre literatura, y en Onda Cero y Onda Madrid como invitado habitual. Tiene su propio blog en ABC llamado «Notas del Espía Mayor», y su mayor orgullo es haberse convertido en un reiterado autor de la prestigiosa Tercera de dicho diario. Sus libros se han vendido por miles. Tanto Siempre tuvimos héroes, como Siempre estuvieron ellas, con varias ediciones de ambos. Lo que indica que debe de gustar, pues no tiene tantos familiares, que él recuerde, que pudieran haberlos comprado.
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