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Crítica: «Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan» (Julien Temple, 2020)

En los ochenta y los noventa ‒¿se acuerdan?‒, había críticos convencidos de que el lenguaje del videoclip era una maldición para el cine. Por aquellas fechas, existía una escalera mecánica que iba subiendo, día y noche, desde la MTV hasta la planta principal de Hollywood. Aquel trasiego les fue bien a algunos ‒Russel Mulcahy, David Fincher… ‒, pero también hubo bastantes resbalones. Por ejemplo, cada vez que veo en una producción el nombre de Julien Temple, me acuerdo de aquel desastre que fue para él Las chicas de la Tierra son fáciles (1988), oportunamente compensado por tres magníficos documentales, The Great Rock ‘n’ Roll Swindle (1980) y The Filth And The Fury (2000), en torno al estridente universo los Sex Pistols, y Joe Strummer: Vida y muerte de un cantante (Joe Strummer: The Future Is Unwritten, 2007), dedicado a la memoria del líder de los Clash.

A diferencia de su labor en el cine, la trayectoria videográfica de Temple es de las que no se olvidan. Y esto es así porque su creatividad audiovisual fue ineludible para fijar en nuestra memoria temas como «(Everything I Do) I Do It for You» (1991), de Bryan Adams, «I’m Your Baby Tonight» (1990), de Whitney Houston, «Day in Day Out» (1987), «Absolute Beginners» (1986) y «Blue Jean» (1984), de David Bowie, «Smooth Operator» (1984), de Sade, «Undercover of the Night» (1983), de los Rolling Stones, «Do You Really Want to Hurt Me» (1982), de Culture Club, «Come on Eileen» (1982), de los Dexys Midnight Runners, o «Magnetic Fields Part 2 (1981), de Jean Michel Jarre.

Temple ha aprovechado bien esa experiencia musical en su faceta como documentalista. La última prueba de ello es una valiosa película, Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan, que trata de desvelar la personalidad de ese kamikaze punk que fue el vocalista de los Pogues.

Para completar esa misión, Temple cuenta con varios aliados: el productor y alma mater del proyecto, Johnny Depp ‒que ya colaboró en el single «That Woman’s got Me Drinking» del LP post-Pogues The Snake (1995)‒, el expresidente del Sinn Féin (y acusado de ser miembro del grupo terrorista IRA) Gerry Adams, y la periodista y actual mujer de MacGowan, Victoria Mary Clarke. Los tres consiguen amansar a la fiera, pero en general, es Clarke quien tiene más puntería con los dardos tranquilizantes.

Gracias a las maravillosas animaciones de artistas como Ralph Steadman ‒el mítico ilustrador que colaboró con Hunter S. Thompson‒ y a la acertada reutilización de metraje antiguo, Crock of Gold adopta, por momentos, el aire de un cuento de hadas. Un cuento perturbador, desde luego, dada la salvaje personalidad de su protagonista.

Por un lado, redescubrimos aquí la magia explosiva que los Pogues demostraron en álbumes como Rum, Sodomy And The Lash (1985) e If I Should Fall From Grace With God (1988), y por otro, el peaje que los miembros del grupo ‒todos ellos ausentes de esta película‒ tuvieron que pagar a la hora de convivir con un bala perdida como MacGowan.

El bueno de Shane relata en off su vida y milagros, y también charla con interlocutores como los ya mencionados. A lo largo de esos encuentros, vemos en qué se ha convertido: un borrachín obeso y minusválido, al que todos se empeñan en mimar a pesar de sus desplantes.

Sin embargo, la sorpresa, como verán, consiste en comprobar una vez más que «la belleza está en el interior». Está claro que Temple quiere que apreciemos la sensibilidad y la inteligencia del personaje, pero ‒he aquí su acierto‒ en lugar de enmarcar esas cualidades en una hagiografía, retrata a MacGowan sin la más mínima condescendencia.

En este sentido, la trayectoria del cantante adquiere tintes dramáticos. Vemos cómo el muchacho criado en Tipperary llega a duras penas a la juventud. Luego, en su mejor momento musical, se convierte en la cuadratura del círculo ‒¿un cruce entre el Johnny Rotten de los Sex Pistols y el Ciarán Bourke de los Dubliners?‒, para a continuación lanzarse cuesta abajo, como un campeón de la politoxicomanía.

Al ver a MacGowan en la pantalla, uno se pregunta cómo es posible que siga vivo. Recién cruzado el umbral de los sesenta, parece que tenga veinte años más.

Destrozado por décadas de alcohol y heroína ‒así, a la brava‒, con la pelvis rota y la piel cadavérica, a veces sonríe desde su silla de ruedas, como para celebrar que la vida sigue. De cuando en cuando, vuelve su cabeza hacia el vacío, con los ojos desorientados y un rictus en los labios. Lo hace de modo que te das cuenta de que todo acabó para él, salvo esa necesidad de seguir actuando como un tótem de la Irlanda proletaria.

Sinopsis

Un trepidante viaje a través de la extraordinaria carrera de Shane MacGowan, líder de la banda The Pogues y uno de los músicos más influyentes de la historia reciente del Reino Unido. A través de entrevistas, imágenes inéditas de archivo y animaciones a cargo del reconocido ilustrador Ralph Steadman, la película nos sumerge en un personaje carismático que supo aunar en sus canciones la poesía de la música tradicional irlandesa con la energía visceral del punk rock.

Si las generaciones futuras vuelven la vista atrás para saber a lo que, en realidad, supuso estar vivo a finales del siglo XX, será difícil encontrar un testamento más poderoso e instructivo que las canciones de Shane McGowan. En un mundo donde la música se ha vuelto cada vez más aséptica e incapaz de aventurarse más allá de los clichés superficiales, las canciones de Shane nos ofrecen un alivio cada vez mayor. Nadie ha desnudado su alma como Shane McGowan. Su habilidad única para sondear los oscuros recovecos del alma humana, celebrando en el mismo aliento su capacidad para encontrar una trascendencia terapéutica, tanto en el amor como en los sublimes misterios de la existencia, nos lleva muy lejos a la hora de entender quiénes somos en realidad.

Su trabajo es crudo, inquebrantable y desvergonzado. Asimismo, refleja todos los lugares donde Shane habita: el mundo invisible, el hedonismo, el alcoholismo, Dios, la redención y el romance, todo ello con valentía y gloria.

Y así, aquí, a través de las invenciones de los Pogues y los Popes, a través de los éxitos, los fracasos y las consecuencias de la fama; a través de los triunfos y los desastres; a través del amor, el odio; a través del abuso corporal y de la supervivencia milagrosa contra viento y marea; y sobre todo, a través de las incomparables canciones de Shane, nos unimos a él, en esta película, en su búsqueda interminable de esa escurridiza ‘Crock of Gold’ (Vasija de oro)…

Nota de Julien Temple

Irascible, intratable, exasperante, fascinante, espantoso, irritante, belicoso, comatoso, cascarrabias, cadavérico, imposible, imparable… Filmar a Shane es como volar a través de un arco iris radiactivo, pero al final hay una ‘vasija de oro’ interior que espera ser descubierta por aquellos que se esfuerzan lo suficiente. De ahí el título de la película, tomado de la antigua leyenda irlandesa del mismo nombre. No es fácil hacer una película sobre Shane MacGowan. Lo más cercano que se me ocurre es uno de esos documentales de David Attenborough. Pones cámaras con trampa. Esperas y esperas, con la esperanza de que algún día el leopardo de las nieves las active. Y entonces, cuando, por un momento, realmente captas en la pantalla la fuerza única de la personalidad de Shane, te das cuenta de que todo valió la pena.

Nota de Johnny Depp

Llevo 35 años haciendo esta película. Al haber conocido a Shane a lo largo de tanto tiempo, he descubierto que su amor es incondicional. Para ti, para él, para quien es, para quien eres y especialmente por lo que él se niega a ser, y por lo que él se negará a ser. Él busca la verdad en todas las cosas y no te deja descansar. Su amistad puede parecer una maldición, pero de hecho es una bendición. Está presente, siempre. Él es espiritual. Él es sabio. Y sí, también es sincero. Brutalmente sincero, lo sé. Yo era un admirador del trabajo de Shane antes de que tuviéramos esta relación. Lo admiré enormemente y fui recibido de forma calurosa en su círculo. Y a lo largo de los años siguientes, hemos vivido muchas experiencias juntos. Muchas. Recuerdo algunas, y otras no. De hecho, se podría decir que he estado viviendo esta película a lo largo de 35 años. Retratar a Shane de esta manera supone una hazaña en toda regla. Lo que tenemos es el más raro de los documentos: una visión transversal de la vida, de las palabras y de la mente del mayor poeta punk de Irlanda. Esperamos que lo disfrutes.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Nitrate Film Limited, Infinitum Nihil, BBC. Cortesía de Sherlock Films. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.