Cualia.es

Patomas, el justiciero enmascarado de Patolandia

La pregunta clave figuraba en el número 134 de la mítica colección Dumbo, allá por febrero de 1976: «¿Quién es Patomas?»

Aquella fue la primera ocasión en que el público español pudo disfrutar de la identidad secreta del Pato Donald: Patomas, un  misterioso enmascarado que vino a enriquecer, a este lado del océano, el nutrido panteón de personajes Disney.

Patomas (Superpato en Latinoamérica) nació en Italia, con el nombre de Paperinik.

A su vez, este alias se inspiraba en otro héroe del cómic, Diabolik, un ladrón camaleónico y audaz, ideado en 1962 por las hermanas Angela y Lucianna Giussani. Bueno, en realidad esto último es un poco más complicado. Fue la editora de la revista Topolino, Elisa Penna, quien aclaró que la idea surgió gracias a una parodia televisiva de Diabolik, Dorellik, interpretada por Johnny Dorelly. Aquella imitación tuvo tanto éxito que Dorelly la llevó al cine en Cómo matar a 400 personas (Arriva Dorellik, 1967), de Steno.

Patomas (Paperinik) venía a ser la versión disneyana de este personaje, con elementos extraídos del folletín ‒pensemos en ladrones como Arsène Lupin‒, pero con esa apariencia que era propia de la cultura pop de los sesenta. Sin embargo, a la hora de adaptar al español el seudónimo en cuestión, los traductores se olvidaron de Diabolik y optaron por homenajear a Fantomas, el genio criminal creado en 1911 por los novelistas Marcel Allain y Pierre Souvestre.

La solución era muy oportuna, porque Patomas, al igual de Diabolik y Fantomas, se mueve en la noche con la habilidad de un ladrón de guante blanco. Con esos antecedentes, el alter ego de Donald llegó a los lectores en 1969. El guionista Guido Martina y el dibujante Giovan Battista Carpi quisieron que el famoso pato dejara de ser un eterno perdedor, y para ello formularon esta doble personalidad, en el más puro estilo de los superhéroes oscuros de la DC.

Para enriquecer la psicología del personaje, no quisieron que en principio fuera heroico. Más bien sucede al contrario: el Patomas de la primera época tenía una considerable mala idea, y disfrutaba vengándose de quienes, durante el día, le hacían la vida imposible.

El primer episodio que protagonizó el plumífero enmascarado fue Paperinik il diabolico vendicatore, basado en una historia de Elisa Penna, con guión de Martina y dibujo de Carpi. Aquellas sesenta páginas quedaron divididas en dos entregas, que salieron de imprenta el 8 y el 15 de junio de 1969. Tal fue su éxito, que la serie acabó convertida en una auténtica franquicia, generando un mercado en el que no faltan todo tipo de coleccionables.

Inevitablemente, Patomas fue prescindiendo de sus rasgos negativos, y acabó convertido en un héroe más convencional: poco más o menos, un Robin Hood, admirado por los habitantes de Patolandia.

A la hora de analizar al personaje, conviene recordar cómo acabó Donald integrado en el universo de la historieta italiana. Creado por los dibujantes Art Babbit y Dick Huemer, Donald nació en el cortometraje de dibujos animados La gallinita sabia (The wise little hen, 1934). El dibujante Al Taliaferro y el guionista Ted Osborne convirtieron The wise little hen en el primer tebeo de Donald, publicado el 11 de agosto de 1934. Tras una primera etapa a cargo de Osborne y Bob Karp, el personaje fue desarrollado de forma substancial por Carl Barks, quien se ocupó de las historietas de Donald a partir de 1942.

Desde 1937, bajo el sello Nerbini, empezaron a realizarse en Italia cómics con el famoso pato de protagonista (Mickey Mouse ya había desembarcado en el tebeo italiano seis años antes). Poco a poco, los dibujantes italianos fueron añadiendo elementos y personajes de cosecha propia.

De hecho, el propio Patomas tuvo una contrapartida femenina, Patomasa, o lo que es lo mismo, la identidad oculta de Daisy, que tuvo su primera aparición en una historieta de Guido Martina y Giorgio Cavazzano, Patomasa y el hilo de Ariadna.

A lo largo del tiempo, encontramos peripecias memorables, protagonizadas por este insólito enmascarado. Pienso, por ejemplo, en Patomas y el doblón de Barbanegra (Paperinik e il tallero di Barbanera), escrita por Guido Martina e ilustrada por Massimo De Vita. Por su fecha original de publicación –4 de diciembre de 1977–, comprenderán los lectores que nos situamos en un periodo de esplendor para los cómics Disney italianos.

Gracias a editoriales como Ediciones Recreativas y Montena, esas creaciones también tuvieron una nutrida audiencia en España, y es muy de agradecer –no sólo por motivos nostálgicos– que Planeta DeAgostini recuperase todo ese material y lo publicara de forma atractiva entre septiembre de 2008 y diciembre de 2009.

A quienes acaben de descubrir a este justiciero, les recomiendo otra peripecia entrañable de Martina y De VitaPatomas y la sospecha ultrajante (Paperinik e l’oltraggioso sospetto), impresa por vez primera el 27 de enero de 1974.

Dada la comercialidad de la serie, fueron sumándose otros artistas a su realización: guionistas y dibujantes como Antonio Bellomi, Bruno Sarda, Federico Povoleri, Giorgio Ferrari, Giorgio Pezzin, Giulio Cherchini, Marco Gervasio, Massimiliano Valentini, Massimo Marconi, Nino Russo, Guido Scala, Nino Russo, Romano Scarpa y Sandro Dossi.

Artículos relacionados

El Pato Donald: del cine a la historieta

Mickey Mouse, un detective de tebeo

Carl Barks, el creador del Tío Gilito

Vida y leyenda de Walter Elias Disney

Copyright del artículo © Guzmán Urrero Peña. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes © Disney Enterprises Inc. Cortesía del Departamento de Prensa de Planeta DeAgostini Comics. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.