De forma casi simultánea a la emisión de la teleserie Quatermass II, la Hammer estrenó su adaptación del primer serial de la saga creada por Nigel Kneale bajo el título El experimento del doctor Quatermass.
Aunque ese estudio de origen británico había venido produciendo films desde los años treinta, su agitada historia nunca le había permitido llegar muy lejos. Declaró la bancarrota en 1937, después vino la guerra, y cuando fue refundada a mediados de los cuarenta por James Carreras y Anthony Hinds, su ajustado presupuesto, y por consiguiente la imposibilidad de contratar a estrellas de renombre, la dejaron confinada a la producción de cintas baratas, que rellenaban los huecos en las fechas de estreno de compañías más importantes.
Empezó esta nueva etapa adaptando seriales radiofónicos de la BBC y produciendo comedias, musicales y thrillers de serie B. Sin embargo, poco a poco, Hammer Film Productions consiguió hacerse un hueco en el panorama cinematográfico inglés.
Fue la adaptación de uno de aquellos seriales, The Quatermass Experiment, emitido dos años antes por la BBC, la que daría al humilde estudio su empujón definitivo. Se convirtió en su primer éxito internacional y dio lugar a su decantación por el horror, por la fantasía, y en mucha menor medida, por la ciencia-ficción. Dos años más tarde, la Hammer comenzó a rodar en color películas de terror en las que recuperaba los mitos clásicos del género (La maldición de Frankenstein, Drácula... ), dando así el paso hacia la inmortalidad, al menos en el corazón de los aficionados.
El trasvase de Quatermass al ámbito cinematográfico se aprovechó del resurgimiento del cine de ciencia-ficción durante los años cincuenta. No fue accidental que esa década fuera el marco de una auténtica explosión de cine de este género, así como de la publicación de magníficas novelas, hoy ya clásicas. Durante ese periodo, el público norteamericano y el británico se sintieron fascinados con la ciencia, sus posibilidades y sus peligros, como nunca antes en la historia de la humanidad. Así, la producción de obras de ciencia-ficción en los más diversos soportes respondió directamente a tal interés.
Los bombardeos atómicos sobre Japón al final de la Segunda Guerra Mundial, seguidos rápidamente por el desarrollo de las aún más mortíferas bombas de hidrógeno por parte de Estados Unidos y la Unión Soviética, abrieron los ojos de la opinión pública al hecho de que la ciencia, por primera vez, nos había puesto en las manos el medio con el que, literalmente, podíamos autodestruirnos.
Por otra parte, especialmente en Norteamérica, influyó la proliferación de una inmensa cantidad de electrodomésticos de alta tecnología (incluyendo ese maravilloso aparato, la televisión) que transformaron la vida cotidiana. Al mismo tiempo, los avances en ingeniería aeroespacial hicieron que la exploración del universo cercano pareciera menos un tópico de la ciencia-ficción y más una realidad cercana.
En concreto, El experimento del doctor Quatermass fue la primera incursión del cine británico –con la excepción de la olvidable Devil Girl from Mars de 1954– en el subgénero de la invasión alienígena, que ya contaba, al otro lado del Atlántico, con varios ilustres representantes, como El enigma de otro mundo (1951), Llegó del más allá (1953) o La Guerra de los Mundos (1953), que a su vez dieron origen a numerosas imitaciones.
La historia de la película, obviamente, guarda muchas similitudes con la del serial. Comienza con un cohete estrellándose en la campiña inglesa. Se trata del ingenio tripulado enviado al espacio por los británicos. Cuando las autoridades consiguen abrir la esclusa de acceso, se encuentran con que dos de los astronautas han desaparecido y el único superviviente, Victor Carroon (Richard Wordsworth) ha quedado en coma. Ya en el hospital y despierto, su extraño comportamiento apunta a que su cuerpo y su mente han sido invadidos por un ser alienígena que le está produciendo una mutación.
Asustado, Carroon escapa de su confinamiento y siembra el pánico por Londres, mientras su transformación se acelera hacia un estado que le permitirá diseminar multitud de esporas, poniendo en peligro a toda la vida humana. El doctor Quatermass (Brian Donlevy), responsable del programa espacial, será quien dirija la caza del hombre.
El experimento del doctor Quatermass fue un buen trabajo de adaptación y expansión del serial televisivo a un formato en el que podía disponerse de un presupuesto más abultado. Todo lo que ha quedado de la teleserie han sido dos episodios. Hasta que en 2005 se lanzó una edición en DVD, no existía forma alguna de comparar la película con el serial, más allá de leer el guión original de Nigel Kneale, que apareció publicado en forma de libro en 1959. Algunos fans veteranos insisten en que la versión televisiva era mejor, pero no hay forma de saber si esta afirmación está sustentada por un análisis riguroso, o si la imposibilidad de acceder al material original ha mejorado artificialmente su reputación.
Por su parte, la película aportó más escenas rodadas en exteriores y mejores efectos especiales, además de permitir una aproximación más ambiciosa a la historia. Por ejemplo, el serial alcanzaba su clímax con Quatermass hablando con el monstruo y convenciendo a los fagocitados astronautas en su interior para que afirmaran sus respectivas personalidades, mientras que el film construye un final más emocionante, en el que el científico incinera a la criatura recurriendo a la electricidad.
El director Val Guest crea escenas de una belleza siniestra e incómoda, y consigue equilibrar con acierto y sensación de amenaza inminente el contraste entre la muda y torturada interpretación de Richard Wordsworth, desconcertado y aterrorizado por su metamorfosis, con las reacciones de aquellos que interaccionan con él, como esa niña a la que encuentra y con la que construye una escena que remite claramente a Frankenstein (1931), de James Whale.
El experimento del doctor Quatermass carece de la complejidad argumental de posteriores trabajos de Kneale. Asimismo, adolece de una puesta en escena ocasionalmente risible y conceptos inverosímiles (un cohete casi intacto después de un accidente devastador, la errática transformación de Carroon, la imposible autoridad depositada en Quatermass por un gobierno ausente). No obstante, tanto ella como sus secuelas, Quatermass II (1957) y Quatermass and the Pit (1967, titulada en España ¿Qué sucedió entonces?), despliegan una inventiva e inteligencia de la que carecían muchos relatos de ciencia-ficción del momento.
Pero Kneale no quedó satisfecho con el resultado, especialmente en lo que se refiere al casting del actor norteamericano Brian Donlevy para el papel de Quatermass –papel que, como veremos, retomaría para la versión de la Hammer de Quatermass II en 1957–. En 1951, la Hammer había firmado un contrato con el productor americano Robert Lippert para la distribución y producción de sus respectivas películas. Lippert insistió, como clave para la aceptación de las películas inglesas en Estados Unidos, en la inclusión de actores americanos en las cintas de la Hammer. Ese fue el motivo de que Donlevy resultara elegido para interpretar al muy británico Quatermass.
Es en la interpretación de Donlevy donde reside la principal diferencia entre el Quatermass televisivo y el cinematográfico. Tanto en el serial como en otras películas de la saga, Quatermass es una variación del estoico hombre de ciencia británico (como el Van Helsing encarnado por Peter Cushing en los films de Drácula de la Hammer, o el propio Doctor Who): un sabio que combina ciencia, talento y seguridad en sí mismo para proyectar la luz de la razón sobre las tinieblas de la superstición. Por desgracia, Donlevy dio vida a un científico enérgico, competente, osado y confiado en el poder de la ciencia, sí, pero también frío, arrogante, incapaz de la menor empatía y despiadado. Una especie de perro de presa insensible que no gustaba a nadie.
Así, en la película, Quatermass es un individuo dominado por su propio ego, ladrando órdenes a diestro y siniestro, y tratando con despotismo a sus subordinados. Tiene líneas de diálogo como «Si tuviera que esperar un permiso oficial, no haría nada. Tardó demasiado, así que tomé mis propias decisiones». O consuela a la esposa del astronauta con un argumento tan desprovistos de piedad como «Algunos de nosotros tenemos una misión. Debería estar orgullosa de tener un marido que está dispuesto a arriesgar su vida por el resto del mundo».
Es, en general, un personaje mucho más desagradable y antipático que el creado por Kneale para la versión televisiva, lo que llevó al guionista a renegar del actor: «Por entonces, Donlevy andaba muy apurado, y no le importaba el trabajo que hiciera. Se tomó muy poco interés por la película o el papel que interpretó. Fue uno de esos casos de toma el dinero y corre».
Le gustara a Kneale o no, El experimento del doctor Quatermass marcó un antes y un después en el cine de ciencia-ficción británico. Sin el éxito cosechado por este largometraje, la Hammer no habría podido producir luego las numerosas cintas de Drácula y Frankenstein por las que es más recordada.
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The Quatermass Experiment (TV, 1953), de Nigel Kneale y Rudolph Cartier
Quatermass II (TV, 1955), de Nigel Kneale y Rudolph Cartier
El experimento del Dr. Quatermass (The Quatermass Xperiment, 1955), de Val Guest
Quatermass 2 (1957), de Val Guest
Quatermass and the Pit (1958), de Nigel Kneale y Rudolph Cartier
¿Qué sucedió entonces? (Quatermass and the Pit, 1967), de Roy Ward Baker
Quatermass (The Quatermass Conclusion, 1979), de Piers Haggard
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.