Nunca he logrado entender del todo al multiforme Charles-Édouard Jeanneret-Gris, más conocido como Le Corbusier (1887-1965). En todo caso, se trata de uno de los grandes arquitectos del siglo XX. Un visionario del mundo moderno y un diseñador de ciudades imposibles e inhabitables, cuya vida evolucionó al unísono de las modas estéticas vigentes en su época.
Un estudioso de su obra, Charles Jencks, autor de Le Corbusier and the Continual Revolution in Architecture (The Monacelli Press, 2000), hizo un retrato muy completo del arquitecto en su controvertido ensayo Modern Movements in Architecture (Anchor Press, 1973). «Las fotografías de Le Corbusier ‒escribe Jencks‒ suelen mostrar una mirada fría, de otro mundo, tras la pantalla de gafas gruesas y montura negra. Su rostro era siempre intenso, inflexible, y a veces, extremadamente trágico. Así son también sus edificios”.
Imagen superior: Ludwig Mies van der Rohe y Le Corbusier (sonriendo hacia la cámara). Proyecto «Wissenhofsiedlung» en Stuttgart, 1927. Aunque se trataba de la construcción de viviendas para el ayuntamiento de Stuttgart, inicialmente funcionó como una exposición de arquitectura moderna. Cada uno de los edificios era realizado por uno de los arquitectos participantes.
Le Corbusier nació en La Chaux-de-Fonds (Suiza). Trabajó en los estudios de Auguste Perret y de Peter Behrens. En este último coincidió con Mies van der Rohe y Gropius. Participó en todos los avatares del Racionalismo. Asimismo, definió la vivienda como la machine à habiter e impulsó en 1928 el CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna), cuya actividad se prolongó hasta 1959.
Un ejemplo arquetípico de la filosofía constructiva de Le Corbusier es la Villa Savoye, un edificio proyectado en Poissy por el arquitecto y por su primo, Pierre Jeanneret. Hecha de cemento armado, la Villa es un modelo de la Arquitectura Internacional, y su concepción tiene en cuenta todos los aspectos de la vida diaria de sus ocupantes, incluida la posibilidad de que los coches entren al interior de la vivienda. Destruida durante la Segunda Guerra Mundial, se procedió a su reconstrucción a partir de 1963
Imagen superior: Villa Saboya, 1929 (Poissy, afueras de Paris).
Entre 1947 y 1952, Le Corbusier construye en Marsella l’Unité d’Habitation, un edificio con 337 apartamentos, tiendas y diferentes equipamientos, prácticamente autosuficiente. Cabe interpretarla como un manifiesto que expresa sus eternos trabajos de planificación urbanística. Se integra en la idea de la “Ville Radieuse”, la ciudad planificada con grandiosos espacios verdes, entre enormes bloques de viviendas y con la posibilidad de un transporte fluido. Como todas las utopías urbanísticas, empezando por las del siglo XVIII, era inhabitable a escala humana.
Imagen superior: Unité d’Habitation, 1947-1952 (Marsella).
A comienzos de los cincuenta, el arquitecto imprime un giro radical a su trayectoria. Construye la capilla de Notre Dame du Haut en Ronchamp. Emplea, como dice Jencks, “curvas secundarias y ameboides irrumpiendo y dominando la geometría primaria y ortogonal”.
En esta ocasión, realiza una obra casi mística, y crea un espacio y un juego de luces y sombras que inducen a la meditación. Aparentemente, Le Corbusier rompe aquí con el racionalismo. Sin embargo, subyacen elementos del mismo lenguaje.
Imagen superior: Capilla de Notre Dame du Haut, 1950-1955 (Ronchamp).
El arquitecto se pasó toda su vida produciendo y planeando esquemas urbanos. En 1951 le llegó el encargo perfecto. El Gobierno de la India le encomendó la planificación de Chandigarh, la capital del Punjab. Se trataba de un asunto político: la puesta en escena de la nueva India independiente. Debía crear un objeto urbanístico que se opusiera al construido por el arquitecto Edwin Lutyens en Nueva Delhi para el Raj británico, a fines de los años 1920.
Imagen superior: Chandigarh.
Los edificios más notables de Chandigarh ‒el Tribunal Supremo y el edifcio de la Asamblea‒ recogen lo más característico de sus dos épocas: líneas rectas y curvas armonizadas. Citando de nuevo a Jencks, “Le Corbusier ha originado aquí el tipo de espacio interior que ha ocupado a los arquitectos desde la época de Egipto y las vastas salas hipóstilas de Karnak“.
En octubre de 1974 Robert Venturi y su esposa Denise Scott Brown, inevitables debeladores del Movimiento Moderno, presentaron, en un Simposio organizado en Berlín, una comunicación que concluía con estas palabras: “Hoy, ya no definimos una casa como una máquina para vivir, sino que podemos definir la arquitectura como un refugio decorado”.
A pesar de este corrosivo comentario, Venturi consideraba que Le Corbusier había aportado una mirada fresca sobre las teorías arquitectónicas. No olvidemos que en 1966, un año después de la muerte de Le Corbusier, Venturi publicó su libro Complejidad y contradicción en la arquitectura, en cuyo repertorio de ejemplos destaca, precisamente, la Villa Savoye. “La planta de la Villa Savoye ‒escribe‒ es un ejemplo de contención de muchas complejidades dentro de un marco rígido. (…) Su orden interior se adapta a las funciones múltiples de una casa, a escala doméstica y al misterio parcial inherente a la sensación de privacidad. Su orden exterior expresa la unidad del concepto de casa en una escala apropiada para el terreno que dominaba y para la ciudad que probablemente un día formará parte de ella (…) Hoy Le Corbusier es un maestro de la excepción significativa” (cita tomada de R. Such Sanmartín, «Complejidad y contradicción en Le Corbusier», Congreso internacional Le Corbusier 50 años después, Universidad Politécnica de Valencia, 2015).
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