La fama de Tintín ha llegado al otro extremo del Atlántico. Por eso, cuando llega a Chicago en plena época de la Prohibición, todo el crimen organizado está dispuesto a quitarlo de en medio, de grado o por la fuerza. Tintín tendrá que usar toda su inteligencia y coraje para sobrevivir a continuos intentos de asesinato y, además, atrapar a los criminales y entregarlos a la policía.
Dada esa premisa, está claro que Tintín en América supone la desviación de su papel como periodista hacia la de luchador por la justicia al oponerse no sólo al gángster de Chicago Al Capone y su nómina de criminales de todo pelaje, sino también a los rivales de aquél, especialmente la banda de Bobby Smiles.
Hergé se basó a menudo en personalidades reales para dar forma a algunos de los personajes que pueblan las aventuras de Tintín, pero Capone fue el único villano de toda la serie que existió en realidad. De hecho, ya aparecía en el álbum anterior, Tintín en el Congo, como mente criminal tras los traficantes de diamantes. Por cierto, que aquí se produce la primera aparición –aunque meramente anecdótica– de la principal y más recurrente némesis de Tintín en álbumes posteriores: Rastapopoulos. El malvado individuo del monóculo asiste como magnate de la industria del cine a una recepción junto a la explosiva Pikefort (trasunto de la actriz Mary Pickford).
Como mencioné más arriba, si en Tintín en el país de los soviets se había intentado realizar una crítica al sistema comunista posrevolucionario, la intención de Hergé para la próxima aventura había sido la de fijar su atención al otro lado del Atlántico y atacar la obsesión norteamericana por el dinero y la tecnología, el consumismo, la eficiencia, la automatización, el taylorismo y la trivialización de la condición humana dentro del sistema económico.
Tras el paréntesis de Tintín en el Congo (obligado, recordemos, por el padre Wallez, director del Petit Vingtième), Hergé tiene por fin la oportunidad de caricaturizar parte del american way of life en escenas como la de Sliftsont, una parodia de las auténticas plantas de procesamiento de Swift & Co, empresa cárnica sobresaliente en el campo de la automatización industrial.
Pero además de presentar una sociedad consumista dominada por gangsters despiadados e industriales sin escrúpulos, Tintín en América deja espacio para una visión generosa del mundo, por ejemplo dando una interpretación de los indios mucho más benigna que de los abusivos blancos. El tema nativo especialmente, era algo que Hergé había querido tratar desde hacía mucho tiempo. Los boy-scouts, movimiento juvenil al que había pertenecido Hergé de 1918 a 1930 y por el que siempre sintió un profundo afecto, habían recibido una gran influencia en su filosofía de parte de los indios americanos en lo que se refiere a su capacidad para vivir al aire libre y su respeto por la Naturaleza.
Naturalmente, dio igual que Hergé pusiera a Tintín de parte de los indios y en contra de los especuladores –blancos– petrolíferos. Dispuestos a ignorar el contexto histórico, social y cultural, han existido colectivos –algunas asociaciones indias incluidas–que han venido acusando a Hergé de racista olvidando que, de hecho, su visión del pueblo nativo resultaba mucho más progresista que la presentada por innumerables novelas, cómics y películas contemporáneos.
Durante diez años, de 1932 a 1942, Tintin en América registró once ediciones, todas ellas en blanco y negro. Fue también la última entrega –en álbum– publicada bajo los auspicios de Le Petit Vingtième; los siguientes lo harían bajo el sello de Casterman. En 1946 se presentó una nueva versión –que es la que podemos disfrutar hoy en la colección regular– no sólo coloreada, sino también redibujada para mejorar la definición de los personajes, los detalles de ambientación y el ritmo narrativo. Tintín en América sigue siendo hoy el álbum más vendido de la serie.
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Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de viñetas y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.