Adam Llewellyn De Vere Adamant fue un hombre adelantado a su época, un aventurero eduardiano congelado en 1902 y vuelto a la vida 64 años después para poner su fenomenal intelecto, sus letales habilidades de combate e indestructible integridad al servicio de un mundo cuyos valores ya no son los que él había defendido.
Las referencias de Adamant –tal y como se detallaban por parte de la BBC al comienzo de su serie en 1966– eran inmejorables. Era el perfecto caballero: elegante, cortés, honorable, gentil y encantador, amigo de reyes y hombres de Estado; atleta, boxeador y espadachín, era rápido como el rayo y capaz de manejar cualquier arma con precisión mortal; como intelectual, era un erudito en todos los ámbitos del conocimiento humano; y, por si fuera poco, como aventurero, se había dedicado a luchar contra el mal y cumplir delicadas y peligrosas misiones para su rey y su país y en defensa de los débiles (especialmente las mujeres).
En 1902, Adam (interpretado por Gerald Harper) es atraído por la hermosa Louise a una casa en la que su archienemigo, «La Cara» –un megalomaníaco que esconde su identidad tras una máscara de cuero– le inyecta una droga que preservará su juventud y lo congela en un bloque de hielo. En 1966, unos obreros de la construcción lo descubren y reviven. Adam Adamant despierta en el desconcertante collage de sonidos y colores que fueron los swinging sixties londinenses. No tarda en tener dos fieles compañeros: Georgina Jones (Juliet Harmer) es una dedicada admiradora cuyo abuelo le contaba cuentos con las heroicas hazañas de Adamant; y William E. Simms (Jack May) es un antiguo artista de music hall y hombre de múltiples habilidades.
Durante dos temporadas (29 episodios), el trío corrió las más extrañas aventuras, enfrentándose a una sucesión de extravagantes villanos que iban desde reinas del crimen fumadoras de puros a satanistas de impecables modales. La segunda temporada trajo de vuelta a la vieja némesis del protagonista, «La Cara», tan intrigante y malvado como en el pasado. El choque entre la estricta moral de Adam y la permisiva sociedad de los sesenta era fuente de momentos humorísticos. Por otro lado, no se creaban demasiadas oportunidades para incidir en la química sexual entre los protagonistas: Georgina Jones, moderna y educada, se limitaba a acompañar al inquebrantable Adam e intentar ligárselo con poco éxito.
La serie no fue producto de la brillante mente de un creador, sino más bien hija de un comité acuciado por las prisas. Al cancelarse el proyecto de una serie de detectives ya programada debido a la caducidad de sus derechos, la BBC llamó a tres de los responsables de Doctor Who para que se sacaran de la manga, lo más rápido posible, una nueva idea que reemplazara la anterior. Los productores Verity Lambert y Sydney Newman y el guionista Donald Cotton se unieron a los también guionistas Richard Harris y Tony Williams para alumbrar al héroe eduardiano que viaja a la fuerza en el tiempo.
La semejanza de la serie con Los Vengadores (1961-1969) no es sorprendente: su supervisor de guiones, Tony Williamson, había escrito varios episodios para esta última y ambas series compartían algunos guionistas. En ambas (que se emitieron al mismo tiempo en diferentes canales, haciendo muy difícil la comparación inmediata en aquellos años en los que no existían los vídeos), un aventurero de corte y aspecto clásico se emparejaba con una estilosa mujer a la moda de los sesenta, la estética era similar y no pocas de las historias guardaban demasiados paralelismos como para tratarse de mera casualidad. Otros comentaristas opinan que Adam Adamant fue la respuesta de la BBC no tanto a Los Vengadores como a otras series de acción contemporáneas, especialmente El Santo (1962-1969). Por último, no pasa desapercibido que sólo dos años antes, Marvel Comics había utilizado un concepto muy similar al de la serie que nos ocupa: en 1964, el Capitán América es hallado congelado en un bloque de hielo por Los Vengadores, un aventurero de tiempos pasados trasladado al mundo presente.
Aunque Adam Adamant Lives! ‒entre cuyos directores figuró un joven Ridley Scott‒ influyó en series televisivas como Doctor Who (en su tercera encarnación) o cinematográficas como Austin Powers, estas aventuras se han quedado decididamente viejas, lo cual es una lástima, porque la idea no era mala, pero su ejecución dejaba mucho que desear. Harper interpretaba a su personaje con una rigidez incómoda, variando el registro de forma imprevisible (tan pronto actuaba con la serenidad y frialdad propia de un caballero inglés como agarraba una espada y arrasaba con lo que se le pusiera por delante); y aunque Juliet Harmmer se desenvolvía con gracia, las escenas que incluían a ambos tenían poco encanto, como si estuvieran en programas diferentes. Y eso se extendía a otros personajes y escenas, donde, por ejemplo, un brillante diálogo quedaba eclipsado por una estúpida secuencia de lucha
Así que importa poco la polémica sobre las razones que llevaron a la cancelación de esta especie de superhéroe de los sesenta. Según unos, no pudo competir con Los Vengadores, una serie más sexy, elegante, misteriosa y, sobre todo, mejor acabada. Según otros, se debió a diferencias del productor jefe con la estrella del programa, Gerald Harper. Probablemente fue la conjunción de todo ello lo que llevó a la BBC a volver a congelar a Adam Adamant, esta vez para siempre.
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.