Originalmente, Aeon Flux nació como serie de animación de culto de la imaginación del artista surcoreano Peter Chung para la serie Liquid Television (1991-1994) del canal MTV, un programa que daba cabida a diversas series de animación vanguardista (los impresentables Beavis and Butthead, por ejemplo, debutaron también en ese espacio). En esta primera versión animada, Aeon Flux duró dos temporadas de 11 episodios de 2-5 minutos de duración cada uno. Todos ellos carecían de diálogo o continuidad alguna y siempre finalizaban con la muerte de la protagonista. La siguiente encarnación del personaje llegó como serie independiente en 1995: diez episodios de 30 minutos en los que se introdujeron diálogos y una continuidad que desarrollaba una historia.
Aeon Flux es una letal asesina ataviada con exóticos trajes y que trabaja como agente del país libre de Monica. En cada episodio realiza una misión de sabotaje contra intereses de Trevor Goodchild, el dictador de la vecina nación de Bregna. Aeon y Trevor parecen mantener una ambigua relación en la que se mezclan el amor con el odio. La serie llamó enseguida la atención por su aspecto visual fetichista, violento y grotesco y no tardó en pasar a otros medios, primero en forma de comic-books y, más tarde, en una película de imagen real de gran presupuesto que es la que ahora comentamos.
La cinta fue producida por Gale Ann Hurd, ex-esposa de James Cameron y productora de algunos de sus mejores films (Terminator, Aliens o Abyss). Tras su divorcio se estableció por su cuenta fundando Valhalla Motion Pictures y especializándose en películas de acción y ciencia-ficción.
Aeon Flux fue escrita por el dúo Phil Hay y Matt Manfredi y dirigida por Karyn Kusama. En el 2051, una plaga extermina al 90% de la especie humana. El científico Trevor Goodchild (Marton Csokas) consigue desarrollar un antídoto al letal virus y los cinco millones de supervivientes se agrupan en la única ciudad del planeta, Bregna. Cuatrocientos años después, Bregna se ha convertido en una utopía… aparentemente. Más allá de las murallas que la rodean, la Naturaleza ha retornado a su estado primitivo. Trevor –descendiente del Goodchild original– sigue al frente del gobierno.
Pero suceden cosas extrañas, un malestar general e indefinido acompañado de misteriosasdesapariciones de ciudadanos en las que el gobierno parece tener parte. Un grupo rebelde, los Monicanos, se opone a la dinastía Goodchild. La mejor de sus agentes es Aeon Flux (Charlize Theron). Cuando los soldados asesinan a su hermana, Una, confundiéndola con una monicana, Aeon decide matar a Trevor. Salvando las mortales trampas que rodean el palacio de la familia Goodchild, la asesina se enfrenta a su víctima sólo para verse incapaz de dispararle cuando éste la llama Catherine , un nombre que dispara en su mente flashbacks inexplicables. Contraviniendo las órdenes de los Monicanos, Aeon emprende una misión personal para resolver el enigma, convirtiéndose en amante de Trevor y descubriendo el secreto que esconde Bregna.
La película no obtuvo una acogida muy entusiasta. En parte ello fue debido al enfado de los críticos con la MTV por lo que consideraron una falta de respeto profesional y una zancadilla a su trabajo: en contra de la costumbre, el estudio les ofreció un pase previo tan sólo dos horas antes del estreno oficial. Los fans de la serie de dibujos animados tampoco quedaron contentos por las desviaciones y cambios que los guionistas habían introducido respecto a la versión televisiva. Incluso se llegó a afirmar, exageradamente, que había sido la peor película del año. Todo ello repercutió en la recaudación: de los 55 millones de dólares de presupuesto sólo se recaudaron 25 en los Estados Unidos.
No debería haber sorprendido a nadie que el film fuera una versión aguada de la serie de dibujos animados, una película de acción al estilo Hollywood bastante alejada de la visión original de Peter Chung. Bregna y Monica ya no son dos países diferentes separados por un muro: el primero pasa a ser una ciudad y el segundo da nombre al grupo de rebeldes/terroristas. Bregna se transforma en ese concepto tan querido a la ciencia-ficción: la ciudad-prisión utópica (véanse La fuga de Logan o La isla). Por su parte, Trevor Goodchild abandona su papel de villano definitivo: comienza pareciendo un dictador frío y egoísta pero pronto se nos explica que sus intenciones son buenas y que el auténtico malvado es su hermano Oren (que no existía en la serie de animación). La relación amor–odio entre Aeon y Trevor se mantiene, pero transformada en una historia romántica al uso, mientras que la explicación sobre la sociedad clonada del futuro y el que Aeon hubiera sido esposa de Trevor en el pasado son elementos totalmente nuevos.
Irónicamente, mientras que en la serie televisiva nunca eran aclarados los motivos por los que Aeon luchaba, en la película acaba apoyando decididamente a Trevor, algo no ya diferente sino opuesto al concepto original. De hecho, en la película Bregna no es siquiera una desagradable distopia, sino una lujosa utopía que simplemente tiene algunos problemillas de dirección en las altas esferas. El Relical, que aquí es una especie de archivo de los registros de ADN de toda la población, se vio por primera vez en el cómic Aeon Flux: The Herodotus File (1995), aunque allí era un artefacto lanzado por los Monicanos en el que se contenía información que demostraba que ambos países originalmente fueron uno solo.
Peter Chung quedó muy descontento con el resultado. No identificaba al personaje interpretado por Charlize Theron con su agresiva agente y consideró un error pensar –como suelen hacer los estudios cinematográficos– que el público no estaba preparado para asimilar una adaptación fiel de su obra. En este sentido, mi opinión es que la traslación de Aeon Flux del medio animado (más maleable, minoritario y formal y conceptualmente más flexible) al cinematográfico hubiera sido imposible sin realizar importantes cambios. Una adaptación literal no habría dado más resultado que una cinta de tono chirriante, falso y de argumento disperso. Por mucho que protestaran Chung y los seguidores de su obra, eran necesarios cortes, añadidos y transformaciones. La cuestión residía en qué se respetaba y qué no, qué se cambiaba o se quitaba y hasta qué punto se decidía realizar una adaptación más o menos fiel o una cinta inspirada en el material original pero independiente del mismo.
Ciertamente, el comienzo de Aeon Flux es prometedor. Karyn Kusama dirige las primeras escenas con elegancia, los decorados son un despliegue de espacios modernistas de aspecto superfuturista y aristocrático (filmados sobre todo en localizaciones de Berlín y fundidos con habilidad con los efectos digitales). El extravagante diseño de vestuario atrapa también al espectador desde el primer momento. Hay también una interesante colección de artefactos tecnológicos, muchos de ellos inventados en la serie de televisión: bolas explosivas con control remoto, escaners microscópicos implantados en los ojos, comunicadores insertados en el oído, mensajes secretos escondidos en productos químicos disueltos en el agua, modificaciones quirúrgicas de las extremidades, entornos de realidad virtual… gadgets todos ellos originales, llamativos y hasta verosímiles dentro de cuatrocientos años, si bien resultan incoherentes con otros presentes también en la película, como los revólveres de cañón rotatorio. Todos estos aspectos relacionados con el diseño de producción nos presentan una película elegante que, aunque no se ajusta a la estética extraña y feísta de los dibujos animados, sí plantea un punto de partida interesante.
Sin embargo, a media película, la historia comienza a tambalearse. El estilo contenido y preciosista de la primera parte se disuelve en los tópicos propios de las películas de acción. Aunque Charlize Theron luce estupenda, las poses, saltos y acrobacias de su personaje remiten demasiado a Matrix como para resultar novedosas y su belleza y talento no bastan para otorgar profundidad o carácter a un personaje que, en definitiva, no se diferencia demasiado de Lara Croft. Con todo, Theron se impone con contundencia al resto del reparto, que aunque hace un trabajo correcto, dan la impresión de haber sido seleccionados más atendiendo al aspecto visual que la directora quería imprimir a la película que a otro tipo de consideraciones.
Al final, la historia no aprovecha lo que su preciosista diseño y su interesante premisa le brindaban, cayendo en una ejecución plana y sin nada particularmente sofisticado: dos amantes huyendo, la crucial decisión final que se debe tomar respecto al futuro del mundo, la previsible conspiración… El conflicto de ambiguos y cuestionables ideales que Peter Chung había imaginado se ven reducidos aquí a poco más que simplistas encasillados maniqueos: por mucho que se nos quiera despistar al principio, se acaba despejando cualquier malentendido y los héroes son idealistas y valientes mientras que los villanos son egoístas y mezquinos. La complicada relación entre Trevor y Aeon que se sugería en los dibujos animados, dominada por los juegos mentales, los engaños, una violenta competitividad y un claro fetichismo, pierde buena parte de su atractivo y sensualidad, quedando reducida a la típica historia de amor imperecedero y resistente al tiempo y las reencarnaciones.
Los diálogos son escasos, forzados y un tanto surrealistas, quizá debido a que la película se toma demasiado en serio a sí misma y mantiene en todo momento un tono trascendental que no deja el más leve resquicio al humor.
La directora nos ofrece, eso sí, varias escenas de acción repletas de energía: el tiroteo entre las tropas y los francotiradores, la pelea de la heroína con la guardaespaldas de Trevor mientras ambas se teleportan entre dos escenarios, o el salto de Theron desde la torre hasta el Relical. La mejor de ellas es la carrera de Aeon y Sithandra (Sophie Okenedo) sorteando las trampas que rodean el santuario de Trevor. Por su parte, el argumento relacionado con la clonación, es tan interesante como poco sólido desde el punto de vista científico al caer en el tópico de que los clones de algún modo comparten los recuerdos de sus originales. Aún asumiendo esa premisa como posible, los guionistas tampoco consiguieron desarrollarla adecuadamente y, por ejemplo, no se explica por qué algunos clones conservan claramente los recuerdos de sus encarnaciones pasadas (caso de Trevor o su hermano) mientras que otros los olvidan por completo o retienen sólo visiones vagas y desenfocadas.
Los rebeldes/terroristas (resulta curioso que los cineastas suelan adornar sus distopias opresivas con grupos de descontentos armados: Hijos de los hombres o Brazil son otros ejemplos notables) nunca explican cuál es exactamente su objetivo más allá de liquidar a los Goodchild; tampoco se nos cuenta quién es realmente la líder interpretada por Frances McDormand, de quién recibe órdenes o por qué se niega en redondo a otorgar a Aeon el beneficio de la duda. O el guardián del Relicar, ¿es un ser virtual o real? ¿cuál es realmente su papel? Empeorando aquí y allá las cosas tenemos un montaje que deja grandes huecos en la narración (¿cómo demonios aborda la heroína el Relicar la segunda vez?)
En resumen, una película de bonita factura técnica, un ejemplo de estilo sobre contenido que permite disfrutar de un diseño elegante y la espectacular belleza y glamour de Charlize Theron encarnando a una poderosa heroína de acción. Poco más. Aunque decepcionante, no es una mala película y tampoco fue la peor de su año. Simplemente, del montón, entretenida, pero de poca consistencia, un aperitivo colorido pero poco sabroso.
Copyright del texto © Manuel Rodríguez Yagüe. Sus artículos aparecieron previamente en Un universo de viñetas y en Un universo de ciencia-ficción, y se publican en Cualia.es con permiso del autor. Manuel también colabora en el podcast Los Retronautas. Reservados todos los derechos.