Hace unos años, participé de unas jornadas sobre la actualidad del tango que se situaron en la Villa Ocampo de San Isidro, cerca de Buenos Aires, casa que fue de la escritora Victoria Ocampo, a la cual cabe asociar a la música porteña porque en dicha mansión el escritor y estanciero Ricardo Güiraldes le enseñó a bailarla.
Por las disquerías de Europa, aparte de Carlos Gardel y Astor Piazolla, poco se sabe de tango argentino. Sí más, en cambio, y naturalmente, del tango europeo, que tiene un quehacer constante y diversificado en el mapa, casi todo él deudor, cumplo en señalarlo aunque sea obvio, del experimento piazolliano.
Lo que percibí en Buenos Aires, soslayando la alta calidad musical de lo que pude conocer, es una dualidad de campos. Por un lado, el tango milonguero, es decir el destinado a ser bailado en las peñas de los barrios, los festivales y las escuelas de danza. Exige un ritmo marcado y un compás uniforme. Destaco entre sus cultores al violinista y director Ramiro Gallo y al cantor Ariel Ardit. Por otro lado, está el tango que se hace bajo ese nombre o “infiltrado” en otros contextos, cuyo espacio es el recital, especialmente los pequeños teatros underground –en Buenos Aires abundan y se desparraman por los barrios como las milongas de los bailarines– y los minicafés o cabarets de la bohemia dorada. Desde luego, su punto de partida es piazolliano, ya que fue Astorpia quien liberó al tango de su sometimiento al género, lo sustrajo del baile y lo llevó a la sala de conciertos.
De Piazolla surge también una nueva hibridación tanguera, comparable al mestizaje que le dio nacimiento en el siglo XIX. Su combinación con el jazz, los instrumentos electrónicos, la electroacústica y los ritmos caribeños, tiene resultados comparables a lo hecho en España por Paco de Lucía partiendo de la guitarra flamenca. Doy como ejemplos: el sexteto de Sonia Possetti, Diego Schissi y su conjunto Vinilo y Leandro Ragusa y su tropa Mister Vértigo.
Son gente joven, o sea que, vistas las prospecciones demográficas, les espera un siglo más de rompe y raja, de meta y ponga, de sacar virutas al piso, construyendo esa flotante Ciudad del Tango que baja en cualquier momento a cualquier lugar de este planeta.
Imagen superior: Diego Schissi Quinteto © Ministerio de Cultura de la Nación.
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