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El eucalipto, el polémico árbol que llegó desde Australia

Fueron una pieza clave para repoblar los castigados bosques de la posguerra española y en la actualidad, su explotación comercial genera importantes beneficios económicos. Sin embargo, la mala ubicación de determinadas masas de eucaliptos enfrenta a los agentes forestales. Laura Chaparro analiza en este artículo la presencia de esta plantación, erróneamente denominada ‘bosque’ en muchas ocasiones.

Pocos árboles como el eucalipto (Eucalyptus), de origen australiano, generan tanta polémica a su alrededor. Acusado de ser especie invasora, perjudicial para la conservación de la fauna y la flora y para la gestión de los recursos hídricos, ecologistas y científicos coinciden en que el problema no está en el árbol sino en las políticas de gestión forestal que se realizan.

La incorrecta ubicación de estas plantaciones representa un inconveniente. “La elevada pendiente y la baja fertilidad de muchas de las superficies que se pusieron en producción fueron incompatibles con una selvicultura intensa y una gestión rentable”, señala Patricia Alesso, coordinadora del Centro de Investigación y Documentación del Eucalipto (CIDEU), dependiente de la Universidad de Huelva.

El cultivo del eucalipto ocupa ahora en la Península Ibérica cerca de medio millón de hectáreas. Casi la mitad están ubicadas en Andalucía, un tercio en Galicia y el resto se reparte entre Extremadura y la Cornisa Cantábrica. Por provincias, destaca Huelva, con un 40% del total de superficie, seguida de A Coruña, con un 15% y Badajoz, con un 10%.

Según el documento Una visión común sobre el problema de las plantaciones de eucalipto, firmado por una veintena de organizaciones ecologistas, en Andalucía y Extremadura la superficie ha disminuido en la última década, pero en otras regiones no ha ocurrido así. El entorno de Doñana, la zona interior de Galicia y áreas de Asturias y Cantabria “corren el riesgo de verse afectadas por estas plantaciones”.

Amenazas y beneficios

Desde el CIDEU, donde consideran que el eucalipto, como cualquier otra especie forestal, tiende a luchar contra sus ‘vecinas’ por todos los nutrientes que permiten su supervivencia. Comparan su comportamiento con el de una densa masa de alcornoques o de hayas, donde apenas crece vegetación.

En lo que coinciden científicos y ecologistas es en su “indudable” utilidad industrial y comercial, por la fabricación de pasta celulósica que se utiliza en papel de cocina, papel higiénico o pañuelos. Además, su madera es barata y útil para la construcción.

“Propietarios, rematantes, maderistas y fábricas de pasta y papel de Andalucía, Galicia, Asturias, Cantabria y la provincia de Vizcaya son claves en el tejido industrial y también en la dinamización del medio rural y el sector forestal”, reconocen en su manifiesto las organizaciones sociales.

Otra de sus más recientes aplicaciones son las energías renovables: los restos del proceso de fabricación de la pasta y plantaciones específicas se emplean para la producción de energía eléctrica a partir de esta biomasa.

¿Bosque o plantación?

Su sola presencia genera polémica, pero también lo hace su denominación como ‘bosque de eucalipto’. La coordinadora de CIDEU acepta el término ‘bosque’ siempre que se denomine a los eucaliptos en sus territorios originales (como en Australia) o a aquellos ubicados en lugares donde, después de plantarse, se han naturalizado con una dinámica similar a otras especies. En el caso de la mayoría de las superficies dedicadas a la producción, “sería más correcto hablar de plantaciones o cultivos, como prefieren los productores”.

Pieza clave en la posguerra española

En España su origen data de mediados del siglo XIX, aunque las repoblaciones más intensivas se produjeron entre los años ‘60 y ‘70. El sacerdote Rosendo Salvado fue el encargado de introducirlo desde Australia, con el envío de semillas a su familia en Tuy (Galicia). Las primeras plantaciones se hicieron con fines ornamentales.

En los años 40, se comenzó repoblando en España con pino y posteriormente con eucalipto, sobre todo blanco (Eucalyptus globulus) –en la costa cantábrica, Galicia y el sudoeste peninsular–, y rojo (Eucalyptus camaldulensis) –en Huelva, Badajoz, Sevilla y Cádiz–.

Al margen de polémicas, una buena ubicación y un sistema de gestión sostenible y eficiente ayudarían a que este árbol, que no pretende sustituir a los ecosistemas autóctonos, sea aceptado por todos los agentes forestales. No existen árboles “buenos o malos”, sino una buena o mala gestión.

Perfil del eucalipto

Características: el género Eucalyptus, que agrupa cerca de 600 especies, pertenece a la familia Myrtaceae, subfamilia Leptospermoidae. Se regeneran fácilmente por semilla aunque, en condiciones naturales, la proporción de ‘pies’ que llegan a adultos por este procedimiento es muy baja.

Hábitat: los eucaliptos crecen en gran variedad de substratos, pero predominan en los suelos pobres, desprovistos de arcillas y con escasa retención de agua. Viven en climas variados, algunos en zonas de humedad y calor constante, y son más numerosos en áreas templadas con lluvias invernales y sequía estival.

Demografía: en la actualidad existen en España en torno a las 550.000 hectáreas. Las principales especies presentes son el eucalipto blanco (Eucalyptus globulus, con unas 325.000 hectáreas) y el eucalipto rojo (Eucalyptus camaldulensis, con unas 175.000 hectáreas).

Situación: su distribución natural comprende Australia y el sudeste asiático, pero los eucaliptos se extienden por Asia y gran parte de Europa, entre los 1.000 y 2.000 metros de altitud. En la Península Ibérica son frecuentes en la mitad norte, y abundan en las montañas de la Cordillera Cantábrica y los Pirineos.

Usos: el principal aprovechamiento que se hace en España del eucalipto es el de la producción de celulosa, pero también suministra maderas de construcción y sirve para la producción de biomasa.

Imagen superior: ejemplo de plantación de eucaliptos en el arboreto ‘El Villar’ (Huelva). CIDEU.

Copyright © Laura Chaparro, SINC, CC.

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