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«100 balas» (Libro 1 de 5), de Brian Azzarello y Eduardo Risso

«El deber de los fiscales: garantizar la verdad y ganar o perder en consecuencia. El mandato de los abogados de la defensa: ganar a cualquier coste moral». Así describe James Ellroy el sistema judicial en Estados Unidos.

Sopesemos el dilema que plantea Ellroy. Al examinarlo, descubrirán que la malicia, la sinceridad y la inocencia encajan como una muñeca rusa. ¿Qué sucede cuando las sentencias no satisfacen a la víctima? ¿Qué ocurre cuando la cárcel no aclara un pasado turbio, o cuando recibe a un falso culpable? ¿Cómo funciona la venganza personal en esa telaraña que se teje entre los delincuentes, los inocentes, los testigos y los perdedores devorados por el sistema?

100 balas, cuyo primer tomo recopilatorio presenta ECC, responde a esas tres preguntas. Desde luego, se trata de dudas condenadas al fracaso, que sólo la ficción puede sublimar de forma satisfactoria. 100 balas lo consigue ofreciendo una segunda oportunidad a esos infortunados a quienes ya no podrá contentar ningún abogado. Personajes que lo perdieron todo ‒o casi todo‒, a los que se brinda la opción de disparar impunemente contra el verdadero responsable de que sus vidas fueran directas al despeñadero.

Cuando 100 balas nos atrapa, reconocemos su estirpe narrativa: una comunión a gran escala entre el cine de Scorsese o Tarantino y la narrativa de Raymond Chandler, James M. Cain, Jim Thompson, Chester Himes y David Goodis. Todo ello, mezclado con la precisión urbana que caracteriza a una buena crónica de sucesos.

Ya lo ven ustedes: podemos leer las páginas de 100 balas con fervor cinéfilo, o quizá con esa pasión que es propia de los adictos a la novela negra, pero al final, por encima de otras consideraciones, este es un cómic con mayúsculas, diseñado con todo lo que caracteriza a una gran historieta.

Si tomas su esencia con pinzas y la sitúas bajo el microscopio, encontrarás que contiene ingredientes típicos del siglo XXI: deseos urgentes, apariencias engañosas, rencores mal archivados, ambigüedad moral, dolores imprevisibles y percepciones que acaban sustituyendo a la realidad.

Los responsables de esa fórmula magistral, Brian Azzarello y Eduardo Risso, tienen una larga historia en común. En 1998, ambos coincidieron en la miniserie policial Jonny Double: Two Finger Discount. Vértigo, el mismo sello de DC que publicó esa obra, fue el que lanzó 100 balas (agosto de 1999-abril de 2009).

Como ya señalé, el universo en el que se ambienta este tebeo es una ciénaga moral. Una sociedad con metástasis, en la que los laboratorios forenses deben de estar desbordados. Lo nota uno al llegar. Lo nota al cruzarse con sus personajes. El efecto acumulativo de la violencia, el dolor y la desesperación hace el resto.

En realidad, todo queda reducido a un tremendo conflicto filosófico. ¿Es lícito matar para vengarse? La respuesta de este cómic es afirmativa. En un escenario donde impera la ley de la jungla, se impone la necesidad de un desquite aplicado de forma selectiva, al margen de atenuantes. Sin criterios morales, derechos individuales o apelaciones judiciales.

Venganza. He ahí el punto de encuentro al que van acudiendo los protagonistas de esta serie excepcional, elaborada con los mejores materiales del género negro: lágrimas que se mezclan con la sangre, tugurios en los que suena un jazz salvaje, antihéroes que calculan mal las distancias, combinados de bourbon sobre la barra, asesinos que se expresan con epigramas y recuerdos que parecen pruebas de balística.

La figura que sirve de nexo a cada uno de los relatos es el Agente Graves. Un tipo estoico, de traje elegante y pelo canoso, ojos penetrantes y unas facciones ásperas, que vienen a ser un cruce entre las de Ronny Cox, Lee Marvin y John Spencer.

Graves sabe que una víctima siempre tiene enemigos. Por eso plantea una oportunidad que pocos pueden rechazar. En un maletín, regala las pruebas que demuestran quién se encargó de arruinar la vida de cada uno de sus candidatos. Una vez han puesto el culpable en su punto de mira, les ofrece cien balas que la policía no puede rastrear.

Inmunidad. Bam. El sistema no se entera. Bam. El castigo funciona. Bam. La morgue tiene nuevos inquilinos.

Azzarello escribe con sabiduría. Se nota que conoce la cartografía literaria del género, desde Dashiell Hammett hasta Ross MacDonald. Desde Joe Wambaugh hasta James Ellroy, sin olvidar otros referentes, que ya cité al comienzo de estas líneas.

En sus tramas, el guionista acumula fiebre urbana, sexo sin alma, delitos que parecen cometidos por inercia, épica barriobajera y una letal granizada de cartuchos. Su percepción del mundo criminal es magistralmente plasmada por Risso, un artista que sabe cómo transformar un cómic en una obra de arte mayor.

El ritmo de la serie nunca decae. La segunda o la tercera entrega de 100 balas mantiene el nivel de pulsaciones de la primera. Episodio a episodio, Brian Azzarello continúa demostrando que sabe cómo extraer oro de las fantasías criminales, y su más estrecho colaborador, Eduardo Risso, convierte esos guiones en viñetas adictivas, coloreadas con los tonos de un garito a medianoche: uno de ésos en los que siempre ronda el fantasma del clasicismo noir.

La vida siempre te cobra un precio. El Agente Graves conoce esta ley no escrita. La venganza es una vocación profunda, y quienes reciben ese regalo saben que no cuesta demasiado ponerla en práctica.

Llegado a cierto punto, Azzarello nos da nuevas pistas de esa conspiración que da sentido a toda la serie. Por fin intuimos por qué el amenazante Sr. Shepherd dice que «justicia, verdad y estilo de vida americano nunca tendrían que aparecer en la misma frase». Por qué el Agente Graves está por encima de la ley. Y también, por qué los maletines forman parte de un plan secreto, urdido por el Trust.

¿Y qué es el Trust? Pues una sociedad oculta. Dosificadores de orden en un mundo caótico. Una trama ominosa y omnipresente, que hace palidecer al crimen organizado. «Muy viejos, muy poderosos y muy sucios –dice uno de los personajes–. Llevan por aquí desde siempre». «Hacer preguntas –añade– es gratis, pero las respuestas pueden costarte la vida».

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Sinopsis

¿Hasta dónde llegarías para vengarte? Si te dieran la oportunidad de aplicar un castigo mortal con la garantía de que la ley no iría a por ti, ¿la aceptarías?

Esa es la oportunidad que ofrece un hombre llamado Agente Graves, en forma de un maletín especial que contiene una pistola irrastreable y 100 cartuchos de munición. Para los perjudicados y oprimidos que viven en los márgenes de la sociedad, la oferta es una oportunidad única para saldar cuentas. Pero, más allá del dilema de si apretar o no el gatillo, hay una cuestión aún más profunda y preocupante: ¿quién hace posibles estas acciones… y por qué?

Este primer volumen de los cinco en los que se reeditará por completo 100 balas, del guionista Brian Azzarello y el dibujante Eduardo Risso, recopila los números del 1 al 19 de la aclamada serie de Vertigo junto a una historia breve de Vertigo: Winter’s Edge núm. 3, y también incluye una sección especial de bocetos de Eduardo Risso.

EDICIÓN ORIGINAL: 100 Bullets núms. 1-19 USA, Vertigo Winter’s Edge núm. 3 USA (extracto) || FECHA PUBLICACIÓN: Enero de 2020 || GUIÓN: Brian Azzarello || DIBUJO: Eduardo Risso || FORMATO: Cartoné, 456 págs.

Copyright de las imágenes © DC Comics, ECC. Reservados todos los derechos.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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