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«Years in the Making» (2005): los relatos de L. Sprague de Camp sobre viajes en el tiempo

Los años treinta y cuarenta del pasado siglo fueron tiempos de efervescencia creativa para la ciencia ficción y la fantasía norteamericanas. Las páginas de revistas populares como Weird Tales, Fantastic Adventures, Astounding Science Fiction o Unknown sirvieron de escaparate al talento de nuevos escritores que cambiaron ambos géneros. Muchos de estos autores, como Alfred Bester, Isaac Asimov, Robert Heinlein, H.P. Lovecraft o Fritz Leiber, son hoy considerados leyendas en su campo.

Pero la lista es mucho más amplia, y en ella hay un nombre que quiero reivindicar a través del libro que titula este artículo (Years in the Making: The Time Travel Stories of L. Sprague de Camp), una recopilación de relatos y poemas centrados en los viajes en el tiempo. Sprague de Camp, cuya carrera se extendió sesenta años, demostró desde sus comienzos ser capaz de escribir historias de ciencia ficción pioneras que abarcaban el humor, la fantasía heroica y la ficción histórica.

Lyon Sprague de Camp nació en Nueva York en 1907 y estudió ingeniería aeronáutica en el Instituto Tecnológico de California y el Instituto Stevens de Tecnología, donde obtuvo un máster en 1933. Trabajó para una compañía de patentes y su primer trabajo publicado fue un libro técnico sobre esas materias. Pero entonces conoció a P. Schuyler Miller y colaboró con él en una novela, Genus Homo (1941, aunque no encontraron editor para la misma hasta 1950), un relato en el que los protagonistas despiertan millones de años en el futuro para encontrar que la especie humana ha sido suplantada por simios (¿les suena?)

Y entonces llegó John W.Campbell Jr. al puesto de editor de Astounding Science Fiction, dispuesto a convertir esa publicación en la cabecera más importante del género. Desde luego lo consiguió, entre otras cosas atrayendo y guiando a muchos escritores jóvenes pero con talento. De Camp fue uno de ellos. Ambos, editor y escritor, resultaron ser especialmente compatibles y De Camp no tardó en convertirse en uno de los más prolíficos autores de la llamada Edad de Oro de la Ciencia ficción. Su primera historia publicada fue, en esa misma revista, «Los Isolinguales» («The Isolinguals», 1937).

Una extraña enfermedad mental empieza a extenderse entre los habitantes del Nueva York del futuro. Sus víctimas experimentan una especie de trances durante los cuales hablan extraños idiomas y se comportan de una manera inusual. Mientras cunde el pánico en la ciudad y los neoyorquinos inician un éxodo masivo tratando de escapar de la epidemia, los investigadores descubren que lo que sucede es que esas personas son «poseídas» por uno de sus antepasados, adoptando sus recuerdos y lenguaje, ya sean legionarios romanos, rabinos judíos, poetisas griegas, piratas, vikingos o soldados de Cromwell… La conclusión a la que llegan los científicos es que todos almacenamos en nuestras células los recuerdos y experiencias de nuestros antepasados.

Los afectados por la posesión de esas «memorias ancestrales» empiezan a agruparse según la «nueva» lengua que hablan (recibiendo, así, el nombre de «Isolinguales»), formando bandas o tribus con las que las que protegerse en el caos en el que se ha sumido la sociedad. Los choques entre dichas bandas y entre éstas y los ciudadanos no contagiados van en aumento mientras la policía empieza a sospechar que un grupo fascista podría tener algo que ver en la catástrofe.

En 1939 apareció Unknown, otra revista publicada por Street & Smith y editada asimismo por John W. Campbell, aunque centrada principalmente en la fantasía. Fue en esta cabecera donde, aquel mismo año, apareció el que está considerado no sólo uno de sus mejores trabajos, sino una de las primeras y más influyentes narraciones de historia alternativa: «Que no desciendan las tinieblas» («Lest Darkness Fall», 1939). En ella, un arqueólogo moderno, Martin Padway, se convierte en involuntario viajero temporal, trasladándose a la Roma del siglo VI, un periodo oscuro y turbulento en el que el Imperio Romano de Occidente había caído en manos de los ostrogodos y el de Oriente –Bizancio–, trataba de expandirse hacia el oeste.

Padway comienza a introducir innovaciones modestas pero que, a largo plazo, se convertirán en los pilares de un nuevo camino para la historia: fabrica un alambique de cobre con el que elabora brandy, comienza a llevar sus cuentas usando el método de doble entrada y los números arábigos, monta una imprenta, publica periódicos y construye un tosco sistema semafórico para enviar mensajes. Al involucrarse en la compleja política del momento, derrotará al extraordinario general bizantino Belisario con tácticas militares desconocidas entonces y conseguirá que se pase a su bando, dejando al emperador Justiniano sin su mejor hombre… La historia ya no será la misma.

«Que no desciendan las tinieblas» introduce una de las tesis preferidas de Sprague de Camp sobre la que volvería más de una vez en sus relatos: que los agentes de cambio histórico más importantes no son los acontecimientos épicos o las guerras, sino humildes innovaciones cuyas consecuencias futuras a menudo pasan desapercibidas para los observadores contemporáneos. Este fue el mejor relato de viaje temporal/historia alternativa publicada en una revista pulp, influyó a autores tan diversos y separados en el tiempo como Frederik Pohl, Harry Turtledove o David Drake y hoy continúa ostentando la categoría de clásico.

Otra de las narraciones incluidas en esta recopilación fue «El hombre retorcido» («The Gnarly Man», 1939), publicada también en Unknown en 1939. En ella, la doctora Matilda Sandler descubre en una feria de monstruos a un hombre de aspecto sorprendentemente prehistórico. Ungo-Bungo, el «hombre mono» es, según él mismo afirma, Clarence Aloysius Gaffney, un personaje amable pero reticente a revelar su pasado y dejarse examinar por la doctora. Su verdadera identidad es la de Halcón Brillante, un hombre de Neanderthal de más de 50.000 años de edad cuyo proceso de envejecimiento fue detenido a resultas de sufrir el impacto de un rayo. Gracias a su valor e ingenio, ha conseguido sobrevivir a la extinción de su especie, adoptando identidad tras identidad y viviendo en los márgenes de la sociedad homo sapiens. Ha sido testigo del desarrollo de toda la civilización, pero siempre desde las sombras, sin influir en ella. Sus temores estaban bien fundados, porque cuando su secreto es descubierto por la doctora Sandler, su vida pasa a estar inmediatamente amenazada….

Otra de sus más sobresalientes colaboraciones para Unknown fue «Las ruedas de If» («The Wheels of If», 1940), una mezcla de narración de viaje por mundos paralelos e historia alternativa aún más ambiciosa que la ya citada Que no desciendan las tinieblas . En esa ocasión, el abogado neoyorquino Alister Park es arrancado de su rutinaria vida y arrojado a un enloquecido carrusel de existencias en una serie de universos paralelos. Cada mañana descubre que ha adoptado una nueva identidad en un mundo muy diferente del anterior. La última de ellas es la del obispo Ib Scoglund de Nueva Belfast, ciudad de Vinland, una Norteamérica colonizada por los descendientes de los vikingos y cuya política se halla dividida entre los descendientes de los escandinavos y los de los nativos originales del continente, conocidos como Skrellings. La conversión del rey Oswiu de Northumbria a un cristianismo diferente del católico y la derrota de los francos de Carlos Martel en la Batalla de Tours en el 732 d.C. –con la consiguiente penetración de los árabes omeyas y la abortada formación de Francia como nación– fueron los dos puntos que llevaron a la historia de esta novela a discurrir por un sendero muy diferente al nuestro.

Park debe asumir y continuar los esfuerzos de su contrapartida alternativa en la lucha por los derechos civiles de los Skrellings al tiempo que encontrar una forma de devolver su conciencia al Nueva York que él conoce. Prueba de la influencia de este relato es que muchos años después, en 1990, otro especialista en el subgénero de historia alternativa, Harry Turtledove, escribió una secuela, El belicoso pacificador (The Pugnacious Peacemaker, 1999), protagonizada por el mismo personaje.

Durante la Segunda Guerra Mundial, De Camp se alistó en la Marina y vivió el conflicto desde suelo americano, en los Astilleros de Filadelfia, trabajando junto a Isaac Asimov y Robert A. Heinlein. Quizá fuera la amargura de los años de la guerra lo que le retiró de la ficción hasta finales de los cuarenta, cuando publicó el primer relato de la serie Viagens Interplanetarias, un conjunto de narraciones vagamente relacionadas situadas en un futuro en el que Brasil se ha convertido en la potencia dominante. Las historias tienen lugar en tres planetas que giran alrededor de la estrella Tau Ceti y cuyos nombres están extraídos de la mitología hindú: Vishnu, Ganesha y Krishna.

Son aventuras de romances planetarios a mitad de camino de la ciencia ficción y la espada y brujería. Fue un «truco» para escribir, bajo el manto de la ciencia ficción, la fantasía que él amaba y que ya no tenía fácil salida tras la desaparición de Unknown en 1943.

En la década de los cincuenta sus mejores obras de ciencia ficción fueron historias como «Un rifle para un dinosaurio» («A Gun for Dinosaur», 1956) y «Aristóteles y la pistola» («Aristotle and the Gun», 1958), ambos, de nuevo, relatos de viajes en el tiempo.

Un rifle para un dinosaurio vuelve sobre el tema de las incalculables consecuencias que sobre el futuro –nuestro presente– pueden tener cambios aparentemente insignificantes en el lejano pasado (lo que se conoce como Efecto Mariposa). Reginald Rivers dirige un safari temporal, llevando a potentados al Cretácico para que cacen las enormes criaturas que entonces deambulaban por la Tierra. Sin embargo, guiar a multimillonarios malcriados, temperamentales y mal adiestrados, puede tener consecuencias nefastas, especialmente frente a un tiranosaurio rex… Muchos años después de publicar esta historia, de Camp retomó al personaje del cazador temporal en ocho historias más que, junto a la primera, fueron recopiladas en el volumen Ríos del tiempo (Rivers of Time, 1993).

La mayoría de los viajeros temporales, enfrentados al dilema de si cambiar o no la Historia, deciden hacerlo para mejor: matar a Hitler, acortar o evitar esta o aquella guerra… Pero en Aristóteles y la pistola, Sprague de Camp decidió ir un paso más allá. Sherman Weaver, el protagonista, piensa que debería convencer a Aristóteles para que defienda el método científico y el empirismo. No sólo mejoraría el nivel tecnológico de la antigua Grecia y Roma, sino que, en su opinión, su influencia sobre posteriores desarrollos científicos sería benéfica. En sus propias palabras:»Aristóteles trató de abarcar un campo tan amplio y aceptó como hechos tantas fábulas que hizo tanto bien como mal a la ciencia. Porque, cuando un hombre de un intelecto tan colosal como el suyo yerra el camino, arrastra consigo a generaciones de individuos menos dotados que lo citan como una autoridad infalible. Como sus colegas, Aristóteles nunca comprendió la necesidad de la constante verificación empírica. Así, aunque estuvo casado dos veces, insistió en que los hombres tenían más dientes que las mujeres. Nunca pensó en pedirle a sus esposas que abrieran la boca para contarlos. Jamás entendió la necesidad de inventar y experimentar. Pero, si pudiera coger a Aristóteles en el adecuado momento de su carrera, quizá podría darle un empujón en la dirección correcta…»

Sherman ha finalizado la fabricación de una máquina del tiempo. Su proyecto está a punto de ser cancelado y no tiene nada que perder, así que la utiliza para viajar al pasado, a la época en la que Aristóteles ejercía de tutor del todavía niño Alejandro Magno. Sherman se hace pasar por un filósofo de la India y contacta con Aristóteles, contestando todas las preguntas del griego, aunque éste se muestra crecientemente escéptico acerca de las maravillas científicas que se le describen. Uno de los ayudantes de Alejandro cree que Sherman es un espía extranjero y éste se ve obligado a luchar por su vida y regresar a su propia época… para encontrarse con que sus bienintencionados actos del pasado han alterado la historia de una manera que jamás podría haber imaginado… y no precisamente para mejor.

Aristóteles y la pistola es una excelente historia con un poderoso final que no sólo se cuenta entre las mejores narraciones de viajes en el tiempo e Historias Alternativas, sino que marcó el punto a partir del cual de Camp empezó a distanciarse de la ciencia ficción para centrar su interés en la novela histórica ambientada en el mundo antiguo, género que cultivaría durante los siguientes diez años.

En las últimas décadas de su carrera, Sprague de Camp ya no escribió apenas ciencia ficción, aunque sí firmó uno de los primeros estudios teóricos del medio, Science Fiction Handbook (1975). Su interés se volcó principalmente hacia la fantasía, ya fuera escribiendo novelas originales de espada y brujería o ampliando el universo hiborio que Robert E. Howard había creado para su personaje Conan.

Su trabajo con el bárbaro cimmerio fue un factor definitivo para reavivar el interés popular no sólo por Conan, sino por toda la fantasía heróica. Escribió también novela histórica y trabajos de no ficción, desde tratados desmitificadores de magia (Spirits, Stars and Spells: The Profits and Perils of Magic, 1966) hasta biografías de estimados compañeros de profesión, como el mencionado Robert E. Howard o H.P. Lovecraft. Recibió múltiples premios, entre ellos un Hugo por su autobiografía, Tiempo y oportunidad (Time and Chance: an Autobiography, 1996).

Y como ocurre tan a menudo, vuelve a cumplirse aquel dicho que reza que «Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer». En el caso de Sprague de Camp fue su esposa, Catherine Adelaide Crook, con quien se casó en 1939 y que lo acompañó hasta la muerte de él en 2000, a los 92 años. Catherine colaboró con él en la mayoría de sus libros aunque su nombre no figurara siempre acreditado. De Camp nunca ocultó las aportaciones de su mujer, que desde 1960 fue reconocida como colaboradora «oficial» del autor.

Los relatos contenidos en este libro demuestran tanto la maestría de Sprague de Camp en el ámbito de los viajes temporales y la historia alternativa como su amor por los clásicos y la antigüedad. Pero también son un ejemplo de cómo, desde los años treinta, la ciencia ficción norteamericana entró en un proceso de rápido desarrollo que la llevaría a la madurez partiendo de su infancia y adolescencia pulp

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".