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Tres trilogías para una década

“Cuando veo tres objetivos, tres capitanes, tres naves, no se debe a la coincidencia. Es la providencia”. Estas líneas de diálogo recitadas por el siempre ceremonioso Morfeo en Matrix Reloaded sirven, en cierto modo, para situarnos ante el fenómeno cinematográfico que ha venido a tambalear las plateas de todo el mundo.

Ahí es nada: tres trilogías sobre tres guerras, en dura confrontación para ganarse al público.

El cine del siglo XXI ha reavivado el fenómeno fan, que se hallaba bastante anquilosado. Diez o veinte años atrás, este seguidor incondicional era un ser que subsistía reviviendo viejas experiencias en vídeo, adorando a Darth Vader, Indiana Jones o Superman en celebraciones hogareñas con regusto a nostalgia. Tan solo los trekkies tenían opción al festejo de nuevas glorias en las salas de cine.

Todo cambió en 1999, fecha en la que George Lucas estrenó el Episodio I de su mítica saga, que se encontró, sin esperarlo, con un adversario que jugaba en su mismo terreno, Matrix.

Los viejos fans desengrasaron sus mecanismos freak, bien para odiar, alabar o especular, y nuevos fanáticos irrumpieron en terrenos novedosos como el ciberespacio para entablar una absurda lucha sobre qué película era más cool o cual apestaba más.

Para caldear el ambiente, los numerosos seguidores del escritor J.R.R. Tolkien acudieron en masa dos años después a la esperada (y temida) versión cinematográfica de la legendaria novela El Señor de los Anillos. La acogida no pudo ser mejor, incluso por parte de público que no había leído la obra original. La Guerra de las Guerras había llegado.

Nos hallamos ante tres monumentales obras con varios puntos en común. Las tres son sagas épicas, que siguen las pautas de la mitología del héroe, tratando temas tan viejos como la humanidad: el Destino, el Poder, el Amor y el Deseo (¿acaso hay algo más?).

El uso de efectos digitales de vanguardia para recrear mundos y personajes ha echado para atrás a más de un cinéfilo escrupuloso, que no ve en estas películas más que una labor de marketing monstruosa, y que se está perdiendo la vista de un hermoso bosque por empeñarse en mirar a los árboles.

Para comprender el impacto social y cultural de esta coincidiencia entre esos tres ciclos audiovisuales, vamos a echar un rápido vistazo a los contendientes. Quiénes son sus creadores, cuáles son sus puntos fuertes y cuáles sus flaquezas.

Por orden de aparición:

La Guerra de las Galaxias (I, II, III)

Sí, lo sabemos, en realidad son seis capítulos. George Lucas empezó la casa por el tejado, y décadas después de sus míticos episodios IV, V y VI se decidió a explicarnos los antecedentes de la historia.

La peor recibida de las trilogías que aquí tratamos explica la vida de Anakin Skywalker, desde la niñez hasta su transformación en el temible Darth Vader. Consta de estos episodios:

Episodio I: La Amenaza Fantasma (1999)

En esta película se nos cuenta el funcionamiento de la antigua República galáctica poco antes de desaparecer bajo el Imperio. El astuto senador Palpatine (Ian McDiarmid), logra convertirse en Canciller montando un buen lío diplomático en secreto y demostrando que incluso hace muchos años en una galaxia muy lejana ya se sabía aquello de “a río revuelto…”.

Por otro lado, el Jedi Qui-Gong Jinn (Liam Neeson) descubre en el planeta Tatooine a un prodigioso niño que podría ser aquel del cual se habla en las profecías, el que traerá el equilibro a la Fuerza. Cuando Qui-Gong muere a manos del fascinante asesino Darth Maul, el niño pasa a la custodia de un joven Obi-Wan Kenobi (Ewan McGregor), que se convertirá en su maestro Jedi a pesar de las discrepancias del gran maestro Yoda, ese sabio al que todos hacen la pelota, pero al que nadie escucha.

Por su lado, la pareja cibernética más duradera de la historia se conoce. Hablamos, claro está, de R2-D2 y C3PO.

Episodio II: El Ataque de los Clones (2002)

El asunto se complica. Tenemos a un crecidito Anakin (Hayden Christensen) que empieza a escorarse hacia el Lado Oscuro de La Fuerza y que, para más inri, sufre una calentura de campeonato al reencontrarse con una senadora Amidala (Natalie Portman), que pide paz pero parece querer guerra.

Los tejemanejes de Palpatine acaban desembocando en las Guerras Clon, que le proporcionan un ejército desmesurado y el poder absoluto. Es algo que ha de agradecer a la idiotez del senador Jar-Jar Binks, el ser más odiado de la galaxia que, por fortuna, no aparece tanto en esta entrega como en la anterior.

Samuel L. Jackson y Yoda demuestran ser los Jedis más bad motherfuckers de la República, e incluso tenemos el placer de ver al viejo maestro luchar cual Jet Li contra Christopher Lee.

R2-D2 y C3PO, a su vez, empiezan a consolidar su relación amor-odio. La película acaba con Amidala y un Anakin manco (gracias a Christopher Lee) casándose al lado de un lago muy bonito.

Episodio III: La Venganza de los Sith (2005)

Una película llena de tragedias y con un final de lo más catastrófico. Palpatine termina convirtiéndose en Emperador, los jedis son aniquilados (salvo Obi-Wan y Yoda) y Anakin se chamuscará en lava tras enfrentarse a Obi-Wan, siendo su cuerpo reconstruido a base de recambios y convirtiéndose definitivamente en el mítico Darth Vader.

Antes de que todo acabe, Anakin tendrá tiempo de dejar preñada a la dulce Amidala, que traerá al mundo a dos gemelos, una niña y un niño a los que todos conocemos. También sabemos que nuestros robots favoritos sobrevivirán a la hecatombe, y el wookie Chewbacca aparece en una secuencia, para alegría de nostálgicos.

Puntos a favor:

1) Star Wars tiene los mejores efectos digitales de las tres trilogías, obra de la todopoderosa compañía de Lucas Industrial Light & Magic, que se creó precisamente en el rodaje de las películas clásicas de La Guerra de las Galaxias.

2) Un cuidado diseño artístico sirve para crear todo un mundo tecnológico pero con resonancias clásicas, en el que destacan los estrambóticos modelitos y tocados de Amidala.

3) Jedis. Estas películas tienen Jedis, esos guerreros místicos equipados con sables de luz cuyo sonido todos hemos imitado alguna vez. ¿Quién no ha intentado en alguna ocasión mover un lápiz mediante La Fuerza?

4) Christopher Lee haciendo de malo. Toda película gana con Christopher Lee haciendo de malo.

Puntos en contra:

1) El empeño de George Lucas por establecer una innecesaria mitología sólida a la historia proporciona aburrimiento a lo que sólo debería ser diversión. Tuvimos que esperar a la segunda mitad de El Ataque de los Clones para entrar en acción, cosa que no sucedía en las añoradas entregas clásicas.

2) La historia de amor entre Anakin y Amidala está muy mal escrita, dirigida con torpeza e interpretada horriblemente, en especial por el joven Hayden Christensen.

3) Jar Jar Binks.

4) Los niños que disfrutamos en el cine con las antiguas películas hemos crecido. El ansia por sentir aquellas sensaciones ha frustrado a adultos que no se dan cuenta de que, finalmente, las películas van destinadas a los críos, que las han disfrutado a tope.

Matrix

Concebida en un principio como un guión de cómic, las hermanas Wachowski dirigieron y escribieron su segunda película, que revolucionó el mundo audiovisual.

Cine, publicidad y videoclips siguen copiando y citando sin parar este film, que es en realidad un cocktail de referencias (filosofía, religión, ciencia ficción) bajo lo que parece ser un anime de imagen real. ¿Hay alguien que no haya visto Matrix?

La trilogía se completó con un videojuego (Enter the Matrix) y una serie de cortometrajes de animación que, bajo el título Animatrix, ofrecen grandes dosis de placer para el amante adulto de los buenos dibujos animados.

Estas son las películas que integran la trilogía:

The Matrix (1999)

Pringado de día y hacker en sus ratos libres, Thomas “Neo” Anderson (Keanu Reeves) siente que está viviendo una vida falsa. Tras contactar con los hackers Trinity (Carrie-Anne Moss) y Morfeo (Larry Fishburne) descubre la triste verdad: el mundo real es una simulación creada por las máquinas. En realidad, estamos en un distante futuro en el que los ordenadores y robots se nutren de nuestra energía, mientras nuestras mentes vagan por ese videojuego sin sentido que es la vida.

Los humanos que han llegado a despertar de este sueño malviven en un mundo sin cielo mientras llevan a cabo una guerra por la libertad de la raza en dos frentes: una lucha hardware de las de toda la vida, a cañonazo limpio contra los robots, y otra en el terreno del software, introduciéndose a voluntad en la simulación (Matrix) y combatiendo al sistema y a sus agentes, de los cuales el más peligroso es Smith (Hugo Weaving).

Neo y sus aliados pelean virtualmente a base de terrorismo y kung-fu. Al final, como esperaba Morfeo, Neo se descubre como El Elegido, una especie de superhombre capaz de dominar a Matrix, y de paso ligarse a Trinity.

Matrix Reloaded (2003)

La historia se complica, para desesperación de quienes no entendieron la anterior entrega. La ciudad subterránea de Sión, último reducto de los humanos está condenada. En escasas horas, un masivo ataque de robots despedazará a los humanos y de paso acabará con sus estúpidas raves.

Por su parte, Neo no sabe muy bien qué hacer con sus nuevos poderes, y su cara de estupefacción permanente será todavía más… estupefacta, sobre todo cuando El Arquitecto de Matrix le revele la verdad: estamos en la sexta versión de Matrix y Sión ya ha sido destruida en otras ocasiones, como lo será en esta.

Ya han existido otros Elegidos anteriormente, que no son más que instrumentos para el control «y cómo se te ha quedado el cuerpo», es lo que viene a decir en una jerga casi incomprensible el barbudo arquitecto.

La película acaba con Neo en coma tras aplicar sus poderes en el mundo real, y con el maquiavélico Agente Smith poseyendo el cuerpo de un humano (que también está en coma).

Matrix Revolutions (2003)

Los humanos de Sión combaten a los robots con máquinas de guerra prestadas de Aliens. También asistimos a un combate final entre Neo y Smith.

¿Qué significaban las palabras del Oráculo? ¿Qué papel tienen en la historia los programas “exiliados” Merovingio (Lambert Wilson) y Perséfone (Monica Bellucci)? ¿Por qué los ordenadores, por caros que te cuesten, se quedan viejos a los seis meses?

Puntos a favor:

1) La conjunción de temas filosóficos, políticos y religiosos con aspectos modernos, como la informática o las nuevas matemáticas, resulta, milagrosamente, coherente e incluso necesario en la trama.

2) Kung-Fu. Esta película tiene kung-fu, y no de cualquier clase, los efectos digitales dan un envoltorio visual de manga a las coreografías del maestro Yuen Woo-Ping, responsable de clásicos como Érase una vez en China o Iron Monkey. Toda una experiencia para los sentidos.

3) Hugo Weaving. Este enorme actor da vida al personaje más carismático de la saga, el temible pero simpático Agente Smith.

4) Una soterrada actitud anarquista por parte de las Wachowski. No hay que olvidar que los policías y demás funcionarios son el enemigo al estar integrados en el sistema.

Puntos en contra:

1) La gran cantidad de contenido filosófico resulta en ocasiones cargante, e incluso pretenciosa.

2) La actitud circunspecta de los personajes, deliberadamente impersonales cuando están dentro de Matrix (lo que vemos son sus representaciones virtuales), les otorga una frialdad contraproducente, que se agrava en el caso del singular estilo interpretativo de Keanu Reeves por estas fechas.

3) Algunos efectos especiales de la segunda entrega, como los dobles digitales, parecen algo rudimentarios.

4) Las injustificadas críticas hacia Reloaded, una sorprendente actitud que proviene de personas que no la han entendido y la acusan de vacía.

El Señor de los Anillos

El terror se apoderó de los fans fatales de Tolkien cuando se supo que el irreverente director Peter Jackson, autor de películas gorecómicas como Mal Gusto o Meet the Feebles era el encargado de la imposible tarea que suponía la adaptación cinematográfica de esta novela.

Sorprendentemente, el primer resultado fue una película que, a pesar de necesarias licencias respecto al libro, respetaba el espíritu de la novela más popular del siglo XX. Como ya sabemos, la obra consta de estas tres partes:

La Comunidad del Anillo (2001)

En la mitológica Tierra Media, el hobbit Frodo Bolsón (Elijah Wood) recibe el encargo de llevar el Anillo de Poder a la tierra de Mordor, para allí destruirlo e impedir que su dueño, el espíritu maligno Sauron, lo use para dominar a todas las razas.

En su periplo, lo acompañarán ocho compañeros de distintas razas, entre los que se cuentan personajes tan importantes como el mago Gandalf (Ian McKellen) o el montaraz Aragorn (Viggo Mortensen), heredero al trono de Gondor, que es decir mucho.

La cantidad de personajes y lugares es tan variada que nos podríamos tirar páginas y páginas describiéndolos, y para eso está la sublime novela original. Baste decir que la Compañía termina disuelta, con Gandalf aparentemente espachurrado en los abismos de Moria y con Frodo dirigiéndose por su cuenta a Mordor, acompañado por su fiel jardinero Samsagaz Gamyi (Sean Astin, el inolvidable Mikey de Los Goonies), el verdadero héroe de la historia.

Las dos torres (2002)

Con el grupo dividido, asistimos a tres frentes en la narración. Aragorn, el elfo Légolas (Orlando Bloom) y el enano Gimli (John Rhys-Davies) se ven envueltos en la lucha por la supervivencia de la Marca de Rohan, que desemboca en la cruenta batalla del Abismo de Helm.

Por su parte, los hobbits Meriadoc Brandigamo (Dominic Monaghan) y Peregrin Tuk (Billy Boyd) incitarán a la rebelión de los Ents, los peculiares pastores de árboles, contra el malvado mago Saruman (¡Christopher Lee, amigos!).

El sufrido portador del Anillo y su compañero de fatigas Sam serán guiados hacia su destino por el miserable y traicionero Gollum (Andy Serkis), antiguo dueño del Anillo, antes hobbit, ahora engendro y a la postre el personaje virtual más creíble de la historia (hasta hubo recogida de firmas para que lo nominaran a mejor actor en los Oscar).

El final de la película nos promete un futuro poco halagüeño para Frodo y la Tierra Media en su conjunto.

El Retorno del Rey (2003)

Reviviendo los tiempos en los que esperábamos el día de Reyes, durante tres años seguimos impacientes las entregas de El Señor de los Anillos, así que la expectación ante el último capítulo fue inconmensurable.

Para los que hayan leído la novela no era del todo un misterio el final de la saga, que concluye con la involuntaria destrucción del Anillo por parte de Gollum, quien se precipita en la Grieta del Destino tras arrancarle el dedo a un Frodo, que al final sucumbe al poder de la joya.

Las fuerzas del mal son derrotadas en el último momento y Aragorn es proclamado Rey, después de haber luchado en la tremebunda batalla de los Campos de Pelennor. El emotivo final deja a muchos con lagrimones.

Puntos a favor:

1) Es la trilogía que ha tenido mejor acogida por parte de la crítica y el público. La razón principal es la calidad de los personajes y de los actores que los encarnan (incluyendo a Christopher Lee y Hugo Weaving, que duermen con el enemigo).

2) Una historia conmovedora y desesperada, que mezcla luz, melancolía, oscuridad y épica.

3) El amor que se ha puesto por parte de los responsables es visible en la pantalla. Weta Digital, con sus divisiones de efectos CGI, y los equipos de vestuario, maquillajes, decorados o armas han realizado una labor titánica para sumergirnos en la Tierra Media.

Puntos en contra:

1) Algunos elementos de la historia pueden resultar confusos para los no iniciados, en especial las referencias geográficas o dinásticas.

2) La realización parece en ocasiones algo descuidada, pero teniendo en cuenta que las tres películas se han rodado a la vez, no se puede esperar que cada plano sea propio de Kubrick.

3) Christopher Lee no sale lo suficiente.

4) La verdad es que no podemos acordarnos de nada negativo.

Llegados a este punto, ya conocen a los contendientes y pueden empezar a hacer sus apuestas. ¿Quien sale ganando en esta guerra de trilogías? Nosotros ya lo sabemos: el espectador, con sus ansias de disfrutar de toda la fascinación que puede caber en una pantalla de cine.

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).