En una mítica grabación en vivo, el pianista Thelonious Monk presenta el tema Pannonica explicando el origen del título. Es el nombre, dice con voz grave, de «esa preciosa dama que está ahí sentada»; el nombre de una mariposa que el padre de ella quería atrapar pero que al final no consiguió.
La dama era la Baronesa, a quien en cierta ocasión un periodista definió como «amiga, mascota y paladín» del músico. Por entonces, corría el invierno de 1964 y Monk ocupaba la portada de la revista Time, todo un hito para un jazzman, y más, siendo un hombre de color. Y es que en muchos lugares de Estados Unidos imperaba un auténtico apartheid al que sólo la Ley de Derechos Civiles de 1968 pondría fin.
En buena medida, la culpable de aquella portada había sido la baronesa Von Koenigswarter (1913-1988), protectora del jazz neoyorquino… aunque la historia de la mariposa no era cierta.
Según descubrió años después Hannah Rothschild, la pannonica es una polilla, y el padre de la Baronesa, entomólogo aficionado, había catalogado varios ejemplares. Aunque la verdad no destruye la magia; la realidad coincide con los gustos de «Nica», la Baronesa, también muy partidaria de vivir la noche.
Nacida Kathleen Annie Pannonica Rothschild, Nica pertenecía a uno de los clanes más poderosos del mundo y se crió en un ambiente lleno de lujos materiales y desatención personal; una jaula de oro con joyas incrustadas donde a las hijas sólo se las educaba para saber conducirse en sociedad y para contraer matrimonio.
El temprano suicidio de su padre, hombre de frágil equilibrio psíquico, la dejó sin referentes masculinos, y en 1935 se casó con el barón Jules von Koenigswarter, diez años mayor que ella.
La joven algo salvaje que conducía coches y pilotaba avionetas, amante de las fiestas, el baile y el jazz, se vio sometida de nuevo a las férreas normas que habían regulado su niñez.
La pareja, que pronto tendrá dos hijos, se establece primero en París y luego en un espléndido château de Normandía, donde frecuentaban la alta sociedad y se codeaban con magnates, miembros de la realeza, políticos, intelectuales y playboys.
Allí los sorprenderá la guerra, y de allí tendrá que huir Nica, sola con sus hijos, hacia Londres, ante el avance nazi. Los barones trabajaron para la causa aliada y ambos serían condecorados, pero al final de la contienda el paréntesis de libertad que la guerra había supuesto para Nica se cerró.
Acompañó a su marido, ahora embajador, y tuvo otros tres hijos, aunque cada vez estaba más lejos de aquella vida. Fue entonces cuando se produjo un momento ya legendario: a través del disco de un jazzman casi desconocido, Nica descubrió una obra insólita y genial que le reveló una conexión directa con la armonía, la belleza y la libertad.
Guiada por la energía impulsiva que movía muchos de sus actos, se trasladó a Nueva York dispuesta a vivir con intensidad el universo del jazz. Y así fue, aunque para ello tuvo que pagar un alto precio. Por ejemplo, verse sometida al acoso público cuando en 1955 Charlie Parker, el carismático «Bird», murió en su suite del hotel Stanhope. O la condena por tenencia de marihuana (en realidad era de Thelonious Monk) que en 1959 la obligaba a pagar una multa de tres mil dólares, cumplir tres años de cárcel y ser expulsada de Estados Unidos.
Tras recurrir la sentencia, la condena se anuló en 1962, pero Nica ya era piedra de escándalo a ambos lados del Atlántico… aunque eso no la hizo cambiar de vida.
Pannonica, el libro de Hannah Rothschild
En un trabajo que culmina veinticinco años de investigación, Hanna Rotschild, sobrina-nieta de Nica, se adentra en los secretos de su propia historia familiar para desvelar lo que hay de legendario y de auténtico en la figura de la Baronesa. Su búsqueda nos descubre mil matices de una mujer especial y contradictoria, que con frecuencia solía decir: «Recuerda que solo se vive una vez.»
«¿Recibirá Nica algún día –se pregunta la autora– el reconocimiento que le permita entrar en el panteón de los grandes personajes de la familia Rothschild? Como Walter [el zoólogo de la familia] deja un legado de nombres. Pero los de ella no corresponden al de un pinzón de las Galápagos ni al de una improbable mosca, sino al de una serie de canciones. Pannonica no es la única, hay otras: Nica’s Dream, Nica’s Tempo, Nica Steps Out, Thelonica, Bolivar Blues, Cats in My Belly, Blues for Nica, Tonica y otras composiciones que le están dedicadas, escritas por amigos a los que ayudó en su momento.
Sirviéndose de su posición y de su patrimonio, Nica desempeñó un papel importante al velar por una generación de músicos obligados a luchar para salir adelante. Hizo que una pequeña parte de una gran fortuna fuera un poco más allá de sus fines. Propició la diferencia. Recibió a cambio la única cosa que le faltaba y que con tanta desesperación había echado de menos en su infancia: la amistad. Para Nica, todo giraba en torno a «la octava maravilla del mundo»: Thelonious Monk. Aunque él, sin ella, habría creado igualmente su música y conocido el éxito, Nica se sentía orgullosa de la relación que existía entre los dos y del papel que había tenido ella al crear el medio donde él pudo trabajar. Nica había sido incapaz de salvar a su padre de su enfermedad, como no pudo tampoco salvar a sus parientes del Holocausto ni proteger contra los prejuicios a sus amigos, pero pudo conferir dignidad al último año de vida de un hombre y ofrecer a su amado Thelonious un cobijo cálido y seguro.»
Hannah Rothschild (1962) colabora en prestigiosas publicaciones periódicas, entre ellas Vogue, The Independent o Harper’s Bazaar. Autora del documental The Jazz Baroness, es, asimismo, vicepresidenta del Hay Literary Festival.
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