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Las Cervantas

Las Cervantas. Este es el nombre despectivo con el que eran conocidas, en todo Valladolid, las mujeres que vivían con Cervantes mientras ultimaba su obra inmortal. Las Cervantas eran su esposa Catalina de Salazar; sus hermanas Magdalena y Andrea; su hija (bastarda) Isabel, habida de una relación con Ana de Villafranca, tabernera madrileña; y su sobrina (también bastarda) Constanza, nacida de la relación de Andrea con Nicolás de Ovando.

Las Cervantas. Mujeres muy mal tratadas por la historia. Consideradas unas barraganas, con una moral y unas costumbres que nada tenían que ver con los cánones y los comportamientos de las mujeres de su época o… ¿quizás es eso lo que nos quieren transmitir los historiadores?

Las Cervantas sabían leer y escribir, eran independientes económicamente, libres y reivindicativas, conocían sus derechos y no dudaban en cómo reclamarlos. Así, solicitaron no pocas veces la compensación económica oportuna a aquellos nobles que les prometían matrimonio y, tras enamorarlas, rompían su compromiso.

No cabe duda que aquellas mujeres influyeron, y mucho, en la visión cervantina del mundo femenino. Una visión que le lleva a crear personajes fuertes, poderosos e independientes. Mujeres que enarbolan discursos feministas, tal es el caso de la Pastora Marcela.

Pues bien. Una investigadora de la Complutense ha descubierto los entresijos de la imprenta que sacó a la luz, en 1605, la primera edición del Quijote. Una imprenta inmortal, la de Juan de la Cuesta, conocida a lo largo y ancho de todo el mundo.

Pues bien. Resulta que Juan de la Cuesta nunca fue propietario de dicha imprenta, fundada por Pedro Madrigal. La dueña y propietaria de ese taller fue María Rodríguez de Rivalde, viuda de Pedro, quien otorgó los poderes oportunos a Juan de la Cuesta, en 1602, previo a su matrimonio con María de Quiñones, su sobrina. Una María que pronto, tan pronto como en 1607, vio partir a su marido hacia Sevilla, quizás con la idea de emprender viaje al Nuevo Mundo. Ninguna de las dos Marías, tía y sobrina, volvieron a ver al susodicho Juan, que quizás murió allende los mares o vaya usted a saber dónde.

Y es así como, en 1627, María Rodríguez nombra a su sobrina su heredera universal. Y es así como María de Quiñones toma las riendas de aquella imprenta, que gobernará cuarenta años más, con la ayuda de Jerónimo de Salazar, el corrector que entró a su servicio cuando Juan de la Cuesta decidió desaparecer.

Dice la autora de este descubrimiento, Laura Puerto, excelente investigadora, que ninguna de las dos Marías sabía leer ni escribir. Y digo yo, ¿acaso es necesario ser letrada para conducir con mano firme las riendas de un negocio?

El Quijote, una historia de mujeres…

Imagen superior: Bartolomé Esteban Murillo, «Joven y su dueña».

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Mar Rey Bueno

Mar Rey Bueno es doctora en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid. Realizó su tesis doctoral sobre terapéutica en la corte de los Austrias, trabajo que mereció el Premio Extraordinario de Doctorado.
Especializada en aspectos alquímicos, supersticiosos y terapéuticos en la España de la Edad Moderna, es autora de numerosos artículos, editados en publicaciones españolas e internacionales. Entre sus libros, figuran "El Hechizado. Medicina , alquimia y superstición en la corte de Carlos II" (1998), "Los amantes del arte sagrado" (2000), "Los señores del fuego. Destiladores y espagíricos en la corte de los Austrias" (2002), "Alquimia, el gran secreto" (2002), "Las plantas mágicas" (2002), "Magos y Reyes" (2004), "Quijote mágico. Los mundos encantados de un caballero hechizado" (2005), "Los libros malditos" (2005), "Inferno. Historia de una biblioteca maldita" (2007), "Historia de las hierbas mágicas y medicinales" (2008) y "Evas alquímicas" (2017).