Los guionistas de cómic nos olemos a la legua. Quiero decir, los guionistas de verdad. El oficio se lleva en la sangre y esa sangre se huele. Hay muchos dibujantes que guionizan y otros muchos que utilizan de guionista al primero que encuentran. Pero cuando tienes un guionista de raza delante, es difícil no proyectarte en él.
Me pasa con Carlos Portela, con David Muñoz, con Carlo Hart, con Josep Maria Polls, con alguno más… y desde luego con Santiago Arcas.
Su tebeo Claus y Simón en Hollywood (1998), escrito en la etapa en que formaba tándem con el “súper” dibujante Daniel Acuña, es uno de mis cómics españoles favoritos. Ellos también eran uno de mis tándems humanos favoritos. Su ruptura [en 2004] me dolió casi más en el plano personal, fue como cuando se separan aquellas raras parejas en las que los dos te caen igual de bien.
Pronto descubrí que Arcas además dibujaba. No hay muchos casos como el suyo: suelen darse muchos al revés, dibujantes que también guionizan. No sé si Arcas empezó guionizando o dibujando, pero para mí, de entrada, él es un guionista que dibuja. No me parece una deshonra: es lo que yo siempre quise ser y no pude y, si tuviera que encontrar otro referente, me tendría que ir a Frank Miller. Para mi coleto, en esencia Miller es también un guionista que dibuja, aunque como profesional empezara dibujando guiones ajenos. Pero se le ve, se le percibe, se le huele. En el camino hacia la autoría total, ambos parten de la necesidad narrativa.
Sandra (Vent Des Savanes, 2008, Glénat, 2009) me gusta mucho porque su guión es diferente a todo y porque el estilo visual que ha desarrollado Arcas para este cómic me parece irresistible. Es como si Hal Hartley se juntara con Cornell Woolrich y Edgar Rice Burroughs. Por eso fue un placer para mí escribir también el prólogo de la obra, a instancias del propio Arcas.
Tal y como Arcas mismo dice, hace unos años solamente se sabía de él que había escrito las introvertidas aventuras de los morrocotudos personajes Claus y Simon con lápices del ahora cotizadísimo Daniel Acuña, para Ediciones La Cúpula (tres volúmenes en la Colección Brut: Claus y Simon en Hollywood, Feria de monstruos y Cajón de sastre) y para Albin Michel (un álbum, publicado aquí por Glénat: Claus y Simon: Los reyes de la evasión); y que su primera obra en solitario, Huevos fritos, dado su cariz humorístico, le presentaba ante los lectores como un «guionista que a veces hacía tiras cómicas»… Con Sandra, sin embargo, se reveló no sólo como un autor completo, sino además como un excelente dibujante.
La relación entre Arcas y su entrevistador data de lejos, así que disculpen el asco que da la confianza implícita en las preguntas.
Una cosa que me sorprende de Sandra es lo atractivo de la premisa argumental, incluso desde un punto de vista de su género y comercialidad, sobre todo sabiendo que tú como guionista siempre sueles partir antes de los personajes que de las tramas.
Realmente, si miramos un poco las facetas de guión que a mí me salen de forma más natural, la trama no es precisamente una de ellas. Ni lo que más me interesa. La trama la veo un poco el vehículo para aplicar lo que a mí verdaderamente me motiva y llama la atención.
Los personajes sí son una cosa que me sale de una forma más intuitiva. No creo conscientemente un personaje con sus características ya definidas: parto de una base muy sencilla y el personaje va creciendo solo. Con que le dé el suficiente espacio, el personaje cobra una entidad.
Pero sí es verdad que la premisa o el argumento no suelen ser temas de importancia en mí. Lo que me gusta son las situaciones, lo que expresan en sí y la interacción que se crea entre los personajes.
Y el recorrido de esos personajes.
Sí, pero casi más en relación a lo que cada personaje crece por su cuenta que a lo que yo le obligue a hacer al personaje.
Pero ciñéndonos al género de aventuras, por ejemplo, tu caso es muy particular: más que crear un personaje inamovible que vive una serie de peripecias, tu estilo se basa más en crear situaciones que hagan desarrollarse a ese personaje.
Sí, claro. A mí lo de crear un personaje que sea un bloque que vas a mantener siempre, como podría ser Las aventuras de Astérix, por decirte algo, no es algo que me motive demasiado. Más que nada porque mis motivaciones van cambiando mucho, y yo entiendo que si haces una colección sobre un personaje, no sueles tener margen para que sufra una evolución. Si haces Torpedo, éste es un personaje…
Monolítico, un icono…
Es un icono. Hasta ahora nunca he tratado ese tipo de enfoque. Sí tuve unos personajes que parecían iconos, Claus y Simon, pero estos personajes casi eran más un envoltorio que personajes. Y en ese sentido, sí que me daban libertad para cambiar de registro todo lo que quisiera. Y en el momento en que yo ya empecé a notarme un poco atado, que ya no tenía esa libertad para cambiar el registro, fue cuando empecé a sentirme un poco incómodo con ellos.
En Sandra, mi intención era que el centro de la historia fuera la recreación de unas situaciones, unos sentimientos, unos ambientes, que son los que a mí me motivaban. Y mientras un personaje dé de sí, seguiré con él. En el momento que salga otro que tenga más potencial, quiero pasar a él sin plantearme ningún problema o conflicto.
Con Sandra diste con un personaje fascinante, no sé si por ella misma o por la naturaleza de su entidad, dado que se trata de tres personajes en uno.
Quizá el atractivo que Sandra pueda tener reside en que se trata de un personaje que es un misterio incluso para ella, porque no sabe mucho de sí misma. El hecho de estar dividida en tres, se refiere más que nada al tema de la pérdida de identidad. Nosotros tenemos una sensación de que somos la misma persona que éramos hace un tiempo, pero a muchos efectos no lo somos. Y entonces, en ese aspecto el personaje adquiere más matices: ya no es un personaje monolítico, según las vivencias que tiene puede cambiar. No está muy segura de sí misma, pero demuestra un carácter propio.
Sin embargo, de puertas afuera, Sandra podría haber sido diseñada como un personaje monolítico: es luchadora, tiene un trasfondo épico, responde a una apariencia de chica dura y autosuficiente y ha sido mito popular… Sin embargo, tú como autor no recorres esa senda de convenciones «míticas», te vas por sendas más cotidianas.
Sí. Es que, realmente, los personajes heroicos no van mucho con mi manera de ser. Mis personajes no son normalmente personajes que tienen la rienda de la situación. Se dejan llevar más por lo que pasa y son más espectadores de las circunstancias que gente que defina lo que hay que hacer o que hagan ostentación de una voluntad fuerte.
Que provoque las cosas, como dicen los yanquis.
Sí, no son gente que provoque las cosas. Son gente que sufre las consecuencias y tienen una actitud un poco perpleja. Ocurre tanto con Claus y Simon como aquí con Sandra. No es algo consciente, desde luego… pero bueno, todo el mundo escribe un poco lo que de alguna forma define su actitud ante las cosas. Yo tengo una actitud bastante analítica…
Perpleja (risas).
Estoy perplejo. (Más risas) La curiosidad y la perplejidad son mis actitudes básicas ante el mundo. Entonces es inevitable que, aunque yo haga un héroe, siempre tenga ese punto meditativo…
Y vulnerable también, porque no es dueño del destino…
No tiene el deseo de imponerse. Hay en él más un deseo de conocer las cosas que de modificarlas.
De todas maneras, pese a que tu tratamiento sigue siendo de tono naturalista, sea cual sea el grado de fantasía de lo descrito, sí se reconoce en Sandra un marco inevitable de aventura.
Sí. Hay una aventura más que nada porque se da una peripecia y esa peripecia en ese marco resulta una aventura. Quizá en otro marco más cotidiano, menos exótico, no habría tanta aventura. Si ha surgido la aventura no es porque yo quisiera hacer un cómic de aventuras, sino porque más o menos la situación lo ha llevado ahí.
Pero bueno, también introduces elementos de género popular: el concepto de «lucha loca», los demonios, peligros en la selva…
Sí, pero responden más a una vocación estética, a lo que yo tenía ganas, aunque fuera de forma inconsciente, de recrear, que al hecho de sentir la necesidad de crear un villano contra el que se enfrente Sandra, etc. No, yo lo que quería era crear un marco que me permitiera expresar lo que yo quería.
¿Te refieres gráficamente, también?
Sí, mucho gráficamente.
Y luego hay otro elemento que a partir de este álbum ha ido a más, pero que nace aquí, que es el tema de trabajar con el azar y el inconsciente. La génesis de la idea de Sandra surgió por azar y de forma bastante curiosa. Lo que siempre ha marcado mi forma de entender mi trabajo es intentar huir un poco de lo manido y lo establecido: buscar una salida a lo primero que te viene a la cabeza o ya has visto muchas veces… huir de los tópicos, por así decirlo. Como veo que los tópicos son una cosa en la que estamos tan metidos que acaban siendo una cárcel para todos, pues la forma en la que decidí escapar un poco de ahí fue la de optar por el azar.
En este caso concreto, cogí un crucigrama y busqué las palabras que salían: había «cocodrilo», «islas» y cuatro o cinco más. Y a partir de ahí voy a trabajar con eso, para no trabajar con esta especie de inconsciente colectivo que al final nos acaba llevando a todos los autores por el mismo camino. Y todo surgió de ahí. Luego, obviamente, acaban saliendo las cosas que uno no puede evitar que salgan: los tics que tienes como guionista y como dibujante.
Y, en el caso de los demonios, su presencia responde simplemente a mi gusto por hacer algo creativo visualmente, cada demonio con un aspecto diferente.
¿Cómo se te ocurrió la idea de que Sandra se trifurcara como personaje?
Pues no lo recuerdo, pero creo que estaba pensando sobre el tema de lo que significaba la resurrección y pensé que se había tratado muchas veces, pero siempre desde la elucubración, porque nadie realmente tiene casos claros. Todo son testimonios de gente y el remanente de la literatura y la tradición oral. Pero veía que ese tema se había tratado siempre de forma muy parecida. Así que pensé en hacer algo que no se hubiera hecho tanto. Busqué un enfoque más original. El hecho de que una persona se dividiera en varias me parecía que no se había tratado tantas veces.
De hecho, Sandra es un zombi, pero tu tratamiento recorre todos los tonos excepto el terrorífico.
No, no hay terror. A mí el tema de los zombis me interesa mucho, no el de los zombis de George A. Romero, sino el de los zombis de Haití, que es un poco en lo que está basado esto. Acumulé una serie de cuestiones que iba leyendo y me interesaban, no porque creyera en ellas, sino porque me atraen. Tanto el vudú de Haití como la santería de Cuba han generado el ambiente del álbum.
Tu tratamiento del tema zombi recuerda mucho más a la tradición pre-Romero en novelas populares de la primera mitad del siglo XX, de Cornell Woolrich y otros autores de misterio, con mayor base verista, que a las consabidas pelis de terror.
De hecho, los zombis siguen siendo un tema de actualidad en Haití. El acercamiento de Romero al tema está muy bien, por lo que tiene de creativo e innovador, pero cuando pasan décadas con el mismo enfoque, a mí me termina interesando más el tratamiento primitivo.
No te seduce el zombi como caníbal primigenio.
Me ocurre como con los vampiros. Llegó un momento en que parecía que no poner al vampiro con su capa y en su castillo era una cosa novedosa. Y entonces empezaron a crear vampiros cotidianos que van con una chupa de cuero y que son muy guays. Pero es que hoy en día es el tópico. Con lo cual a mí me interesa más Nosferatu.
De hecho, se sigue cayendo en el tópico. True Blood es una repetición camuflada de los clichés vampíricos de toda la vida, colmillitos incluidos, más los clichés de la metáfora gay de X-Men sableados por la cara.
Desde luego, un enfoque original no iría por los senderos que se recorren en los últimos treinta años. A la gente parece que, en vez del concepto de los zombis o los vampiros, le interesa la imaginería que traen consigo, la estética. Y a mí la estética tanto de un tema como del otro me cansan un poco. Hay un origen ancestral que me interesa más. Pero los refritos de convenciones populares no.
A nivel gráfico, Sandra es una maravilla y un ejemplo de tu capacidad visual que no conocíamos tus lectores. ¿Por qué ese trazo de tinta ya no roto sino tembloroso? ¿Por qué elegiste ese camino estilístico?
El trazo tembloroso surgió de una búsqueda de mucho tiempo en la que, a nivel gráfico, intentaba encontrar la manera más ideal para expresar y definir volúmenes, sombras y muchos acabados que en otros dibujantes admiraba pero que, a la hora de aplicarlos yo, veía que quedaban artificiosos. Entonces empecé a tirar de forma inconsciente hacia un tipo de acabado con unos referentes más sueltos, más espontáneos, y lo asimilé hasta que produjo este estilo.
Los referentes son los clásicos americanos tipo George Herriman, también modernos franceses tipo Joann Sfar, y quizás una tercera vía de influencia sería el underground americano: el primer Robert Crumb o Dave Cooper. De forma inconsciente, fui asimilando esas influencias y conseguí lo que yo buscaba, que era una forma de dar peso y volumen a las figuras de una forma menos artificiosa y técnica que lo que había estado dibujando hasta el momento.
Es difícil definir este dibujo: el trazo no es pulcro, pero las figuras sí.
Eso también está marcado por la historia en sí. Me interesaba darle al resultado visual un aspecto bastante primitivo y tosco.
Parte de la imaginería que he usado está basada en arte africano, en esculturas y pinturas. Me atraía esa fuerza primitiva que retienen y que procede precisamente de su tosquedad.
Como yo ya tenía cierta tendencia hacia un estilo más sofisticado y sensible, a perderme un poco en filigranas, por así decirlo, necesitaba marcar una base, donde el detalle no tuviera más valor que la estructura. Era una forma de delimitar la estructura. Crear una base más tosca me ayudaba a ver claramente el dibujo. También es una forma de integrar los fondos con las figuras, para poder hacer fondos más trabajados sin que queden demasiado fotográficos.
Además, a lo largo del álbum hay una cierta evolución en el acabado. Las primeras páginas tienen más rayitas, son más Herriman, y respecto al final, yo creo que porque estaba mirándome cosas de Alex Toth, me di cuenta de que si quería darle más fuerza tenía que ir más a lo básico y dejarme de aspectos decorativos.
Sin embargo, a mí me encanta todo el rayado de la primera mitad.
Según avanzaba, me di cuenta de que estaba haciendo el mismo trabajo con el rayado y con el color. Estaba repitiendo, ¿no? Le daba un volumen con el rayado que luego con el color acababa volviéndole a dar, porque era lo que me salía de forma natural. Y entonces decidí que quizás no era necesario definir tanto con el rayado, porque el color ya lo iba a completar.
La paleta de color es muy amplia. ¡Hay de todo!
En Sandra hay de todo. La verdad es que a mí no me gustan los álbumes que tienen todas las páginas hechas con los mismos tres colores. Yo creo que el color tiene que aportar algo, no solamente entonar y hacer bonito. Y en esta historia, al estar situada en el Caribe, me interesaba expresar la luz y el tipo de colores que se supone que hay en esas latitudes. Quería hacer una cosa colorista. Y como le doy tanta importancia a la recreación de escenas, en eso el color es muy importante: con el color creo un ambiente con una luz y una gama determinadas que he vivido y que se conservan en mi inconsciente. Lo que me motiva de dibujar es recrear ese ambiente. De ahí la variedad.
Además, es un álbum con muchas localizaciones diferentes. La acción es bastante fluida y continuamente vamos cambiando de escenario. Yo intento darle a cada escenario su ambiente.
Esa variedad también la aplicas a la historia. Cuenta con varios registros que van de lo épico a lo bufo.
Siempre tengo que dar cierto toque humorístico para quedarme yo satisfecho, me sale de forma natural y siento que debo sacarle partido.
¿No tuviste ninguna presión editorial para que introdujeras esa acción y ese erotismo, muy naïfs en cierto modo, que también se hallan presentes en las páginas de Sandra?
Este proyecto estaba inicialmente pensado para la editorial Albin Michel, que fue con quien Daniel Acuña y yo sacamos Claus y Simon en Francia, y que habían aceptado mi proyecto. En teoría, el álbum de Sandra tenía que salir seriado en la revista L’Écho des savanes. Históricamente, esta revista siempre ha contado con el humor y un erotismo ligero como ingredientes. Yo quería de alguna forma mantener algo de contacto con eso. Ellos querían darle un enfoque diferente a la revista en aquel tiempo, pero yo quería mantener un punto de anclaje con esa tradición. Los puntos de erotismo vienen de ahí. También ese primer origen del proyecto marcó el que la obra esté intuitivamente dividida en varios bloques, como capítulos situados en escenarios diferentes. Pero más allá de eso, el contenido del álbum es absolutamente de mi responsabilidad.
Santi, ¿Sandra es obra única o está concebida como serie de varios álbumes?
Mi idea no es realizar un único álbum, pero depende de la voluntad de mis editores franceses. El planteamiento del álbum se basa en la recreación de un ambiente antes que en una historia en concreto. La recreación de ese ambiente viene dada por esas Islas Pato donde transcurre la historia, unas islas imaginarias…
¿Imaginarias? Existen unas Islas Pato, lo vi por Internet (parece que como mínimo hay una Isla Pato frente a la costa de Venezuela…)
Primera noticia que tengo. No sabía que existían. El nombre de Islas Pato lo inventé porque me pareció que el término sonaba gracioso. Y el concepto de «Lucha Loca» también, aunque me basé un poco en la Capoeira.
De hecho inicialmente querías que fuera el título original de la serie. La verdad es que sonaba bien…
Sí. Más que nada porque quería que fuera un poco más el centro de la historia: como te decía, que la atención fuera más hacia el ambiente y las situaciones que se crean dentro de esas islas, y no limitarnos a la trama de la protagonista. Pero los editores franceses vieron más comercial titular la obra con el nombre de ella que con el de Islas Pato.
Pero estableces más o menos que Sandra puede ser una heroína de cara a futuras peripecias.
Sí, lo que pasa es que mi idea para la continuación era no centrarme tanto en la epopeya de ella, sino un poco lo que le pasa un tiempo después a cada uno de los personajes, ver el camino que toma cada uno. Vuelven a relacionarse, pero abriendo diferentes líneas. El siguiente álbum se centraría, más que en la identidad de Sandra, en su desarrollo. Igual que en este primer álbum nos centramos más en la Sandra adulta, en la siguiente obra habría más protagonismo de la Sandra niña y la Sandra muerta.
¿Crees que Sandra es la obra que por vez primera te presenta como autor completo con total éxito de intenciones?
Sí. Es la obra más completa. De los diferentes aspectos que a mí me motivan para trabajar, Sandra los tiene todos. Tiene color, dibujo mío, mi guión está concebido con total libertad… Naturalmente, yo sigo evolucionando y ahora mismo tengo otros intereses nuevos que entonces no introduje, pero en ese momento pude expresar todo lo que necesitaba, en todos los planos. Sandra es una obra absolutamente personal. Y la primera que puede dar a la gente una idea certera de lo que yo hago. Sandra es la obra que mejor me retrata.
Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.