A pesar de que el nombre de su banda, White Zombie, estuviese sacado de una vieja película de Bela Lugosi (en España, La legión de los hombres sin alma), e incluso de que las letras de sus canciones fueran un cúmulo de referencias al cine y los cómics de terror, lo cierto es que ninguno de los jovenzuelos que agitábamos nuestras ya extintas melenas al ritmo de los temas de la banda nos habríamos imaginado que su líder Rob Zombie se convertiría en un interesantísimo cineasta.
Estábamos a principios de los 90, y “lo friki” todavía no significaba nada. Podía hacerse una canción cañera basándose en Blade Runner (More human tan human) sin que un enjambre de “enteraos” gritara que había pillado la referencia.
Tras varios discos con títulos estimulantes como Make Them Die Slowly, La Sexorcisto: Devil Music, Vol. 1, Astro-Creep: 2000 y Supersexy Swingin’ Sounds, Rob Zombie (Robert Bartleh Cummings) inició su carrera en solitario, haciendo más o menos lo mismo, pero dando la campanada con un disco memorable (tanto por sus canciones como por el impresionante arte que incluía la caja), Hellbilly Deluxe (1998), donde se encontraban algunos de sus temas más populares como «Living Dead Girl», «Dragula» o «Superbeast».
Sus constantes referencias al terror clásico y de serie B, su combinación de rock duro y sonidos siniestros con algo de electrónica y lo teatral de sus actuaciones le hermanaron en su momento con Marilyn Manson, si bien Rob Zombie nunca ha llegado a ser tan sofisticado y estruendoso en su provocación como el Reverendo Satánico, y de hecho, está más emparentado con el simpar Alice Cooper.
Rob Zombie sigue sacando discos y haciendo estupendas giras, pero su activismo terrorífico va más allá de la música, y le hemos visto detrás de los guiones de varios comics como Rob Zombie’s Comic Spook International, El Clavo o Bigfoot (junto a Steve Niles y Richard Corben).
Y también están las películas.
Rob Zombie es un director amado por unos pocos y odiado por muchos. He de declarar que quien esto escribe se encuentra entre la minoría, y considera a Rob Zombie uno de los cineastas más libres e interesantes del panorama actual de terror.
Con su primera película, La Casa de los Mil Cadáveres, todos esperábamos encontrarnos con algo similar a uno de sus videoclips en formato de largometraje. Y, realmente, tenía mucho de eso (cúmulo vertiginoso de referencias al viejo cine de terror, a las películas cafres de los 70 como La Matanza de Texas, a La Familia Munster, a la “familia Manson”, a Rocky Horror Picture Show, a las atracciones de feria…), pero también demostraba en más de un momento poseer facultades como realizador muy superiores a lo esperable.
La secuela de aquel delirio Los renegados del Diablo, demostró que, en efecto, Rob Zombie sabía dirigir y que disponía de muchos recursos, sorprendiendo a todos con una segunda parte que cambiaba totalmente de tono y aspecto.
Lo que era un colorido tren de la bruja se convertía ahora en un violento y nihilista thriller de los 70, mucho más cercano a Sam Peckinpah que a Lon Chaney, con un tono más bien serio –aunque no del todo– y muchos momentos de tensión.
Luego vinieron los remakes de Halloween y Halloween II, con los que se ganó mil odios y algún que otro halago. Estas dos películas tenían el problema de ser remakes (en especial la primera) de películas muy respetadas, y no funcionaban especialmente MIENTRAS eran remakes.
Explicación: el Halloween de Rob Zombie narraba la niñez del asesino Michael Myers, haciéndole más humano. Eso es una auténtica patada en la entrepierna a la naturaleza inhumana del Myers original, PERO resulta que es la parte más interesante del remake, en la que vemos grandes interpretaciones (incluyendo la de la esposa-musa de Rob Zombie, Sheri Moon) y un interesante retrato de la psicopatía infantil, no muy alejado de El niño que gritó puta.
Por desgracia, cuando la película se dedicaba a volver a repetir lo visto en la magistral obra de John Carpenter, aburría y perdía por goleada en la comparación.
Halloween II se ventilaba “la parte remake” en los primeros 10 minutos de película, y luego se transformaba en un notable ejercicio de terror psicológico –con sus momentos sangrientos, claro- acerca de una muchacha aterrorizada ante la idea de volverse loca a causa de la herencia genética. Esta película incluía algunos momentos de visiones surrealistas al estilo Ken Russell o Jodorowski, tan arriesgados que enfurecieron a los meros buscadores de gore.
En todo caso, como ejemplo de riesgo y atrevimiento, ahí tenemos la inclasificable y sorprendente The Lords of Salem, una de las películas más alejadas del mainstream que se han realizado dentro de este género en mucho tiempo.
Al igual que otros directores criados en los años 70, como Quentin Tarantino, Alex de la Iglesia o Robert Rodríguez, Rob Zombie es fabricante de un cine violento, multirreferencial y con cierto toque de sarcasmo grotesco, y, también como ellos, su obra demuestra una fuerte personalidad.
¿Con qué nos sorprenderá este artista multidisciplinar en el futuro próximo?
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