Recordando a Chumy Chúmez

Desgraciadamente, conozco poco la obra de Chumy Chúmez (1927-2003). Sin embargo, algunos de sus chistes me parecen de lo más tremebundo y tragicómico que yo haya leído en cuestiones de humor gráfico.

Su existencialismo cañí, común a casi toda la generación de La Codorniz, genera carcajadas que parecen a un tiempo alaridos de rabia.

El día 11 de marzo se inauguró en Madrid, en la Fundación del Diario Madrid (Calle Larra, 14: me imagino que de Madrid, aunque ninguna información lo especifica; sería divertido que se organizara en Oslo), la exposición Españoleando, Chumy Chúmez en el Diario Madrid (1)

La muestra reunió una selección de 250 viñetas publicadas en el defenestrado diario desde 1967 a 1971, demostrando el genio de este artista vasco para sortear los mecanismos de la censura franquista.

(1) N. del E. La exposición se exhibió durante los meses de marzo y abril de 2008. Comisariada por Juan Oñate, reunía el trabajo que el dibujante donostiarra realizó para el diario Madrid (1967-1971). En el catálogo, editado por la Asociación de Periodistas Europeos, se incluía este perfil del viñetista: «Chumy Chúmez, nació en San Sebastián en 1927. Además de estudiar dibujo y pintura se formó como profesor mercantil. Trabajó en los semanarios La Codorniz y Triunfo y en el diario Madrid, donde colaboró de manera habitual hasta que fue cerrado por orden gubernativa en 1971. En los años de transición fundó el semanario de humor Hermano Lobo. Rodó documentales, redactó guiones cinematográficos y dirigió películas, entre otras Dios bendiga cada rincón de esta casa y ¿Pero no vas a cambiar nunca Margarita?, producidas por Manuel Summers. Trabajó como tertuliano en radio y televisión y escribió, entre otras obras, Yo fui feliz en la guerra, Por fin un hombre honrado o Pase usted sin llamar. En 1991 recibió el Premio de Periodismo Francisco Cerecedo. Murió en 2003″.

«Puede que el humor de las viñetas de Chumy Chúmez no se constituyera en género ‒escribe Miguel Ángel Aguilar en el catálogo‒ pero desde luego no se apartó sino que se mofó de las cosas serias, ni dejó de perturbar su petulante tiranía. Nunca firmó pacto alguno de complicidad».

«Chumy Chúmez ‒en palabras de Felipe Hernández Cava‒ era, de entre todos los escépticos que he conocido, el que más sólidamente argumentada tenía su desconfianza hacia las verdades irrefutables y el modo en que las mismas nos aherrojan. Por dudar, dudaba hasta del mismísimo nihilismo, en su afán de ser lúcido y exigente consigo mismo hasta el límite, como aquel Novalis capaz de señalar lo que tildamos de verdadero como un error total que no genera más que sumisión y fácil acomodo. En consecuencia, se negó siempre a acatar cualquier valor que viniese avalado por una supuesta primacía, ya fuera en el orden artístico o en el del pensamiento, que él interpretaba como una coacción para su sentido provocativo y siempre polémico de la auténtica libertad. (…) Lector empedernido de Freud, al que se acercó para comprender algo mejor el complejo de Edipo del que jamás dejó de hacer gala y otros traumas infantiles sin resolver, y al que consideraba uno de los mejores escritores del siglo XX, reprochaba al intelectual moravo el haberse detenido en el umbral de algunas de sus percepciones de la coercitiva moral burguesa por miedo a recibir una mayor sanción social que la que ya tuvo. Chumy, en cambio, apostó por desentenderse de cualquier atadura, de cualquier juicio externo y, del mismo modo que en esa brillante etapa del diario Madrid, se fue desasiendo del magisterio de Steinberg, que pesaba sobre todos los renovadores gráficos de su generación, soltó amarras, pese a la existencia de la censura, con la bonhomía del chiste español para practicar un humor acorde con su salvaje júbilo de total autonomía».

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.