«Una mujer sola contra toda una estirpe de hombres, antagonistas porque sabían lo mucho que ella valía. ‘Fuera de nuestras filas; no merodees en nuestros dominios’. Por eso la odiaban: había demostrado ser su igual. No odiaban a la amante Carey allí en Fulham, ni si permanecías de puntillas en los consejos teatrales: el arte era una cuestión aceptada, las artistas no se entrometían. Pero cuando una mujer robaba la iniciativa, se llevaba los beneficios y tomaba el liderazgo, ¿qué le pasaba al mundo? La estructura entera se tambaleaba.
De camino a Londres en la silla de posta, Charley le dijo:
-¿En qué piensas? Estás muy seria.
-De hecho me encontraba muy lejos de aquí -rio ella-. No pensaba en nada relacionado contigo o conmigo o con el presente. Me acordaba de nuestra madre lavando los platos, inclinada sobre el fregadero -acuérdate de lo oscuro que estaba allí dentro, sin ventana ni nada- y los críos pasando a gatas a sus pies, colgándose de sus tobillos, hasta que no podía moverse. Papá llegaba y se ponía a vociferar, reclamando su cena… Recuerdo que fui y le golpeé. Nunca lo olvidaré» (Pasaje de Mary Anne, 1954, traducción mía).
En serio, ¿no va siendo hora de redescubrir y reivindicar a Daphne du Maurier? Y no solamente por ser una pionera… La creadora de la novela gótica moderna ha sido sistemáticamente ninguneada y despreciada por el establishment literario. Sin duda, para mí, se trata junto a D.H. Lawrence de la personalidad más apasionante de las letras anglosajonas del siglo XX.
Una vez más, gracias a la biblioteca municipal de Barberà del Vallés por proveerme de dos libros de mi autora favorita: serán mi undécima y duodécima novelas de Daphne du Maurier (ni una me ha defraudado), y el comienzo mollflanderiano de Mary Anne (1954) ya promete…
Elegantemente bárbara, deliciosamente perversa e insólitamente osada en los terrenos de la sexualidad pese a tratarse de una autora mainstream que obtuvo su mayor éxito de los años 30 a 50 ‒así como el mayor desprecio de la crítica literaria‒, resulta paradójico que hoy sean los sellos independientes quienes más se interesan por reeditar su obra en España. Claro, casi siempre sus protagonistas son antiheroínas rebeldes que funcionan a contracorriente de las normas sociales.
Estupendas, por cierto, estas ediciones originales del sello británico para autoras Virago Modern Classics.
Alba Editorial ha iniciado una colección en castellano dedicada a esta pionera de la novela gótica adulta y de momento lleva lanzados tres títulos.
Mi prima Rachel (1951) es un retorno al gótico onírico de su celebérrima (y maravillosa) Rebeca. De El río del Francés (1941) no puedo opinar porque estoy por leerla en breve. Recomiendo especialmente La posada Jamaica (1936), una relectura de La isla del tesoro que plantea qué pasaría si Jim Hawkins tuviera que luchar contra su propia atracción sexual hacia Long John Silver…
Hitchcock no lo pilló, claro.
Si preferís cuentos inquietantes y subversivos, no os perdáis El muñeco, editada por Fábulas de Albión (está en Amazon o cualquier librería virtual).
¡Hala, venga, corred a leer a Daphne antes de que se ponga de moda entre todos los hipsters y nos la arrebaten!
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