Como saben, el debate acerca de las conclusiones de los psicólogos no se resuelve en la academia, sino en la vida real. La sociedad es la que consagra a los terapeutas y analistas que afinan nuestro punto de vista con sus conclusiones, y la que paulatinamente abandona a quienes propusieron ideas trasnochadas. De ahí que esta obra de divulgación sea una prueba más de esa naturaleza eminentemente práctica de la pesquisa psicológica.
Que la psicología contemporánea haya sido incapaz de llegar a un acuerdo sobre sus principios científicos nos enseña, por otro lado, que el discurso de determinados psicólogos, a veces, queda más cerca de la filosofía que de las neurociencias o la psiquiatría.
En este sentido, la obra de Sarah Tomley acierta al situar los estudios psicológicos en el campo que les corresponde: no en el de la enfermedad propiamente dicha ‒dominio de psiquiatras y neurólogos‒, sino en el de la mejora de nuestro bienestar. ¿Y qué otro modo mejor de acrecentarlo que recurriendo a las conclusiones de los mejores investigadores de la conciencia humana?
Por razones de popularidad, el libro sitúa a Freud en primer término, otorgándole su estatus pertinente, pero lo cierto que la jurisdicción que plantea Tomley se amplía gracias a un sinnúmero de pensadores que han inspeccionado el comportamiento humano.
El itinerario que recorre la obra está jalonado por preguntas sencillas, pero con un trasfondo razonable, lo cual es una buena noticia para los amantes de la divulgación popular. Como es lógico, Tomley evita profundizar demasiado en las actuales controversias que rodean al fundador del psicoanálisis, y toma una decisión acertada al proponer al lector múltiples fuentes, clásicas y modernas, que al final logran el mismo objetivo: separar el grano de la paja, relegando a un plano secundario todo aquello que ha sido desacreditado por estudios posteriores.
En este sentido, es evidente que la autora aprecia el impacto pionero de Freud, pero sabe que Aaron Beck, Albert Ellis, B.F Skinner, John B. Watson o William James son compañeros intelectuales más recomendables. Por otro lado, para que los lectores conozcan la historia de la psicología, en determinados momentos aparecen figuras tan relevantes como Carl Gustav Jung, Karen Horney, Martin Seligman y Dorothy Rowe, entre otros muchos.
Conviene insistir en que este, pese a su apariencia, no es precisamente un libro de autoayuda. A diferencia de ese tipo de obras, que proponen soluciones unidireccionales (cuando no mágicas), el libro que ahora tengo en mis manos plantea distintos modelos de interpretación para cada interrogante, de forma que sea el lector quien llegue a una conclusión satisfactoria.
La otra clave de esta obra es la amenidad, expresada en el modo en que la autora titula sus capítulos: «Sé que no debería, pero ¿puedes pasarme esa última porción de pastel?», «¿Por qué me gusta jugar al fútbol?», «¿Por qué sigo viendo series tan chorras noche tras noche?», «¿Cómo consigo que mi hija adolescente no se tatúe?»…
Dejo para el final una mención a los ilustradores, Gareth Southwell y Grace Helmer, que realizan un trabajo impecable.
Sinopsis
Descubre cómo los grandes psicoterapeutas podrían ayudarnos a resolver los problemas cotidianos.Esos dilemas que a veces nos llegan a quitar el sueño también han estado en las mentes más preclaras: Me gusta ir a mi aire. ¿Es eso raro?; ¿Por qué mi jefe siempre es tan mezquino?; ¿Por qué sigo diciendo tonterías?; ¿Por qué actúo como un imbécil delante de mis suegros?; ¿Por qué siempre me pasa a mí?… Mitad introducción a la psicología, mitad guía para ir por la vida, este libro ofrece información clara y penetrante sobre por qué somos como somos y por qué hacemos lo que hacemos, de la mano de prestigiosos psicólogos y psicoanalistas
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