Quatermass II, producido dos años más tarde del primer serial de la saga Quatermass ‒The Quatermass Experiment (1953)‒, fue encargado por la BBC a raíz del éxito de aquél en un valiente intento de recuperar parte de la audiencia que le había sustraído la cadena independiente ITV, fundada en 1955. Aunque Reginald Tate había sido seleccionado otra vez para interpretar a Quatermass, falleció poco antes de la emisión, por lo que hubo de buscarse un sustituto en la persona de John Robinson.
En esta ocasion, Kneale contó con más medios: una banda sonora editada en disco, un presupuesto más generoso de 7.500 libras y la participación del nuevo Departamento de Efectos Visuales de la BBC dirigido por Bernard Wilkie y John Kine. Así, Kneale y Rudolph Cartier –éste de nuevo como realizador– pudieron dar vida a una historia muy diferente de la anterior, aunque utilizando de nuevo la idea de la amenaza alienígena. En realidad, no se trata exactamente de una secuela de The Quatermass Experiment, puesto que de ésta sólo se mantuvo el personaje protagonista, sin existir una sensación real de continuidad.
En los dos años transcurridos desde la emisión del primer serial, la exploración espacial se había convertido en algo más que un simple sueño. Aún quedaban por delante numerosos fracasos y frustraciones, pero a mediados de los cincuenta parecía claro que el espacio iba a ser la siguiente frontera a conquistar y numerosos científicos e ingenieros se hallaban ya trabajando con tal propósito. En ello encontró inspiración Kneale para esta segunda aventura de su ya famoso personaje: el doctor ha diseñado el ambicioso cohete Quatermass II con la intención de que sirva como primer paso para el establecimiento de una base en la Luna.
Sin embargo, en el curso de unas pruebas en Australia, el cohete explota matando a cientos de personas y poniendo un brusco y trágico punto y final a los sueños de Quatermass. Avergonzado, el doctor encuentra algo en lo que ocupar su mente: un militar le pide consejo acerca de unos meteoritos que han estado cayendo estado cayendo a la Tierra. Éstos resultan contener en su interior criaturas que se apoderan de los cuerpos y voluntades de seres humanos. Esto lleva a la paranoia, máxime cuando Quatermass descubre que aquellos a los que él está intentando avisar y que ocupan importantes cargos gubernamentales, ya están bajo control de los extraterrestres.
Es este un argumento que anticipa claramente el del film La invasión de los ladrones de cuerpos (1956). Sin embargo, lo que a Kneale le dolió fue el plagio que sus propios compatriotas hicieron para otra serie británica. «Creo que cierto número de cosas que aparecieron en Doctor Who fueron tomadas de mis historias», diría Kneale más tarde. «Encendí un día la televisión ¡y me quedé horrorizado al ver prácticamente un episodio entero de los que yo escribí plagiado en el Doctor Who!». Probablemente se estaba refiriendo a los primeros episodios del arco argumental titulado Punta de lanza desde el espacio (Spearhead from Space, 3 al 24 de enero de 1970) perteneciente a la etapa setentera del Doctor, en el que seres alienígenas en el interior de meteoritos tratan de conquistar el mundo según un plan muy parecido al ya mostrado en Quatermass II.
No sería la última vez. Ideas presentadas por primera vez en la televisión por Kneale serían copiadas, intencionadamente o no, una y otra vez, por otros programas de ciencia-ficción. Muchos episodios de Expediente X, por ejemplo, versan sobre temas similares, utilizando aproximaciones visuales equivalentes (se dijo incluso que el propio Kneale recibió la oferta de escribir para esa serie, aunque la rechazó).
Quatermass fue la primera serie de televisión de ciencia-ficción que introdujo una reflexión sobre el poder del propio medio en un momento en el que éste era aún una novedad, reflejando la facilidad con la que la sociedad permite que la pequeña pantalla pueda transmitir imágenes inquietantes. En El experimento… ya había introducido una escena en la que una unidad de televisión grababa el clímax accidentalmente. No sería la última vez que Kneale retomaría su preocupación por el poder de la pequeña pantalla.
En 1954, la BBC tuvo el acierto de elegirlo para adaptar la novela 1984, de George Orwell, una historia en la que el control social a través de las telepantallas juega un papel fundamental. En Quatermass and the Pit, el cable instalado por unos periodistas ávidos de noticias despierta una inteligencia espacial aletargada en una nave enterrada que transmite impulsos genocidas. Kneale nunca aprobó lo que se hizo con su último guión de ciencia-ficción para la película Halloween III: Season of the Witch (1982), pero sus reparos hacia la explotación capitalista del medio televisivo queda reflejada en el momento en el que una compañía «activa» a sus asesinos enmascarados a través de la televisión.
La preocupación de Kneale acerca del potencial subversivo de la televisión le llevó a escribir un tipo de ciencia-ficción políticamente incisiva. Quatermass II, sobre una fábrica secreta de comida sintética –en realidad una base para el «organismo colonizador extraterrestre»– suscita el temor a la invasión cultural: un antiguo pueblo es sustituido por una nueva ciudad, y su comunidad se ve amenazada por las técnicas subversivas de lavado de cerebro organizadas por el gobierno.
También las ansiedades propias de los tiempos de guerra planeaban sobre sus ficciones. La utilización por parte de los alienígenas de pósters reminiscentes de los usados en la propaganda bélica inglesa resultaría familiar aún a mucha gente que vivió aquellos años y les mostraría, ya en tiempo de paz, la inmoralidad y parcialidad de este tipo de prácticas. El hecho de que el argumento guarde más de una similitud con la novela de James Bond Moonraker (Ian Fleming, 1955), en la que una base de cohetes financiada por el gobierno resulta estar dirigida por nazis, apunta a que se trataba de un tema todavía pertinente a mediados de los cincuenta.
La utilización que Kneale hace de lo alienígena como un reflejo de la propaganda británica, el colonialismo y la modernidad, se hace evidente cuando Quatermass averigua que las instalaciones extraterrestres se asemejan a la base lunar que él mismo había planificado, mientras que la explosión de su defectuosa astronave lo convierte más en un antihéroe que en un ídolo de la era nuclear.
Quatermass II se estructuró en la forma de seis episodios de treinta minutes de duración emitidos los sábados por la noche. Si aplicamos estándares actuales, la calidad narrativa no ha aguantado bien el paso del tiempo: los diálogos, como la banda sonora, es artificiosamente dramática y los actores, a menudo se equivocaban o se pisaban unos a otros, todo ello consecuencia de su emisión en directo. Hay soliloquios grandilocuentes y pausas dramáticas, cargas heredadas probablemente de los seriales radiofónicos. Los efectos siguen siendo de calidad mediocre, aunque el realizador se mostró más atrevido, insertando metraje previamente grabado entre las tomas en directo y haciendo uso de más escenarios tanto en estudio como en exteriores. No debió de resultar nada fácil coordinar este tipo de programas para su emisión en directo.
En esta ocasión, la audiencia se mostró algo dividida: a algunos les encantó su emocionante trama y sus efectos especiales, mientras que otros lo criticaron precisamente por considerar su argumento torpe y propio de un cómic barato de terror. Sea como fuere, su popularidad fue suficiente como para que en 1957, la Hammer decidiera hacer una adaptación de la misma, de la cual hablaremos más adelante.
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The Quatermass Experiment (TV, 1953), de Nigel Kneale y Rudolph Cartier
Quatermass II (TV, 1955), de Nigel Kneale y Rudolph Cartier
El experimento del Dr. Quatermass (The Quatermass Xperiment, 1955), de Val Guest
Quatermass 2 (1957), de Val Guest
Quatermass and the Pit (1958), de Nigel Kneale y Rudolph Cartier
¿Qué sucedió entonces? (Quatermass and the Pit, 1967), de Roy Ward Baker
Quatermass (The Quatermass Conclusion, 1979), de Piers Haggard
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.