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Pinacoteca canora (XXIX): Elsa Dreisig

Esta soprano francesa de origen danés cumple en 2022 treinta y una primaveras. A tan corta edad (para una carrera operística) ya se ha destacado como soprano lírico-ligera de considerable madurez, cual Micaela o Elvira así como algunos personajes del Barroco francés. Sin embargo, este verano en el Festival de Aix-en-Provence sorprendió enfrentándose a la Salome de Richard Strauss. Bajo la dirección musical de Ingo Metmacher y la escénica de Andrea Breth, la cantante fue unánimemente reconocida como una Salome de superior nivel vocal, interpretativo incluso por su sugestiva presencia física.

En disco, jovencísima, se había presentado por un Depuis le jour de la Louise de Charpenier en una de las galas benéficas que puntualmente se celebran en Berlín para recaudar fondos destinados a la investigación del SIDA.

Probablemente llamó entonces la atención del sello francés Erato que poco después le proponía un recital en compañía de Michael Schonwandt (titulado Miroirs, Espejos) donde, al lado populares arias italianas y francesas, justamente, añadía el soliloquio final de aquella Salome en la versión francesa de la obra.

Durante su etapa en la Staatsoper de Berlín, bajo la la confianza de Daniel Barenboim y donde permaneció varios años ganando experiencia y repertorio, su siguiente disco también para Erato está dedicado a Mozart, un compositor que en esa etapa alemana privilegió de manera especial.

Se pensaba que Cecilia Bartoli había realizado una hazaña mozartiana de considerable valía al cantar (y grabar) los tres personajes femeninos de Così fan tutte: Fiordiligi, Dorabella, Despina. Este alarde se quedó algo atrás al observar el repertorio de la Dreisig en el presente registro susceptible de formar parte de la pinacoteca canora.

El programa se centra en las tres obras con texto de Lorenzo da Ponte a las que se añaden fragmentos jugosos de tres óperas serias del primerizo Idomeneo al postrero Tito. Previamente, en 2020 había formado parte del equipo que con, Marc Minkowski y sus Musiciens du Louvre, plasmara en disco Mitridate, posible razón de su ausencia en ese programa que, por su duración (no llega a una hora) cabría sumar algún fragmento.

En esa lectura, ella se encargó de Sifare junto al espectacular protagonismo de Michael Spyres y dos jóvenes magníficas colegas de su misma nacionalidad: Sabine Devielhe y Julie Fuchs. Una muestra de que hoy existe una amplia falange de cantantes francesas en primera posición.

Pasemos al CD a comentar. Del Così fan tutte Dreisig elije tres arias cada una muy representativa del respectivo personaje: Come scoglio de Fiordiligi es una declaración de principios acerca de la fidelidad femenina, firme como una roca.

La de Dorabella, Smanie implacabili suena bastante a la explosión repentina de una muchacha que no se cree mucho lo que está asegurando como si actuara “cara a la galería”. De hecho, Dorabella caerá la primera y fácilmente en la trampa urdida por don Alfonso.

La de Despina, Un uomini, in soldati, refleja perfectamente el cínico carácter de la criada y su desvergonzada opinión sobre el amor y los hombres.

Dreisig sale adelante en lo vocal y en lo expresivo en los tres retos, con timbre hermoso y de impoluta regularidad de registros. La página vocalmente más complicada es la de Fiordiligi ya que para dar carácter al personaje Mozart le propone un aria cercana a las propias de la pomposa opera seria, con sus dificultades en notas graves y agudas y sus repentinos saltos de octava y agilidades. Superadas las trampas, con pasmosa comodidad, por la Dreisig.

Dorabella, pese a ser a menudo encargada a una mezzosoprano, no le ocasiona ningún apuro de tesitura.

Con la de Despina, Dreisig parece afirmarnos que fue escrita expresamente para un tipo de voz en el que ella se desenvuelve con c0mpleta naturalidad.

De Las bodas de Fígaro la cantante programa, asimismo, otros tres momentos acordes con las respectivas características: la Condesa, Susanna y Cherubino. De nuevo, la cantante realiza un Mozart canónico en cuestiones de canto y diferenciación. La serena melancolía de Dove sono, la sencilla e insinuante, tan femenina Deh vieni non tardar y la ligereza juvenil de Voi che sapete se adecuan cómodamente a la personalidad de la noble Rosina, la encantadora Susanna y el seductor Cherubino.

Como en los casos anteriores e igual a los que tres que vienen a continuación, Dreisig puede decirse que es una cantante mozartiana de índole “clásica” y de versatilidad casi impropia de su juventud profesional.

Mozart en las entidades femeninas de Don Giovanni, genial como resulta innecesario reafirmar, pinta a las tres, canoramente, según su personalidad y su categoría social. De nuevo nuestra cantante logra diferenciarlas: la nobleza de Donna Anna en Non mi dir de canto silábico hasta su remate complicadamente virtuosístico; la inquieta y algo histérica, siempre lamentosa y reivindicativa Donna Elvira en Mi tradi quell’alma ingrata; y la astuta de fingida candidez de la aldeana Zerlina que tan bien maneja al pobre Masetto en Vedrai carino. El tipo de melodías y sus mayores o menores dificultadas de canto definen perfectamente a cada entidad.

Tras este tributo a esa inconmensurable trilogía MozartDa Ponte, completa la soprano su recital, como ya fue adelantado, con tres ejemplos pertenecientes al género Opera Seria con el que definitivamente se puso punto final al mundo barroco.

De Idomeneo, Dreisig deja de lado a dulce Ilia para meterse de lleno en la orgullosa y airada Elettra. Elige su cavatina de presentación donde Mozart nos la da a conocer con pluma rápida y certera: Tutto nel cor mi sento. Su carácter impulsivo, su amargura por el amor no correspondido por Idamante, se concreta en la agitación y en los saltos de octava en la línea canora, que apoya el ritmo nervioso del acompañamiento orquestal. De nuevo, no existen problemas para la intérprete, pese a las evidentes dificultades. Lástima (y esta es la opinión de quien escribe) que no añadiera la participación final de Elettra, su locura en D’Oreste, D’Aiace. Que recuerda un tanto a Odio, furor, dispetto de Armida abbandonata de Niccolo Jommelli (estrenada décadas anteriores) que Mozart pudo haber escuchado y asimilado para para luego llevarla a su terreno. (La ha grabado Annette Dasch en 2007 para quien quiera comporobarlo).

Tras esta exhibición turbulencias musicales, la tranquilidad de Cecilio en el Pupille amate de Lucio Silla, partitura escrita con 16 años y para un personaje destinado al castrado Venanzio Rauzzini. Por ello suele distribuirse a una mezzosoprano, tal como han ejemplificado (la lista es amplia) Ann Murray, Cecilia Bartoli, Raquel Pierotti, Monica Bacelli, Silvia Tro Santafé o Marianne Crebassa. Ello no obsta para la bellísima lectura de la Dreisig en un aria, aunque ideada para un personaje viril, se adelanta a su época anunciando posteriores arias en favor de Ilia, Servilia y Pamina.

Se cierra el recital con un número fuerte. El aria con su amargo recitativo de Vitellia en La clemenza di Tito. Vitellia es una mujer ambiciosa e intrigante que manipula descaradamente a Sesto para que traicione al emperador Tito, su amigo. Mozart ya desde su primera intervención, un dúo con Sesto, la describe maliciosa y cizañera (Come ti piace imponi) con una sinuosa línea de canto que contrasta con la que tiene a su cargo el noble y enamorado interlocutor. Luego Vitellia tiene una parte solista donde se amplia su caracterización y, tras otras intervenciones como la de un magnífico terceto, se redondea su personalidad con un soberbio rondó, una de las páginas más complicadas escritas por Mozart para una cantante femenina. Vitellia aquí se nos muestra decepcionada o arrepentida de sus fechorías y Mozart le pone como acompañamiento un obligato de corno di bassetto. Instrumento que por su colorido da “oscuridad” a los negros pensamientos que embargan a la muchacha, aunque nunca en contra de la voz que es la que domina el discurso. La tesitura del personaje en terrible, por sus notas graves (ha de descender al sol por debajo del do grave) y, repentinamente, ascender a las agudas (un re). Resultando por ello complicado para una mezzo tanto como para una soprano.

El último alarde de Dreisig es que sale airosa de semejante desafío. Con agudos cristalinos y notas graves donde no fuerza ni “carga” el sonido.

Louis Langrée y la Kammerorchester Basel “cantan” con la solista en perfecta concordia instrumentos-voz, que es esencial que así funcione en el mundo mozartiano.

Pese a aquella sorprendente Salome provenzal, Dreisig no abandona su repertorio de inicios. Para 2023 tiene previsto, en medio de numerosos recitales, cantar Donna Elvira, Juliette y Micaela.

A Elsa Dreisig se la puede escuchar en otras grabaciones, como Cristo en el Monte de los Olivos de Beethover con Sir Simon Rattle, un recital de cámara con Jonathan Wade (su pianista habitual) en un variado programa con canciones de Strauss, Rachmaninov y Duparc, Le dépit de la Bergpere de Berlioz, la grabación completa de Don César de Bazan de Massenet (parte de Mariyana, espléndida). Y en imágenes disfrutar de su Fiordiligi en Salzburgo 2020, además de en Diane de Hyppolite et Aricie de Rameau de su etapa berlinesa.

Elsa Dreisig nació en París en cuyo Conservatorio estudió. Su madre fue también cantante: Inge Dreisig. Antes de integrarse en la Ópera de Berlín cantó en algunos coros operísticos como el de la Opera de Lyon.

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Copyright del artículo © Fernando Fraga. Reservados todos los derechos.

Fernando Fraga

Es uno de los estudiosos de la ópera más destacados de nuestro país. Desde 1980 se dedica al mundo de la música como crítico y conferenciante.
Tres años después comenzó a colaborar en Radio Clásica de Radio Nacional de España. Sus críticas y artículos aparecen habitualmente en la revista "Scherzo".
Asimismo, es colaborador de otras publicaciones culturales, como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Crítica de Arte", "Ópera Actual", "Ritmo" y "Revista de Occidente". Junto a Blas Matamoro, ha escrito los libros "Vivir la ópera" (1994), "La ópera" (1995), "Morir para la ópera" (1996) y "Plácido Domingo: historia de una voz" (1996). Es autor de las monografías "Rossini" (1998), "Verdi" (2000), "Simplemente divas" (2014) y "Maria Callas. El adiós a la diva" (2017). En colaboración con Enrique Pérez Adrián escribió "Los mejores discos de ópera" (2001) y "Verdi y Wagner. Sus mejores grabaciones en DVD y CD" (2013).

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