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«No es país para viejos» (2005), de Cormac McCarthy

Hacía años que no leía una novela tan facha como este No country for old men de Cormac McCarthy.

Creo que para encontrar algo remotamente similar debo remontarme muchos años atrás, al ruborizante (y trepidante) Starship Troopers de Robert A. Heinlein o a los cantos a la idealización del cuerpo masculino más desatados de la rusa Ayn Rand.

El sherif protagonista de No country for old men cree que el fin de la civilización viene anunciado porque hay jóvenes con el pelo pintado de verde y perforaciones en la nariz. Cree que el derecho al aborto traerá también consigo el permiso para matar a los viejos que estorben. Sólo le falta tener un gato llamado Nigger-Man, como el de Lovecraft… pero no sabemos si además es racista porque no aparece ningún negro en la novela. ¡Y eso que se sitúa en Texas!

Desde un punto de vista ortodoxamente progre, si el autor fuese español, el establishment cultural de mi país lo hubiera corrido a boinazos sin derecho a réplica. A su lado, Juan Manuel de Prada es el Che de las Letras; y la novela, el equivalente gringo de los sueños húmedos de Jaime Campmany. Pero como se trata de un estadounidense y además de tronío, seguro que tunearán su criterio y le condonarán lo ofensivo para poder seguir mostrando sumisión al Bwana yanqui, que siempre viste ensalzarlo, diagnosticando su facherío como «tradicionalismo costumbrista» o alguna zarandaja similar: como hacen con John Ford, Clint Eastwood o cualquier buen artista ideológicamente incómodo que en el fondo les pone palote.

Estoy acostumbrado a que muchos autores sureños hagan celebraciones del estilo de vida conservador: Elmore Leonard lo hacía en ocasiones, aunque lo juzgo un escritor esencialmente progresista; Jim Harrison también lo hacía, en su caso de todo el territorio rural USA; hasta Charles Williams tenía sus momentos de debilidad, de echar la lagrimita texana… Pero lo de McCarthy llega al extremo de lo fastidioso, precisamente porque ni siquiera pretende vestirlo de pincelada pulp o colorista, sino que su intención es dejar poso trascendente… Creo que la adaptación de los Coen matizaba mucho ese sesgo reaccionario, o al menos yo no la recuerdo tan folclóricamente derechona.

Más allá de esta puntualización, de esta inquietud irritada que su lectura me ha dejado en las tripas, No country for old men es una novela magníficamente escrita: en sus mejores momentos, urde sólidas reflexiones sobre la naturaleza humana y su violencia innata; en los peores, disfraza de reflexión filosófica un mero divagar formalmente muy resultón y una nostalgia apocalíptica un poco de chocho párvulo. El truco está en no aplicarle ninguna mano de humor al panorama que pintas.

Pero en conjunto, es una fabulosa novela policíaca. Lo malo (lo bueno para otros) es que su autor quiere que sea «mucho» más.

P.D. En cuanto al reparto oficial en la versión Coen: uno no puede quitarse de la cabeza a Tommy Lee Jones en la piel del sherif Bell mientras lee la novela. Josh Brolin también funciona con voluntarismo como Llewellyn Moss. El que no pega ni con cola es Javier Bardem: admiro a Bardem (fue lo único bueno de Skyfall, por ejemplo), pero al recrear al implacable y psicopático Chigurh, mi mente ha preferido por simpatías decantarse hacia un Bronson sixties.

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Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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