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«Mundo mutante» (1978), de Jan Strnad y Richard Corben

Richard Corben fue uno de los autores gráficos americanos más importantes del pasado siglo. Surgido de la tumultuosa ola de comix underground de los sesenta y setenta, sus intereses también se extendieron al ámbito de la animación y la ilustración, desarrollando un estilo propio e inconfundible. Tanto, de hecho, que nadie fue capaz de imitarlo, especialmente su maestría en el uso del sombreado y el color. Sus historias navegaron por el terror, la fantasía y la ciencia ficción, rebosando estilización anatómica, humor negro y erotismo.

Aunque sus ilustraciones y portadas de discos siempre estuvieron muy cotizadas, en el mundo del cómic Corben recibió una acogida más entusiasta en Europa que en su nativo Estados Unidos. En el viejo continente no sólo tenía menos problemas para publicar sino que su obra era recopilada en lujosos tomos y los editores le solicitaban más material para sus revistas. A través de la francesa Métal Hurlant, dio a conocer masivamente su Den, que más adelante fue continuada en Heavy Metal, la versión norteamericana de aquella cabecera. También aquí publicó Las mil y una noches.

Mientras tanto, Corben colaboraba también para la revista 1984, publicada bajo el sello Warren. Esta editorial se había distinguido desde los sesenta por sus revistas de terror, en las que revitalizó el género gracias a una excelente plantilla de autores –entre los que se encontraba el propio Corben–. Pero cuando la moda del terror en los cómics empezó a perder fuerza, el editor Bill Dubay decidió subirse al nuevo carro de la ciencia ficción, del que tiraba con fuerza la recién estrenada Star Wars (1977). Y así, en 1978, lanza 1984, una nueva revista dedicada exclusivamente a ese género que incorporaba el tono maduro y el erotismo suave que tan bien habían funcionado en Creepy, Eerie o Vampirella.

Para esa revista Corben realiza los dos primeros capítulos de lo que iba a ser una serie de historias de ambientación postapocalíptica inspiradas en una narración previa de dos páginas, «Los herederos de la Tierra” (1971), y de la que tomó también su protagonista. Pero pronto se encontró en un dique seco creativo. Distraído por otras cuestiones, decide pedir ayuda a un guionista profesional con quien ya había trabajado antes en sus historietas para Creepy, Jan Strnad, con experiencia en narraciones de corte postapocalíptico. Liberado de la responsabilidad del guion, Corben pudo concentrarse en el dibujo, creando una de sus obras más redondas gráficamente.

La publicación seriada en 1984, no obstante, fue totalmente insatisfactoria para los dos creadores. Por alguna razón, el editor Bill Dubay decidió, sin consultar con ellos, efectuar una serie de cambios en la ordenación de las páginas y los diálogos, un atropello que irritó a Corben y que probablemente le llevó en el futuro a tratar de editar sus propios cómics sin depender de nadie más. Habría que esperar a la aparición del álbum recopilatorio para apreciar la obra en su concepción original y con ocho páginas adicionales que conformarían la versión definitiva de Mundo mutante y que podemos disfrutar hoy.

Dentro de los trabajos underground y de terror relacionados con la ciencia ficción que hizo Corben en su primera etapa, el subgénero postapocalíptico había sido uno de sus preferidos. En Mundo mutante, nos presenta un futuro arrasado por la guerra atómica en la que los pocos humanos que han sobrevivido se han refugiado en bunkers subterráneos. La superficie, en la que la naturaleza se va adueñando de las ruinas de la civilización, es el dominio de criaturas mutantes, humanoides y animales, cuya única obsesión es conseguir comida. Un marco general, por tanto, que hoy nos puede parecer muy sobado pero que a mediados de los setenta no lo estaba tanto.

Aunque el cine sí había tocado el subgénero desde finales de los cincuenta, el cómic norteamericano de ciencia ficción seguía en su mayoría anclado en las aventuras espaciales ligeras o los futuros luminosos habitados por héroes de mandíbula cuadrada. Habían existido excepciones, como Los CaballerosAtómicos (1960), Kamandi (1972), los cómics de El Planeta de los Simios (1974-1977) o Deathlok (1974). Pero incluso estas excepciones, siempre del cómic mainstream, tendían a la épica y el heroísmo sin atreverse a abrazar el panorama incontestablemente cruel y violento que sin duda sobrevendría tras una guerra nuclear. El mundo del cómic underground o de terror había hecho mejor labor en este sentido, pero en general siempre dentro del formato de historia corta (Bloodstar, de Corben, fue otra temprana excepción).

Mundo mutante fue, por tanto, especial por ser una obra postapocalíptica adulta y de larga extensión, que no hacía concesiones al público generalista: era violenta, pesimista y carecía de héroes al uso. Su protagonista es Dimento, un mutante de considerable vigor físico pero intelectualmente retrasado cuyo único objetivo es encontrar comida y sobrevivir. Cuando ataca al caballo de una voluptuosa joven, Julie, ella despierta algo dentro de él y lo convence para renunciar a sus intenciones a cambio de indicarle la dirección a una casa en ruinas en cuyo interior, le dice, podrá encontrar huevos con los que alimentarse. El infantil Dimento allí se dirige sin saber que va a caer directo en una trampa.

A partir de aquí, Dimento irá sufriendo los abusos, engaños y ataques infligidos por todo tipo de seres: pícaros que lo lían para que les de su comida, osos mutantes de múltiples patas o un monje-guerrero que lo obliga a ser su criado. Vuelve a encontrarse con Julie, que, otra vez, colabora con unos mutantes para tenderle una emboscada. Dimento consigue liberarse y al principio deja a Julie abandonada a su suerte, siendo ésta la de ser violada por sus raptores hasta dejarla al borde de la muerte. Pero su buen corazón le empuja a rescatarla, sólo para perderla a manos de uno de los militares humanos que se esconden en el subsuelo y en cuyos laboratorios se están realizando unos terribles experimentos con los que intentan repoblar la superficie.

Mundo mutante es, ya lo he dicho, un cómic de ciencia ficción postapocalíptica explosivo y brutal, hijo de su tiempo, aquél en el que la Destrucción Mutua Asegurada estaba en la boca de todo el mundo y el hongo atómico era la imagen más temida. La historia se antoja algo improvisada –algo normal si tenemos en cuenta su génesis y desarrollo–, pero es entretenida y su antiheroico protagonista cala fácilmente en el lector. Los autores permiten que a pesar de su retraso mental –y, como se descubre, su auténtica edad–, conserve una inocencia y corazón generoso ya inauditos en el mundo que le rodea y le regalan un final feliz –al menos por el momento– rodeado de paz y acompañado de alguien que le aprecia.

El dibujo de Corben es sobresaliente, sobre todo si tenemos en cuenta lo pobremente coloreados –al menos en comparación con la actualidad– que estaban los cómics de la época. Los experimentos un tanto chillones de Den quedan atrás y, gozando de una gran riqueza de tonalidades y mucha viveza, el color de Mundo mutante está más contenido y en mejor sintonía con los lápices y la historia. Y como en sus otras obras de la época, volvemos a encontrarnos con ese estilo tan particular en el que las figuras tienen unos rasgos caricaturescos pero al mismo tiempo están sombreadas y coloreadas con un extraordinario realismo, creando un contraste extraño pero estéticamente compacto. Sus monstruos, por otra parte, parecen muñecos salidos de una pesadilla de Jim Henson, divertidos y ridículos, pero al mismo tiempo grotescos y peligrosos.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Descubre otros artículos sobre cine, cómic y literatura de anticipación en nuestra sección Fantaciencia. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción, y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".