«Lurline es tan curiosa y sorprendente como la primera luz de gas o el primer despacho telegráfico». Hay ocasiones en que el periodista no puede ocultar sus sentimientos.
El reportero que cubrió para la Ilustración Española e Hispanoamericana la actuación de Miss Lurline, la reina de las aguas, terminó seducido por ella. La cosa empezó fatal. Al reportero le parecía muy mal que un espectáculo como aquel se representara en el teatro Español. Pero de pronto tres o cuatro peces plateados bogaban en el acuario alrededor de Miss Lurline. Ella subió a la superficie con su melena suelta y se acabaron las críticas.
«Mucha razón han tenido todos los que la han llamado reina de las aguas, pues no es posible otra cosa sino admirarla y aplaudirla al verla dentro del acuario revolverse entre las aguas», Miss Lurline se sumergió de nuevo con un cuchillo en la mano y una manzana en la otra. « Hay que verla comer y beber con la misma tranquilidad que si estuviera en tierra firme…».
Con una calma impresionante peló la manzana y se la comió en el fondo del acuario. A cada mordisco mostraba sus dientes blancos y miraba a los espectadores con sus ojos expresivos incluso desde el fondo de las aguas. Lurline sonríe. Lurline escribe en la pizarra con letra clara. Siempre bajo el agua. Lurline contiene un largo rato la respiración. Y el reportero tampoco logra respirar. «¿Están vigentes las leyes físicas», se pregunta.
En Barcelona, Lurline fumó. «No hubo espectador que no saliese del Tivoli ‒escribe Dalmau en El circo en la vida barcelonesa– que después de contemplar el trabajo de Miss Lurline, convencido de la imposibilidad física de lo que acababa de presenciar, nadie acertaba con el «truco» que permitía a una persona sumergida en el agua comer y fumar tranquilamente. Los más avispados hablaban de un doble recipiente o de un juego de espejos… Pero nadie pudo asegurar, a ciencia cierta, haber dado con el secreto, por cuanto la entrada al escenario, mientras se preparaba y llenaba, el tanque de cristal estaba del todo prohibida».
Lurline en realidad se sentía una ninfa. Había tomado su nombre de una ópera romántica que relataba la historia de los amores de una ninfa, que vivía en el seno del Rhin. compuesta por William Vincent Wallace. Lurline se deslizaba bajo el agua majestuosamente. El periodista cayó rendido: «Imaginad que los peces del acuario toman lección de natación”.
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