Después de certificar con Man On The Rocks (2014) su retorno a las canciones pop, al estilo de «Moonlight Shadow», Mike Oldfield, que prácticamente había desaparecido del radar ‒aunque no del afecto colectivo‒, recuperó su legendaria fórmula de suite con Return To Ommadawn.
El primer Ommadawn (1975) fue una de sus composiciones más multiétnicas: centrada en la diversidad instrumental, con su particular coro angélico, adquirió la categoría de un réquiem, en este caso resuelto con ese maximalismo medievalizante que venía siendo tan típico de Oldfield.
El único mérito de esta secuela es, de alguna manera, el de contradecir el espíritu de la primera entrega, limitando considerablemente su instrumentación. En cualquier caso, bastan unos minutos de la artesanía celta de la primera parte, menoscabada en el tapiz sonoro, para advertir que Oldfield se muestra un tanto oxidado y esclerótico en sus modulaciones.
La segunda parte del álbum presenta una pista melódica discreta, aunque todo está frenado por esos engañosos efluvios new age, que en vez de llevar al oyente al éxtasis le producen urticaria, y también por una ejecución de escaso brillo (casi ridículo ese galope amortiguado para dar fuerza a la pieza) que minuto a minuto explora el arte de la variación con una épica creciente.
Aquí las guitarras de Oldfield suben al podio (de la mandolina a la eléctrica, y es una lástima, porque no se escucha el particular clavioline), pero escasea la genuina composición. El resultado artístico queda desplazado por lo que viene a ser la banda sonora de su propia marca publicitaria.
Cuarenta años después de Tubular Bells (1973), Oldfield deja finalmente de saquear ese álbum, y se empeña en actuar correctamente, como lo hizo en sus buenos tiempos: sobre todo, toma muestras del Ommadawn original, y las agrega aquí a modo de gran final nostálgico. De cara al núcleo duro de los aficionados, consigue su objetivo, pero lo logra a duras penas, con un disco vano y en gran medida afectado. Para los demás, merece un par de escuchas. Pobre éxito comercial en Europa, con buena acogida en Nueva Zelanda. Precedido por una «versión single» para las emisoras de radio a finales de 2016.
Nota de la discográfica
Return To Ommadawn supone el regreso de Mike Oldfield a la música que le labró un nombre a principios de los 70. Compuesto, interpretado, mezclado y producido por Oldfield en el estudio de su casa en Nassau, Return To Ommadawn es un álbum centrado casi en su totalidad en el sonido acústico de las cuerdas. Consta de dos preciosas piezas, ‘Return To Ommadawn Parts I & II’.
Mike lo describe como hecho a mano. Cada instrumento (22 en total, entre los que se incluyen mandolina, guitarras, contrabajo, bodhrán, tambores africanos y flauta irlandesa) está interpretado por Mike y el tempo lo mantiene acompañándose de un viejo metrónomo. Return To Ommadawn también contiene una melodía celta y cuenta, por supuesto, con esa ardiente guitarra eléctrica que es marca de la casa.
Ommadawn, el álbum de Mike Oldfield de 1975, fue el tercero de una trilogía de clásicos perdurables ‒Tubular Bells (1973), Hergest Ridge (1974) y Ommadawn‒ que solapaban el rock, la música clásica, e incluso antes de que se acuñase el término, la new age y la world music. Estos discos siguen constituyendo la declaración de principios musical con la que Mike sigue comulgando en el presente.
«Es una pieza genuina más que una producción ‒comenta Oldfield‒: hay manos, dedos, uñas. No tenía un próposito, no se trataba de conseguir nada, ni de satisfacer a nadie. Era música creada de forma espontánea, llena de vida. Hacer Return To Ommadawn es como un regreso a mi verdadero yo.»
Copyright del artículo © Michele Saran. Publicado por cortesía de OndaRock con licencia CC. Traducción de Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.
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